EL VIAJE

En definitiva, Josh no disfrutaba su estadía en Japón, de hecho, no tenía demasiadas buenas razones para un largo viaje de más de 6 horas de retraso, en un país conocido por darnos el pescado crudo servido y el inodoro que da las gracias…

Eso sin mencionar el frío…

-Dios, ¿Qué rayos estoy haciendo? -Pensaba Josh mientras viajaba en el tren bala hacia un pequeño pueblo en el norte del país, congelándose por el hostil clima de Enero.

Ciertamente, Josh ya no estaba en su soleada California, cuna de Hollywood, el Gansta Rap y la vuelta en U; Honestamente, ni el mismo sabia las razones que lo llevaron hacia el país del Sol naciente ¡Por favor¡ Lo mas japonés que conoce es el Pequeño Tokio al este de Malibu, en buena medida por Miaka Imamura.

Miaka era una de esas mujeres que pueden cambiar a un hombre para siempre: Cabello suave, piel de porcelana, labios rojos como pétalos de rosa, y una mirada que podía amansar a la bestia más feroz…O lo mas parecido en el mundo americano: Un californiano como Josh.

El camino era difícil, pero la estadía era una autentica patada en las gónadas: Baños en las que la única manera de tomar una ducha decente era a través de un contorcionismo digno de un guru…Esa primera noche ojala la pudiera olvidar.

-Mas vale que tu familia recuerde esto Miaka- Josh seguía meditando, apretujado en el tren como sardina.

Aunque tal situación, claro esta, no duro mucho: Conforme Josh se acercaba a su destino, el transporte se iba vaciando con cada estación, y hacia el final, en una pequeño ciudad al norte de Sendai: Miyagi.

-Cualquiera pensaría que una ciudad con el apellido de ese tipo de Karate Kid estaría más accesible- seguía Josh con sus quejas, con su maleta en mano saliendo de la estación de tren.

Pero el sentimiento de amargura y furia que dominaba en Josh, poco a poco iba desapareciendo, mientras el observaba los alrededores: Una ciudad humilde, con un encanto provincial, y donde, de algún modo, el clima frío parecía suavizarse a cada paso.

-Es tal como Miaka lo describió…-

Una pequeña nevada comenzó, y mientras el Sol se ocultaba, Josh buscaba entre las calles un domicilio en particular: Calle Takemiya, No. 23, una casa blanca.

Josh se encontraba algo nervioso, pues los habitantes de tal lugar no era menos que el padres de Miaka…Una situación siempre incomoda, sin importar si se es americano, japonés o bengalí…Peor aun, por las palabras de ella, Josh sabia que era alguien mucho muy mayor, muy tradicional, no muy dado a la gran ciudad ni las cosas tecnológicas…Si lo estuvieran, con un e-mail hubiera bastado…

Finalmente, halló la dirección, y su tensión llegaba a los niveles de Clinton durante el escandalo Lewinski, pero esto sencillamente tenia que hacerse: Josh presiono el timbre, esperando por una respuesta.

Un hombre evidentemente mayor no tardo en salir a recibirlo:

-Usted debe ser Josh…Nuestra hija nos ha hablado mucho de usted…- Comentaba aquel señor con un fuerte acento, era obvio que el ingles que tenia no era perfecto, pero suficiente para tener una buena comunicación.

-Si, mucho gusto señor Imamura…- Contesto nervioso Josh mientras intento hacer un intento de reverencia imitando tantas películas de samurai que había visto.

El señor Imamura invito a Josh a pasar a su hogar; Este se quito los zapatos, y después procedió a abrir la maleta que llevaba cargando.

-Miaka nos hablo maravillas de usted señor Horwitz…- Comentaba el señor Imamura

-Gracias, también me platico de usted…Y puede llamarme solo Josh-

-…Esta bien, Josh… Entiendo que usted trae algo muy importante para mi esposa y yo…-

Josh finalmente, tomo un sobre sellado, grueso, un poco pesado, y se lo entrego al señor Imamura; Y este, mientras sostenía el sobre en sus manos, la emoción le inundo el alma...Rápidamente, abrió el sobre para revelar su contenido:

Un álbum fotográfico, que Miaka se había llevado cuando se mudo a America.

Y en ese instante, con ese contenedor de recuerdos en sus manos, una lágrima se reflejo en el ojo del señor Imamura, con una voz a punto de quebrarse mientras hojeaba observando todas esas fotos de su hija.

-Ojala se lo hubiera podido enviar por mensajeria…Pero los costos eran tan altos, que todo el viaje resultaba mas económico…Jeje…Perdón por el chiste estupido señor…-

-No, no se preocupe…Se que mi hija lo quería mucho, en parte por ese sentido del humor…- Respondió el señor Imamura con una voz entrequebrada -…se que…Hizo muy feliz a nuestra hija en sus...momentos finales…-

Un silencio se hizo presente en el ambiente, al igual que una sensación de alivio, de liberación: cerrar un capitulo pendiente, un asunto sin resolver, una carga, una tarea, un mandato…

A pesar de que el señor Imamura lo invito a quedarse un poco más, Josh no tenia demasiado tiempo, y se despidió al poco tiempo, pero antes de irse, aun quedaba una cosa más; Josh camino hasta un Templo Shinto a las afueras del pueblo, y mientras se acercaba, con cada paso sentía la ilusión que la presencia de su amada lo acompañaba en ese momento.

Una tradición –según el sacerdote, aunque bien solo puede ser una estafa para los turistas- era la de depositar un pequeño papel, con buenos deseos y bendiciones en una ranura en un altar en el templo: Josh solo tenía un deseo en mente:

-Miaka: Que tú recuerdo perdure siempre…-

Y después de ese pequeño ritual, y sin más que hacer, Josh sencillamente se retiro: Si se apresuraba, le tocaría la mejor conexión hacia Tokio: Lo que tenia que ser, ya fue.

FIN

NOTA DEL AUTOR: Una pequeña historia por encargo...Por favor, otakus y entusiastas que la cultura nipona, si ven que cometi algun error, tengan en cuenta que no esa cultura no es mi fuerte y que soy lo que los asiaticos llamarian, un occidental ignorante...Envien reviews por favor.