Hola damas y caballeros! Vaya, ahora si sufro para editar y subir un nuevo capítulo, quién sabe que tendrá mi sección de document manger, es por eso que el día anterior salió todo cutre así sin comentarios ni nada, en fin...

Volvemos con El Diario de Salliah, listo para ya presentar el último arco argumental y dirigir todo hacia el final.

Pero antes de agredecerles a todos los lectores, resulta que hice una recopilación de música que utilizo cuando escribo. Con esto me ayuda a crear una especie de atmósfera, así más o menos te puedes dar una idea de "cómo suena" esta historia. Así que las personas que quieran saber a qué suena esto, en sus reviews pueden decirlo y con gusto les mando el link para que lo descarguen.

Y bueno, gracias a todos los que me escribieron un review en el pasado capítulo; Esciam, Vlad y Scarlett R. No sería nada sin ustedes, muchas gracias! Feliz lectura!


Día 53: Consulta con las Expertas

26 de Marzo 2008

Hola… Si, lo sé. Debí haber escrito lo que pasó con mis dos expertas amigas. Pero si vieran todo lo que me pasó. Bueno, voy a tratar de hacer memoria de lo ocurrido. Después de ese día; fui a visitar a mi amiga Valery a su casa. Solo que olvidé un detalle, que Fernando también vivía allí.

– ¡Salliah! Que agradable sorpresa el verte aquí en mi casa – dijo sonriente cuando me abrió la puerta.

– Atrás Fernando, vengo a ver a Valery – le respondí mientras entraba a su casa, lo empujé con la mano para poder entrar.

– Firme como siempre, ¡me gusta! – indicó él. Los dos llegamos hasta el pie de las escaleras – ¿Quieres que te lleve hasta el cuarto de Valery?

– Sé llegar sola – indiqué y comencé a subir. Fernando se quedó abajo y me miró con una sonrisa, se nota que disfrutaba lo que veía…

– Si te pierdes, ¡sólo grita! – me dijo y seguí avanzando por el pasillo. Había una infinidad de puertas. Esto parecía un laberinto, me acerqué a una y la abrí. Dentro me encontré con una especie de cámara de tortura medieval, incluso estaba un viejito sujetado con la pared. Al verme sonrió y rápidamente cerré la puerta.

La siguiente que abrí descubrí un baño, algo un poco más común. La tercera se trataba de una puerta falta porque no había nada tras de ella. Y así seguí abriendo y abriendo puertas hasta que en una encontré a su mamá sentada frente a una chimenea, leyendo un libro.

– ¡Salliah! – exclamó al verme, bajó el libro y se levantó de su asiento. Pude ver que el título que leía decía: "Evite el ataque de sus hijos hacia usted, corrigiéndolos con un kilo de nalgadas". Vaya… Esa Señora si estaba enferma – ¿Vienes a ver a Valery?

– Si Señora Miriam, pero al parecer me he perdido – respondí.

– Oh descuida, no hay nada de que preocuparse – respondió ella con una sonrisa – Valery llegará un poco después ya que fue a la compañía de su padre. Ven siéntate conmigo.

Las dos comenzamos a platicar, incluso me invitó una taza de té. Cuando no piensa en castigos, resulta ser muy agradable, todo iba bien hasta que sacó un comentario totalmente fuera de lugar.

–… Entonces le dije, Cariño, si no puedes controlar a tu hijo, tíralo de la ventana para que aprenda – y luego comenzó a reírse. Yo me reí nerviosamente.

– Creo que mejor regreso otro día Señora Miriam – murmuré fingiendo que veía mi reloj en mi muñeca.

– Oh no, no, quédate… ¿Sobre qué querías hablar con Valery? – preguntó.

– Bueno, es que la verdad es plática de chicas…

– ¡Oh! ¡Yo soy una chica! – exclamó emocionada su Mamá. Mi cara demostró un completo sarcasmo. ¡No iba a contarle los traumas de mi vida amorosa a la Madre de mi mejor amiga! Eso es vergonzoso, no le podía decir lo peor de mí a una Señora.

– Así que no sé que cosa planeó Gill al besarme… ¿Qué debería hacer? – pregunté. Si, la verdad es que no pude resistir y le conté todo a la Mamá de Valery, ella se veía muy emocionada por saber más, quién lo diría resultó ser mejor compañía que mi misma amiga. Perdón Valery, tu sabes que te quiero, pero a veces no eres la mejor escuchando.

– Uh… Realmente le gustas a ese chico – respondió ella. Las dos seguíamos tomando té, ya nos habíamos acabado una jarra completa.

– Pero, Fernando, Derverson, ¿qué hay de ellos? – pregunté.

– Olvídate de Derverson, él huyó y no te ha vuelto a contactar, sólo te ha ocasionado problemas – respondió la Señora Miriam – Y de mi hijo… ¡Mándalo muy lejos! Ese zángano no merece que lo quieran

Ok. Esa era la respuesta que menos esperaba de ella.

– ¿Así que usted opina, que debo quedarme con Gill y los demás dejarlos por la paz? – pregunté algo confundida.

– ¡Si! – Respondió muy segura – Creo que le das muchas vueltas al asunto hija…

– Pero, quiero saber si siento algo por Fernando – respondí.

– Ya te lo dije Salliah, ese zángano no necesita de tus cuidados, ni cariños – vaya. Se nota que la Señora quiere a su hijo.

– Aun así no sé… Creo que necesitaría más opiniones para tomar una decisión final – dije y me puse de pie – Agradezco mucho de su tiempo, pero ya está anocheciendo y si no llego a mi casa, mi Papá se pondrá como histérico y me c– iba a decir la palabra, cuando recordé lo mucho que la Señora Miriam le gustan los castigos – y si no llego, me dejará sin castigo toda la semana…

– ¡Oh no, no podemos permitir eso! – dijo, me tomó del brazo y salimos de la habitación. Mientras ella me jalaba por el pasillo pude ver a Valery.

– ¿Salliah? – preguntó al verme.

– ¡Hola! Eh… Nos vemos luego – dije mientras su Madre me seguía jalando por el pasillo.

El caso es que la Mamá de Valery fue a dejarme hasta la puerta de mi casa. Allí, tanto Eris como mi Padre no habían notado mi ausencia; estaban cómodamente viendo la tele.

– Ya vine Papá… – dije, él volteó a verme.

– ¿Dónde estabas hija?

– Fui con Valery, pero terminé contándole mis traumas a su Mamá – respondí. Me acerqué un poco a ver que cosa estaban viendo.

– Salli, ¿no quieres ver con nosotros un mensaje de Su Santidad? – me dijo Eris. Volteé al televisor y allí estaba el Papa usando un sombrero más grande que la última vez que lo ví.

– Papaa pa papa ppapapa pa papa pa – tartamudeaba el Señor, cada vez parecía estar más viejo y sea lo que sea su discurso no le entendía nada, pero podía que ver que tanto Eris como mi Papá lo oían atentamente.

– Eso fue hermoso – dijo Eris mientras se limpiaba su lágrima que se derramaba. Decidí ignorar a esos dos y subí a mi cuarto. Mañana tenía que ir en busca de la segunda opinión. Así es, iba a ir con Wendy, mi psicóloga.

Al día siguiente, logré convencer a mi Padre de que me llevara con Wendy, Eris se quedó en casa para seguir practicando el arte de abrir las latas con los cositos esos para abrirlas. Al llegar al consultorio de Wendy, descubrí que había una larga fila. Era raro, normalmente siempre está vacío. Entre toda esa gente, logré ver que Wendy salió y con un amplificador en mano comenzó a llamarle la atención a todos.

– Por última vez, yo no presto el baño, así que toda la gente que venga aquí en busca de utilizar el wc, váyase a otro lado. Sólo estoy recibiendo a mis clientes. Los que no vengan por una terapia, salgan de la fila. Gracias – indicó por el altavoz, la gente comenzó a murmurar y se fue, dejando sólo a nosotros dos. Wendy nos vio – Demonios… Debí haber dejado que entraran a utilizar el baño…

– Ay Doctora… Usted y sus chistes – dije con una sonrisa.

Los tres entramos al consultorio, mi Papá fue y se dejó caer en la sala de espera, tomó un TvyChachas y comenzó a leerla, se nota que quería enterarse de los chismes de los artistas del momento. Entré con Wendy, yo me acosté sobre el sillón y ella tomó su habitual asiento, tomó su block y comenzó a morder su lápiz.

– ¿Qué pasó esta vez Salliah? – preguntó con ese típico tono de voz de siempre. Sin más tiempo que perder, le conté todo a Wendy, toda mi situación amorosa y sobre todo recalqué mucho la parte en la que Gill me besó. – ¿No lo sabes? – peguntó Wendy cuando terminé de contarle todo.

– Si, no sé si él deba ser mi novio – dije.

– Salliah… Los hombres te pueden mentir si no les das lo que quieren – murmuró Wendy, yo la miré un tanto confundida – Descuida, todavía eres joven para eso. Pero vamos, ¡arriésgate! Da un salto y ve con él.

– Pero… ¿Y los otros dos? – pregunté.

– ¡Al diablo! Van a esperar a que tú des el siguiente paso – murmuró Wendy – Y cuando lo das, ellos se asustan y corren como locos, pero tú no tienes la culpa; sólo fuiste atrevida al grado de ponerte un vestido de novia y llegar a la puerta de su casa. ¿No entiendo por qué se asustan? Que no él mismo te dijo que estaba dispuesto a estar siempre a tu lado, pero no lo dijo en serio. Sólo quería ese tesoro que aguardabas y cuando se lo das, ¡descubres que mintió porque ya tiene lo que quería, y no es todo, resulta que ya tiene a su mujer! ¡Todo por–

– ¡Doctora! – grité, ella como que salió de su trance.

– Pero bueno… Luego terminarás con una carrera mediocre… Siendo una profesionista mediocre, esperando el día en que alguien te saque de esta pocilga. Por eso elije a Gill.

– ¡Arg! Estoy tan confundida, no sé que hacer… – murmuré – Doctora, creo que tendré que quedarme aquí, si me lo permite.

Wendy no dijo nada, se puso de pie, salió y cuando regresó trajo a mi Papá, lo sentó y regresó a su asiento.

– ¡Escúchenme bien los dos! ¡Usted Señor! ¡Su hija necesita vacaciones, largas vacaciones! – exclamó la Doctora.

– Pero, ¿y las clases? – pregunté.

– ¡No preguntes! ¡Usted se va a llevar a su hija de vacaciones y punto! – gritó Wendy. Mi Papá sólo soltó un glup.

– Pero no puedo pagar unas vacaciones – indicó mi Papá.

– ¡Encuentre el modo! De otra forma su hija jamás se va a curar y seguirá igual de loca como siempre – murmuró Wendy algo molesta – Es más, váyanse de vacaciones y cuando regresen ya no tendrán la necesidad de venir a verme. Quedará completamente curada.

– ¿En serio Doctora? – pregunté.

– ¡Claro que si! Ahora fuera, fuera, vayan por esas vacaciones! – indicó Wendy.

Los dos regresamos a casa. ¿Deberíamos seguir el consejo de Wendy e irnos de vacaciones? Pero como dijo mi Papá, él no podría pagar unas largas vacaciones a mi, a Eris y a él mismo. Justo en eso estábamos pensando cuando sonó el teléfono.

– ¿Si? – Preguntó mi Padre – ¡Madre! ¡¿Por qué me estás llamando? La única vez que espero recibir una llamada tuya, es para que vaya a firmar y tengas un entierro digno.

¿La Abuela? Hace mucho que no sabía de ella y como no se lleva bien con mi Papá, evita llamar para ponerse a discutir con mi Papá.

– ¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no? – Gritó mi Papá por teléfono – ¿Qué? Si, aquí está… Ajá… Si… Si… Mamá… Sólo… Si, estoy tratando de ser zurdo… ¿Qué? Pero si yo… Arg… Si, acá te la paso…

Mi Papá me dio el teléfono.

– Hola Abuela, ¿Cómo has estado? ¿Mejor? – Comencé a hablar con la Abuela un largo rato, hasta que se me ocurrió algo – Abue… Fíjate que Wendy… ¿Eh? No, es mi psicóloga… La Doctora Wendy me dijo que debo tomar unas largas vacaciones, pero mi Papá no puede pagar unas y… ¡Abuela no le digas así! Es tu hijo… Aunque sea difícil de creer, pero si es tu hijo… ¿Eh? Oh, claro, acá te lo paso, te quiero, nos vemos.

Le devolví el teléfono a mi Papá.

– ¿Qué quieres ahora? – Preguntó de mala gana mi Papá – ¿Te dijo qué? ¡No!… ¡No!... ¡Ni se te ocurra! ¡¿Me oíste? ¡Ni se te ocurra! – y luego mi Papá colgó rápido el teléfono.

– ¿Qué dijo? – pregunté.

– Nada, locuras de ella, ¡No le vuelvas a llamar y si llama no le contestes Salli! – indicó mi Padre y se fue.

Los siguientes días, el teléfono sonaba y no contestábamos, así me perdí de grandes sucesos, todo por no tener identificador de llamadas. Mi Papá se mostraba más nervioso conforme pasaban los días. Hasta que apenas hoy en la mañana llegó el correo.

– ¡Correo! – Exclamó mi Padre al ver el bonche de sobres – Deuda, deuda, folletos, invitación, deuda, deuda, este es para Eris…

– ¡Mi revista mensual de Científicos con Gran Visión y Valentía! – exclamó Eris muy emocionada.

– Y… ¿Qué es esto? Salli, te llegó una carta – dijo mi Papá, me acerqué a ver y en efecto, tenía mi nombre. Abrí el sobre y en su interior venían una especie de boletos, eran 5 de estos boletos y junto con ellos; venía una carta – ¿Qué es eso?

– No lo sé, a ver que dice la carta… – dije y comencé a leer la carta – Querida Salli, después de que me dijiste eso por teléfono, me rompió el corazón al saber que el zángano e inútil de tu Padre no pueda pagarte vacaciones. Así que empeñé a mi gato y otras cosas de la casa para poder comprar boletos para un crucero todo pagado. Te envió 5 boletos; los tres primeros son para tu Papá, Eris y tu. Los dos restantes son para amigos que quieras invitar…

– ¡Mira que amable de parte de tu Abuela! – exclamó mi Papá y tomó los boletos.

–… No te preocupes hija, yo también voy con ustedes al crucero – seguí leyendo y con eso mi Papá casi se desmaya – Si no mal calculo, esta carta te llegará el 26, yo llegaré a su casa el 27 para salir el 28 al crucero. Hablaremos más cuando llegue. Cuídate, saludos y te quiere… Tu Abuela.

Así es, no sólo conseguí las vacaciones, si no que la Abuela vendrá y todos iremos al crucero. Claro que mi Papá es el que se va a negar, pero no le queda de otra si quiere ir con nosotros. Ahora espero que estas vacaciones me ayuden con mi problema moral.

Resultado del día 53… Hay esperanza.


Bueno, entonces recuerden pedir el link para descargar la música que inspiró a escribir El Diario de Salliah. Muchas gracias por la espera y sobre todo por leer, gracias!