Sus pasos rompían el horrible silencio, tan profundo que le perforaba los oídos como el ruido más molesto. No pasaron mas que segundos hasta que se volvió, mirando con satisfacción a su víctima agonizante. Una joven mujer, de hermosos ojos grises y cabello oscuro, casi negro, que se arrastraba a duras penas por el suelo. Su cuerpo estaba completamente cubierto en sangre, oscura y tibia. Su propia sangre joven, que silenciosamente abandonaba su cuerpo, llevándose también su vida. Pero un destello de vida se veía aún en sus ojos, que abiertos atravesaban la mirada de él con dolor desesperado, con lágrimas cayendo. Pero ni siquiera su mirada de profundo dolor y tristeza logró conmover su corazón, que frío como el hielo, impedía que mostrara una pizca de arrepentimiento. Se quedó ahí, de pie junto a ella, de brazos cruzados. Pacientemente esperando su muerte.

"Tómate todo el tiempo que quieras" le dijo, en un tono extremadamente frío. "No estoy en un apuro, tengo todo el tiempo del mundo."

Ella no se movió ni habló por unos segundos. Sólo se quedó ahí, inmóvil, mirándolo con fijeza, con las mejillas húmedas y los ojos rojos por las lágrimas.

"Yo... yo te amé..." dijo, con voz débil y silenciosa. Él chasqueó la lengua en señal de falsa sorpresa, incrédulo.

"Sí, claro. Estabas dejándome porque me amas. Me estabas abandonando con mis hijos, ¿por qué me amas?"

"Te amé. Lo hice. Sé..." se detuvo. No le quedaban fuerzas, estaba demasiado débil, pero continuó hablando luego de unos segundos de descanso. "Sé lo que quieres hacer con mis hijos... con mis hijos."

Él soltó una leve risa de desprecio.

"¿Crees que sabes? No sabes nada querida, absolutamente nada. Además," agregó, "son mis hijos también."

"Deja... deja al que no es 'maldad pura'..." Los ojos de él se abrieron de golpe al escucharla. "Déjalo... con los Vallyes..."

"Como... como mierda sabes eso de 'maldad pura'... como..." Suspiró y lentamente se fue calmando. "Bien... eso no importa ahora. Además, ¿por qué tendría que dejarlo con ellos? Es mi hijo, puedo hacer con el lo que yo quiera."

"¡No lo necesitas! ¡Por el amor de Dios, sólo déjalo con ellos!"

El tono fuerte y decidido de su víctima en la última oración lo dejó de piedra. Suspirando se dio vuelta, dándole la espalda.

"Como quieras, Astray."

Ella sonrió con alivio y cerró los ojos.

"Gracias... Liev."

Al escuchar su nombre, viniendo de los labios de ella, se volvió nuevamente a mirarla. Astray respiraba con dificultad, y, sin decir palabra, se desplomó por completo en el suelo, sus ojos cerrados, su expresión muerta. Porque la vida había terminado de abandonarla.

"¿As... Astray?" preguntó Liev con temor. Pero no obtuvo respuesta. Cerró también los ojos, tratando de disimular las lágrimas que ahora caían por su rostro.

"No... no quería llegar a esto... te recuperaré Astray... te juro que lo haré."

Lentamente se agachó, acariciando la ensangrentada espalda de su amada. Pasó las manos suavemente por dos profundas heridas a la altura de los omóplatos y suspiró. El lugar donde habían estado sus alas.