Hola de nuevo! Hoy les presento un texto que resultó hace cosa de dos noches, en plena 'rabieta' de añoranza como acabó bautizándolo una amiga. Como todo lo que escribo, esta composición está dotada de cierto aire de confusión, aunque creo la entenderán, al fin y al cabo son la nostalgia y el amor los que hablan, no yo.
Rastros de ti
Una luz cegadora al final del camino. Esa luz que nos llama a todos a un futuro más prometedor, más hermoso, más lleno de vida. Una mano dulce y cálida que te rescata del zarzal de tu vida y saca tus espinas con mimo, casi con veneración.
La brisa fresca en una mañana estival que sorprende por su inocencia aterciopelada. La sensación escalofriante de meter la punta de los dedos en el agua limpia que corre en senderos, cuando tras relamernos pacientemente los labios aspiramos el aroma de un pino cercano...
Necesitaba ver. Necesito ver. Necesito tu claridad y transparencia, necesito cerrar los ojos apretando fuertemente las pestañas y notarte a mi lado, saberte impregnado de mí, de mi corazón, de mi alma. Verte en cada rostro común que se me cruce en un rutinario día de mi rutinaria vida, palpar tu presencia como si estuvieras aquí…
Necesito tu risa musical, que con sus notas danzarinas se ancla algo más fuerte a mi corazón. Necesito de tu mirada luminosa y estridente para darle sentido a algo. La esperanza crece en mí como la espuma, y se alimenta de ti, de tu voz, tus palabras, tu ser. Se alimenta de tus dones y tus defectos. Todo tú, sólo tú… tiene ansia, tiene sed.
Tú, marcado por tu maldita luz, acabas con todo a tu paso, succionas cada parte de mi ser y Dios te odia, te odia profundamente por llevarte cada pensamiento que antes le pertenecía.
Te odio. Cuánto te odio por llevar tu voz tan dentro de mí, por hacerme capaz de rescatar cada trozo de tu piel y por aturdirme con tu intenso sopor. Te odio por hacer que te ame. No lo soporto. Demasiado tuya, demasiado vulnerable.
Aléjate, no vuelvas, no me mires, no hables… ¡calla de una vez¡Déjame en paz!
No, ahora no, es muy pronto aún. Sal, por favor, sal. Deja de cegarme y muéstrame qué es aquello que te ensombrece. No te vayas, no tan pronto. Regresa con las manos vacías y deja que yo las llene. Regresa, por favor…
Tan sofocante y tan hermoso, no me asfixies.
Tan sofocante y tan hermoso…
Tú.
Espero les haya gustado y haya logrado despertar algún sentimiento en sus corazones.
Que les vaya bonito,
Factium.