Era un día nefasto. Justo cuando pensaba que las cosas no podrían salir peor, el neumático delantero derecho del viejo sedán de Ernest Elton pasó sobre una piedra mal posicionada en medio de la carretera. Se bajó del auto dando un portazo, y pateó con furia el neumático desinflado. Detrás del suyo una fila de automóviles detenidos ya empezaba a formarse, y los de más atrás, sin alcanzar a ver el accidente, tocaban vehementemente las bocinas. Miró la hora en su móvil, sabiendo que ya era demasiado tarde para llegar a la ceremonia de graduación de su hijo menor. Se recordó prometiéndole que asistiría. Se recordó también pensando que tenía aún tiempo para terminar los últimos estados de cuentas de la empresa y saliendo de la oficina diez minutos más tarde de lo normal. Se arrepintió de muchas más cosas de las que recordó. Cuando por fin llegó a casa, todos estaban dormidos.