Lo prometido es deuda... aquí os dejo con un nuevo capítulo! Espero no haber tardado demasiado :p


Bea duda antes de entrar en la escuela de baile. Inspira y finalmente empuja la pesada puerta de cristal. La recepcionista levanta la vista y la saluda con una sonrisa silenciosa. Bea responde y se apresura a atravesar el pasillo que lleva a los vestuarios. Al entrar es saludada por todas compañeras que ya están casi listas. Tanta indecisión por ir o no a clase la va a hacer llegar tarde... Se apresura en desnudarse y rebusca en la bolsa de deportes las medias, el maillot y los shorts. Se viste en dos minutos y corre hasta el espejo mientras recoge el pelo con sus manos por el camino. Se hace un moño como puede y sujeta con horquillas los mechones rebeldes. Bueno, no será la mejor peinada pero... corre de nuevo hacia la bolsa y busca las puntas. No las encuentra. Desesperada revisa de nuevo, tantea todos los bolsillos de la bolsa y al fin las ve, en el rincón más oculto de la gran bolsa de deportes. Las coge y se apresura a atravesar la puerta que da al pasillo. Atraviesa de puntillas el pasillo y se mete en la clase de clásico, donde ya están todos sus compañeros. Suspira aliviada al comprobar que su profesora aún no ha llegado y se sienta en uno de los bancos. Comienza a calzarse las puntas cuando siente una presencia a su lado. Gira la cabeza rápidamente, identificando a Cesc como su nuevo acompañante.

-Hola.- saluda el chico al mismo tiempo que esboza una de sus bonitas sonrisas. Bea siente como se le viene el mundo encima y nota sus mejillas enrojecer. No puede mirarle a la cara. No después de lo de la fiesta...

-Eh...hola...- tartamudea como una imbécil.

-¿Qué paso el otro día? Te fuiste sin decirme nada y...

-Mi padre.

-¿Tu..tu padre?- repite él confundido. Bea asiente rápidamente y se encoge de hombros inocentemente. Cesc asiente con cara de circunstancias y se encoge de hombros también. En ese momento entra la profesora y da unas palmadas fuertes, llamando a todos al orden. Bea mira a la mujer y después a Cesc, como excusándose. Él también se levanta y va hasta su sitio en la barra. Bea le imita e intenta ponerse lo más alejada que puede de él, aunque eso lleve a estar en la primera fila.

-Beatriz, ¡ese empeine!- la regaña la profesora pasando por su lado. La chica intenta concentrarse y corrige la postura de su pie derecho. La mujer asiente y sigue caminando.


Hora y media después cansada y sudorosa Bea se escabulle lo más rápidamente que puede hasta los vestuarios femeninos, sitio donde es imposible encontrarse a Cesc. Tras una ducha rápida se seca el pelo y recoge sus cosas, echándolas despreocupadamente en la gran bolsa de deportes. Se siente mal por comportarse así... debería hablar con Cesc, debería explicarle la situación. Se estaba comportando como una estúpida inmadura y eso no podía ser... Abre la puerta decidida a hablar con el chico, sino ahora en su casa por Messenger. Atraviesa el pasillo y llega hasta la entrada de la escuela. Se detiene sorprendida junto al mostrador de la recepción. Vaya, Cesc no es que parezca demasiado dolido precisamente... ríe y pone su típica sonrisa seductora mientras habla con una chica del nivel anterior al de ellos dos. Bea comprueba como la chica responde a la sonrisa de manera coqueta, justo como hacía ella unos meses atrás... Niega con la cabeza divertida mientras sigue caminando y se sube la cremallera del abrigo hasta arriba mientras empuja la puerta de la calle y sale al exterior. Busca los guantes un instante y después alza la cabeza, reconociendo al chico que le da la espalda, apoyado en un pequeño muro enfrente suya mientras fuma un cigarrillo. Reconocería esa espalda entre una multitud... Corre hasta él y frena un poco cuando está cerca. Se acerca silenciosamente y de un salto se sienta junto a él en el muro, pero en la dirección contraria.

-Hola forastero, ¿está usted solo?- pregunta sin mirarle. El exhala el humo y luego ríe brevemente mientras la mira con los ojos entornados.

-No. Ahora mismo estoy acompañado por la persona más bonita del mundo.

-¡Oh! Que casualidad... yo también estoy acompañada por la persona más bonita del mundo.- sonríe ella ampliamente mirándole. Rubén ríe y ella le besa. Bea se gira, pues sus cuellos corren peligro de romperse y de un salto baja al suelo.

-¿Un día duro?

-Si, pero sospecho que tendrá un buen final...- sonríe ella cogiéndole la mano y haciendo fuerza para levantarle de su apoyo.

-¿Ah, si? ¿Y por qué lo sospechas?

-No lo sé... intuiciones que tengo. Soy un poco bruja, ¿no lo sabías?

-Ah, ¿con que esa es la explicación para el bigote y la verruga?- pregunta él fingiendo sorpresa. Bea le golpea en el hombro mientras ríe.

-¡Idiota!- Rubén ríe, contagiándola su felicidad y rodea su cintura con el brazo, atrayéndola hacia él. Bea se deja llevar, acoplándose a la figura del chico y mete la mano en el bolsillo trasero de los vaqueros de Rubén.

-¡Ey! ¡Ey! ¿Acaso quieres deshonrar mi honor? Por favor, un señorito respetable debe hacerse respetar por malvadas damas como tu... que solo ansían mi flor.- Bea se para en medio de la calle, mirando atónita al chico que pone cara de ofendido para darle más realismo a su monólogo. La morena rompe en carcajadas y alza las cejas, incrédula.

-¿Acabas de decirlo realmente?

-Si. Por supuesto.- repite el asintiendo muy serio. Bea sigue riendo y él pronto sucumbe, uniéndose a las carcajadas.

-Con que soy una malvada dama que ansía tu flor... interesante. Interesante...- ríe ella mientras vuelve a andar sin él.

-¿Acaso es mentira?

-¿El qué?- pregunta ella haciéndose la inocente. Rubén la alcanza y se pone a su altura, sin llegar a tocarla.

-Que ansías catar este cuerpo serrano.- Bea le gira, alzando una ceja y con una sonrisa divertida en la cara.

-Anda ya...- murmura fingiendo desinterés.- Te lo tienes muy subidito ¿no?

-Nah... solo lo necesario...- contesta el fingiendo una falsa modestia.

-Pero que bobo eres...- ríe ella mientras se deja rodear los hombros por el brazo del chico. Él ríe divertido y la besa en la mejilla mientras siguen andando.

-¡Pero te encanto!

-¿Ves? Eso si que no te lo puedo negar...


Bea sale de un examen de filosofía y lo primero que hace es buscar el móvil en el bolsillo de la cazadora. Sus dedos teclean frenéticos un mensaje para Rubén: aunque intentaras distraerme besándome en el cuello conseguí estudiar… y aunque no he parado de pensar en ti durante todo el tiempo, he bordado el examen. ¡Deberías estar orgulloso! Guarda el móvil de nuevo en el bolsillo y mira de reojo al grupito formado alrededor de Aitana. La rubia llora falsamente mientras proclama a los cuatro vientos lo mal que le ha salido el examen. Todo el mundo le consuela y da palabras de apoyo. Bea alza las cejas y suelta un suspiro: la nota de Aitana no bajará de un siete. Si tuviese todo tan seguro en esta vida…

Los minutos pasan y el móvil vibra. Contestación de Rubén: me alegro de que el examen haya ido bien… me va a servir de excusa de celebración para la sorpresa que te tenía preparada. Los ojos de la chica se iluminan con emoción y dibujando una sonrisa boba en la cara guarda de nuevo el móvil en el bolsillo al mismo tiempo que su profesor de matemáticas entra en la clase.


Rubén tiene en el móvil en la mano, sonriendo hacia el mensaje recibido hace tan solo unos instantes. Se dispone a guardar el móvil, pero el Chino es más rápido y se lo arrebata con un movimiento imprevisto. Rubén tarda unos segundos en reaccionar y para cuando quiere hacer algo es demasiado tarde: el Chino ha leído el mensaje y le mira con la boca abierta. Sorprendido, ofendido… Rubén no sabría decir.

-¿Vas a seguir diciéndome que no hay nada?- pregunta enfadado. Le pega un empujón y aprieta entre su puño el móvil de su amigo.- ¿Tienes piva?

Rubén duda… le mira con furia, intenta arrebatarle el móvil inútilmente y después se deja caer sobre un banco.

-Sí.- admite derrotado.

-¿Sí? Osea, qué es verdad lo que me contó Lore…

-¿Qué te contó Lore?- pregunta muy alarmado el chico. Lore, al igual que su novio, posee un gusto demasiado grande por los cotilleos. Conocedora de la vida de todos, es famosa por los chantajes que ejerce gracias a los detalles más escabrosos de cada uno. Tiembla esperando la contestación de su amigo, teme qué puede saber la chica…

-Te vio. Bueno, te vieron: ella y la Bely.

-¿Qué? ¿Cuándo? ¿Dónde?

-¿Qué tal si las preguntas las hago yo ahora?

-Vete a la mierda, Chino, joder. ¡Contéstame!

-¿Ahora tengo que contestar yo? Porque te recuerdo que llevábamos cerca de dos semanas sin vernos, que pasas de mí, que no me contestas los mensajes ni las llamadas, que te he preguntado mil veces que coño te pasaba y no me has contado nunca sobre la pava esta…

-Suenas como una puta novia celosa, me tienes harto. ¿Me lo vas a contar, o no?- le desquicia los aires del Chino. Intenta hacerse el interesante, imitando esos programas que tanto le gusta ver con su madre.

-Pues sí, te lo voy a contar porque yo no soy un gilipollas como tú. Porque yo cuento las cosas.- Claro que sí… tú no puedes callar nada, piensa Rubén.

-Pues venga, cuenta.

-Te vieron un día, con una tía. No sé, morena.- el Chino se encoge de hombros, enfadado por no saber más detalles.

-¿Y en dónde, si puede saberse?- lo sospecha, pero le gustaría confirmarlo…

-Tú sabrás si puede saberse Nano. Tú eres quién decide que podemos saber y que no…- No puede más. No puede con él. Se levantaría y le daría como mínimo cinco puñetazos.

-¡Que te calles ya, joder! ¿Me vieron aquí en el barrio no?- pregunta irritado. Intentando controlar las ganas de pegar a su amigo.

-¿No te escondiste mucho no?

-¿Por qué tendría que esconderme?- ya le está tocando demasiado las narices. ¡Más debería esconderse él con lo fea que es su novia! De todos modos, aunque intente sonar relajado, no lo está en absoluto. No le hace ninguna gracia que el Chino, Lore y sobre todo Bely, sepan algo sobre Bea.

-Ah, no sé, tu sabrás… yo ni siquiera sé quién es la tía. ¿Quién es?

-No la conoces. Es igual…- intenta escabullirse y se pone de pie en el banco.

-¡Eh, eh! Quietecito. ¿No es del barrio?

-No.

-¿Y entonces de dónde?

-¡¿Qué mas te da?!

-¡Lo quiero saber!- el Chino baja la cabeza e intenta abrir el menú principal del teléfono, quiere leer los mensajes. Sin embargo, esta vez Rubén es más rápido y le pega un empujón rápido, arrebatándole su móvil de las manos.

-Pues te jodes.- le contesta enfadado a su amigo. Guarda el móvil en el bolsillo interior de la cazadora y se cruza de brazos.- Estoy hasta la polla de vosotros. Compraros una puta vida. Dejadme en paz…- frustrado, niega con la cabeza y se da la vuelta.

-¿Te vas? ¿A ver a Bea, quizás?

-No, a ver a tu puta madre. Que te jodan…- salta ágilmente la valla que rodea el parque y cruza la carretera sin siquiera girarse a mirar a su amigo. Este espera unos segundos y después va tras él.


Espera apoyado en un coche. Tiene las manos en los bolsillos, intentando entrar en calor y olvidar todos los problemas que abordan su cabeza. Temía que tarde o temprano acabaría pasando… pero no se imaginaba que tan pronto. Se estremece y no sabe si es por el frío o por el miedo que le da que alguna vez lleguen a conocer a Bea. No sabe como debe actuar… No es que se avergüence de la chica, o de su barrio, pero son entornos diferentes y no quiere mezclarlos. No sabe cómo reaccionaría Bea si conociera a Lore, las burradas que podría decirle el Chino o lo pesada que se pondría Bely… los únicos recuerdos que la chica tiene de su amigo es de cuando le robó y de cuando pegó a su amigo… no son buenos recuerdos. También se puede imaginar los comentarios crueles que tendría que aguantar, pues es evidente que Bea es todo lo contrario a él y en el barrio no están acostumbrados a gente de su clase… Se estremece de nuevo, pero entonces la ve. Sonriente y preciosa, como cada vez que la mira.

La chica trota contenta hasta su lado y le rodea el cuello con los brazos. Le besa, le abraza…

-Necesitaba verte…- susurra acariciándole la oreja con los labios.

-Yo a ti también…-contesta él apretando los brazos más fuerte alrededor de su cintura. Le abraza con fuerza, intentando protegerla de lo que podría venírsela encima de conocer el verdadero entorno del chico, el entorno del antiguo Nano. Una bombillita se enciende en su mente: ¿y si lo que de verdad le da miedo es descubrirle a Bea el verdadero Rubén? ¿Si lo que teme es que Bea huya de él y no de sus amigos?

-Estás raro… comenta ella entrelazando sus dedos entre los de él.

-¿Raro? ¿Por qué lo dices?

-No sé… si estuvieras normal te habrías dado cuenta de los pelos de loca que llevo, ¡o te habrías metido con el grano que me está saliendo en la barbilla!

-Vaya, pensaba que odiabas que hiciera eso…- murmura sonriendo, intentando disimular. La verdad es que ni siquiera se había fijado en esos detalles…

-Ya, ¿y? Siempre lo haces igualmente. Dime la verdad, ni te habías fijado ¿a qué no? ¿Ves? Por eso digo que estas raro… ¿Te pasa algo?- pregunta preocupada, acariciándole el dorso de la mano y deteniéndose en la acera. Le obliga a mirarla a los ojos.

-No.- sonríe, intentando quitar hierro al asunto y la toca con el dedo el puntito rojo de la barbilla.- ¡Vaya! La verdad es que es enorme…- Bea ríe y le retira el dedo con un manotazo.

-¡Idiota!- niega con la cabeza y vuelve a andar. Sin embargo Rubén tarda unos segundos más en recuperar el ritmo normal. El Chino está al final de la calle, mirándoles. Examinando detenidamente a Bea y luego mirándole a él a los ojos, regocijándose. Rubén se queda blanco, Bea ni se da cuenta y sigue parloteando sobre lo chupado que estaba el examen de filosofía. El pecho parece encogérsele mientras intenta disimular. El Chino sonríe maliciosamente y después se da la vuelta, marchándose por donde ha venido.


Rubén intenta poner en calma su mente, mientras ordena las cosas. El Chino le ha visto, le ha visto con Bea. Un escalofrío recorre su espalda y sin darse cuenta aumenta la presión en la mano enguantada de Bea. Ella suspira y no dice nada, sigue caminando. Rubén no gira la cabeza pero sabe que ella siente que pasa algo… cómo no notarlo. Está actuando raro pero no sabe cómo dejar de hacerlo. No sé ve capaz… todo lo que temía se está cumpliendo. Sabía que ocurriría en algún momento pero quería ser ÉL quién decidiera cuando llegaría ese momento...

-¿Piensas seguir diciéndome que no pasa nada?- pregunta ella cuando se paran en un semáforo. Rubén clava su mirada en el muñequito rojo del aparato situado a unos veinte metros de ellos, después cambia a los coches que pasan muy rápido por delante suya, la furgoneta de reparto, el Audi azul oscuro.- Vaya preguntas más estúpidas que tengo… pues claro.

Está enfadándose, lo nota, pero tampoco puede hacer nada. Comienza a brotarle una impotencia que se convierte en rabia… pero eso si lo controla. No quiere montar un numerito.

-No me pasa nada, en serio.- dice con un hilo de voz nada convincente. Bea suelta un bufido y niega con la cabeza, suelta su mano y se hunde un poco más en gorro de lana. Calada con el hasta las cejas se gira y le mira.

-Mientras no sea nada grave y estés bien... ¡Que nerviosa me pone que nunca me cuentes nada, Rubén!- el chico frunce el entrecejo con dolor, o quizá con otras sensaciones. Su cara es una máscara indescifrable.

-Bea yo… no te preocupes ¿vale? Estoy bien, en serio. Son solo tonterías mías… nada grave, en serio- Coge su mano sin darle tiempo a contestar y tira de ella, instándola a cruzar el paso de cebra.

-Sí, sí… lo que tú digas.- contesta ella aburrida. Mira de refilón el móvil y lo vuelve a guardar en el bolsillo.- No quiero ir a casa.

-¿No? ¿Y qué quieres hacer? Hace muchísimo frío…

-Puedes irte si quieres ¿eh? No te estoy obligando a quedarte…- Rubén pone los ojos en blanco e intenta obviar el tono impertinente de la chica, pues es normal que ella esté enfadada.

-¿Pero qué dices? No seas tonta anda…- le pasa el brazo por los hombros y aunque ella intenta resistirse consigue atraerla hacia él.- ¿Cómo me voy a querer ir?

-No sé. ¡Es que estás rarísimo!

-Por muy raro que esté… estando contigo nunca me voy a querer ir. Tenlo claro. Si alguna vez me he ido o me voy… no es porque quiera. ¿No se te olvidará no?- los ojos claros de él se clavan en los oscuros de ella, intentándole hacer llegar todo lo que sienten y esconden. Bea asiente ligeramente y luego sonríe mientras se abraza aún más fuerte a él y reposa su cabeza en su hombro.

-Dentro de una hora mi padre se va… ¿aguantarás el frío y te vendrás?

-Pues claro… soy un tío fuerte. ¿Por quién me tomas?


Efectivamente, una hora después ambos entraban en casa. Subían con la promesa de ver una película, elegía Bea, pero todo apuntaba a que no habría película… al menos no de momento. En el ascensor comenzaban los besos, unos besos que traspasaron el descansillo, la puerta y llegaron hasta el salón. Rubén se dejó evadir por los besos de la chica, por sus caricias de manos frías sobre piel caliente. Los abrigos cayeron al suelo, pero a ninguno pareció importarle. Los problemas parecían lejos… Bea toma la iniciativa por los dos y les guía hasta el sofá, sin embargo la pasión del momento les lleva a la alfombra de debajo. Las respiraciones de ambos son aceleradas, sus voluntades débiles.

Rubén duda mientras sus dedos juguetean con el dobladillo de la camiseta de Bea. ¿Qué debe de hacer? Desea hacer desaparecer ese dichoso trozo de tela pero teme que ella se enfade. Bea abandona su boca por un momento y se desliza hasta su cuello. Nota como se le pone la carne de gallina y su cuerpo comienza a perder el control. Ella pasa sus manos por su pelo y después por su espalda. Le mira, sonríe y hace ademán de quitarle la camiseta. Rubén lo hace por ella en menos de un segundo, ansioso, y ella ríe. El chico intenta controlarse, intenta mantener la cabeza fría... pero es imposible. Bea es tan perfecta, tan... ella. Aún no puede creerse que se estén besando, que ella le acabe de semidesnudar... que ella se acabe de semidesnudar ante él. Si antes tenía alguna duda de que aquello estaba mal, ya ni siquiera se replantea el pensar sobre el tema. ¿Cómo va a estar mal? Solo un ciego no podría ver el amor y las chispas que hay entre ellos... dicen que Dios está en todas partes y que ve todo así que el también lo vería... ¿no? Rubén nunca ha sido creyente, pero aunque lo fuera sabe que le daría igual acabar en el infierno por toda la eternidad. A fin de cuentas, ya está en el paraíso cada vez que Bea está cerca. Desliza sus manos por la cintura de la chica, acaricia su tripa, besa su clavícula y casi sin querer sus dedos vuelven a ir hacia un lugar prohibido. Se regaña a si mismo mientras intenta alejar los dedos del cierre del sujetador. Sin embargo parece que el dichoso metal se siente atraído hacia las yemas de sus dedos. Bea ríe brevemente y luego suspira. Se separa un poco de él y apoya su frente sobre la suya. Se muerde el labio, ella también quiere, puede verlo.

-No te pases de listo...- susurra muy bajito. Rubén percibe una especie de gemido en su voz. Le da un rápido pico y cierra los ojos mientras sonríe.

-Ponte otra vez esa camiseta si no quieres que nos volvamos los dos locos...- ella rompe a reír y le abraza fuertemente. Después le da un beso en la punta de la nariz y recupera su camiseta del brazo del sofá. Una vez vestida, le mira. Él de pronto se siente sobreexpuesto allí tumbado sin camiseta.

-¿Qué me miras?- pregunta un poco incómodo.

-Estaba pensando que realmente soy una imbécil...

-¿Una... imbécil?-pregunta él confundido. ¿Por qué? ¿Acaso no le gustaba lo que veía y creía que era una imbécil por lo que había hecho? Vale que no era Cristiano Ronaldo, pero hasta entonces ninguna chica había tenido queja de su cuerpo. Es más, la Bely solía repetirle que era el típico chico de portada de la Vale.

-Si.

-¿Por... por qué?- Se incorpora y recupera su camiseta del suelo. Ella suspira mientras él pone del derecho la prenda.

-No sé como puedo ser capaz de parar esto... soy una imbécil por decirte que pares... quería igual o más que tu que algo sucediese. Me siento una imbécil mirándote ahí y viendo lo que estoy desperdiciando, lo que me estoy perdiendo...- de pronto todas sus inseguridades desaparecen de un plumazo. Ahora él se siente también un imbécil, pero por razones distintas. Sonríe, orgulloso y se acerca un poco a la chica, que sonríe divertida.

-¿Sabes que esa frase ha sonado un poco a ninfómana, verdad?- Bea rompe a reír y enarca una ceja.

-¿Quién te dice que no lo soy?- dice con una risita juguetona.

-Bea, si sigues diciendo eso no va a haber quién me pare... y esta vez lo digo en serio.- intenta poner su cara más seria, demostrando que no bromea. Cuenta hasta tres mentalmente y domina el instinto de saltar sobre ella y devorarla a besos.

-¿Vemos una peli?- propone ella mordiéndose un labio. Rubén la mira con el corazón cardíaco, pensando que ella realmente tiene los labios más sexys del mundo...Los mira de nuevo y sólo puede pensar en besarlos...

-Bea... por favor...- ella se sube de un salto al sofá y palmea el cuero del asiento de al lado.

-¡Venga! Creo que ya sé que película ver…


Rubén suspira mientras pasea su mirada por el salón. La película elegida por Bea es Big Fish. La verdad es que no está mal… podría incluso decir que le gusta, pero no es capaz de concentrarse. Puede oler la colonia de la chica, siente el tacto de su pelo en la barbilla y la presión de su cuerpo en las piernas y el pecho. No le apetece ver una película, no después de su encuentro en la alfombra hacía un rato. Parece raro pero en todo lo que llevaba con ella esa tarde apenas se había acordado del Chino, tampoco del Centro o de la Bely. Era casi como dejar la mente en blanco… casi. Porque aunque no pensara en su barrio seguía pensando en cosas. Por ejemplo, en el tirante del sujetador de Bea que se había deslizado por su hombro o en los centímetros de piel que su camiseta levantada revelaba. Trata de centrarse otra vez en la película pero le parece un poco absurda: cosas sin sentido, colores llamativos y diálogos que no acaba de entender…

Bea se revuelve un poco y le mira. Puede adivinar su aburrimiento, pero parece darle igual.

-Es una de mis películas favoritas…- comenta animada. Rubén fuerza una sonrisa, tratando de complacerla y parece ser suficiente pues ella gira la cabeza y vuelve a prestar atención a la pantalla. El chico pone los ojos en blanco, sin embargo, él también la mira y pone todas sus ganas en entenderla, y cuando lo hace lo logra. Retiene algunas frases que le parecen bonitas, otras útiles o sabias. Vaya, pues resulta que la película no estaba tan mal… Bea llevaba razón, le gusta. Espera animado la siguiente escena, pero entonces el fundido a negro y los créditos le informan de que ya ha acabado. Bea se gira sonriente y le acaricia la cara.

-Estás guapísimo tan concentrado en la peli…- murmura acercando su rostro para besarle.

-Me ha gustado mucho.- contesta el sonriendo.

-¿Si, verdad? Es preciosa… ¿Quieres algo de comer?- pregunta levantándose y arrastrando los pies hasta la cocina. Rubén no puede evitar mirar el culo tan bonito que le hacen esos vaqueros.

-No… no. No tengo hambre.- Bea vuelve comiendo un puñado de cereales. Le ofrece a Rubén que a pesar de haber afirmado no tener hambre come gustoso.

-Me encantan los cereales a puñados…- comienza ella.

-…más que con leche- completa él. Ambos se echan a reír y Bea mira el reloj que cuelga junto al televisor.

-Perfecto, aún tenemos tres horas hasta que mi padre vuelva…

-¿Tres horas? Tres horas es mucho tiempo…

-Si. Pero tengo una idea… ¿sabes lo qué me encantaba hacer con mis padres de pequeña?

-¿Ir al Palacio Real?- pregunta él temiendo que ella quiera ir hasta allí ahora.

-¡No, bobo!- replica la chica riendo.- Coge el abrigo, ahora te lo explico…


Salen al descansillo y cogen el ascensor. Rubén piensa que irán hacia abajo, por eso se sorprende muchísimo cuando Bea pulsa el último botón, uno blanco completamente, sin número.

-¿Vamos al piso sin número?- pregunta él escéptico.- Que misterioso todo ¿no?- las puertas de abren, dando lugar a un descansillo más pequeño que él de Bea y muy muy oscuro. Bea saca el móvil de bolsillo y toma la mano de Rubén, guiándole. Atraviesan el descansillo y suben tres escalones hasta que topan con una verja. Bea suelta la mano de Rubén y rebusca un poco más en su bolsillo. Finalmente saca una llave y la introduce en la cerradura, que tras unos cuantos forcejeos cede y se abre.

-¿Estamos haciendo algo legal?- pregunta Rubén en un raro estado mezcla de extrañeza, incertidumbre y miedo por su pasado judicial. Por un momento teme que Bea haya perdido la cabeza y estén haciendo allanamiento de morada o algo similar.

-Más o menos. Creo que podría decirse que sí… aunque técnicamente no.- las palabras de la chica no le dejan más tranquilo, pero acepta su mano y avanza tras ella.- De todos modos no hagas mucho ruido.

Suben unos cuantos escalones más y Bea vuelve a sacar la llave, esta vez para abrir una puerta de metal, en color negro. Una vez superada la cerradura, le pega un empujón al metal y este cede, dando lugar a una azotea bastante grande.

-¿Con qué se trataba de esto?- sonríe divertido Rubén. Bea asiente y le toma de la mano mientras cierra la puerta de metal.

-Hace unos diez años que mi padre fue presidente de la comunidad. Una tarde tenían que revisar las antenas y yo subí con él y los técnicos. Me gustó tanto que le pedí y rogué cinco mil veces que no devolviera la llave.

-¿Y no lo hizo?- pregunta Rubén intentando asociar la serie imagen del padre de Bea, con su traje gris y su corbata, a la de alguien haciendo algo que no debe.

-¡Claro que no! Pero sí hizo una copia- explica ella sonriente. Rubén no puede evitar una carcajada. La chica sonríe aún más y camina hasta el borde más alejado de la puerta.- Siempre me ha encantado subir aquí y observar la ciudad… por la noche es preciosa ¿no crees? Llámame materialista… pero si alguna vez tuviese que dejar Madrid me moriría. No podría vivir sin todo esto.- abarca con la mano lo que hay bajo ellos y Rubén se encoge de hombros.

-¿Supongo que es lo mismo en todas las grandes ciudades, no? Luces, tiendas, coches…

-No. Nada es igual que Madrid.- susurra ella.- Eres la primera persona que subo a aquí ¿lo sabías?

-No, claro, cómo lo voy a saber…- Rubén se siente de pronto importante. El saber que el estúpido pijeras de su exnovio nunca estuvo allí le hace crecerse en sí mismo. Sabe que es un lugar importante para Bea, también lo es para él. Se ha convertido en un lugar importante desde el primer momento en que ella lo ha compartido con él.

-Pues ahora ya lo sabes. Quería que lo supieras. Quería compartirlo contigo… ven, abrázame.- Rubén obedece. ¿Cómo podría no hacerlo? Y rodea su estrecha cintura con los brazos. Apoya la cabeza en su hombro y besa su oreja.

-Te quiero.- susurra. Ya está. Ya lo ha soltado. La bomba que podría estropearlo todo, que podría conseguir que no volviese a abrazarla nunca… Se siente afortunado por estar allí arriba, observando todo Madrid. Se siente afortunado por tenerla entre sus brazos… no quería decirlo en alto, pero no ha podido evitarlo. Las palabras han escapado de sus labios y se han instalado allí, entre ellos. Siente como si sus brazos no pudieran abarcarlos a ambos, ¿o debería decir a los tres? Nota el silencio, palpitando entre ellos, como uno más, separándole a cada segundo más y más de Bea. Ella se suelta de su abrazo y el pecho comienza a dolerle. No puede ni imaginarse que pasaría si la respuesta de ella no es positiva. Su cuerpo se gira, le encara. Los ojos de Bea brillan, cree reconocer una lágrima corriendo por su mejilla. No sabe porqué llora, quizá es por que no le quiere… pero no puede evitar que su mano vuele hasta ahí y seque esa lágrima. No puede evitarlo igual que no pudo evitar decirla te quiero. Una sonrisa grande, luminosa, como nunca antes había visto se extiende por la cara de la chica. Le mira a los ojos y sin siquiera abrir la boca disipa todas sus dudas. Se quedan así durante casi un minuto. Sólo mirándose, sin decir una palabra. Casi sin tocarse. Al final Bea rompe el silencio.

-Te quiero.


Estuvieron ahí arriba bastante rato, acurrucados, abrazados, disfrutando del dulce momento que acompaña el primer te quiero en una relación. Estaban helados, hacía mucho mucho frío, típico del mes de diciembre, pero no les importaba.

-De pequeño me encantaba creerme que podía volar…- confiesa avergonzado Rubén. Bea ríe.

-A mi también, no te avergüences. Subía aquí, abría los brazos y me creía que estaba volando. La verdad es que siempre he soñado con ello…

-¿Sigues soñando con ello, o qué? –pregunta el con cierta burla. Bea pone los ojos en planco y se cruza de brazos.

-¡Pues claro! Tiene que ser precioso… ¡me dirás que no!

-¿Osea que quieres volar?- pregunta él aguantando la risa. Bea asiente, muy decidida y se pone de pie de un salto. Sube a un pequeño bordillo, ganando unos centímetros de altura.

-Si desde aquí veo esto… imagina qué puedo ver desde más arriba.- Rubén visualiza otro bordillo junto al que está subida ella. Lo señala.

-Prueba ahí.- Bea le obedece, ganando cuatro centímetros.

-Todavía es demasiado bajo… ¡quiero volar, de verdad! ¡Quiero tocar el cielo!- Rubén se encoge de hombros.

-No hay nada más alto. Además… bájate de ahí, vas a hacerte daño.

-¡No seas soso! ¡Ven aquí!- el niega con la cabeza divertida y obedece. Sube con ella al bordillo.

-¿No disfrutas las vistas? ¿No crees que sería genial poder volar desde aquí?

-Prueba

-¡Idiota!- ríe ella dándole un golpe en el hombro.- En serio, créetelo conmigo. Así mola más.

-¿Mola más?- rompe en carcajadas, negándose a participar en la fantasía de la chica. Ella se gira haciéndole una mueca divertida y, entonces, de repente accede. ¿Por qué no hacerla feliz? La coge en vilo unos centímetros, compensando sus alturas. Ella niega con la cabeza y ríe.

-¡Más alto!- trepa de un salto hasta su espalda y se agarra firmemente con las piernas. Deja los brazos libres y los abre como si fueran alas.

-¡Quiero volar! ¡Quiero tocar el cielo! ¡Quiero bailar con las estrellas!- Rubén comienza a dar vueltas y ella rompe en carcajadas. Por un momento parece una niña pequeña. Se siente como si tuviese otra vez cinco años. Echa la cabeza hacia atrás y después el cuerpo. Se deja llevar por el movimiento de Rubén, que ahora también ríe. Vuelve a incorporarse y le besa en el cuello.

-Te quiero- murmura en su oído. Él gira la cabeza, sonríe ampliamente. Ahora más que nunca tiene cara de niño. -¿Qué te gustaría hacer?

Rubén se deja llevar por el momento, por la euforia que siente, por la magia que han creado entre ellos dos.

-Liberarme- dice sinceramente.

-Hazlo- contesta ella encogiéndose de hombros.

-No es tan fácil…- murmura él negando con la cabeza incómodo.

-Cuánto más difícil es algo, mayor será la recompensa que te espera al final –Bea sonríe ampliamente, él la mira sorprendido de su gran sabiduría. Después se encoge de hombros otra vez y ríe brevemente.- Es de Big Fish. ¿No te acuerdas?- él pone una cara rara y Bea ríe, dejándolo pasar. Sin embargo, insiste en lo otro, realmente quiere hacerle feliz.

-¿Qué te ata? ¿Por qué no eres libre?- las palabras de la chica recrean en su mente al Chino, a Bely, a Lore, al Centro, a su barrio…

-Porque no puedo contarle a todo el mundo que te quiero, que soy feliz contigo.

-Puedes.

-No es fácil, Bea. No lo entiendes.

-Para mi todo es fácil. Si quieres hacerlo, hazlo. Es simple.- el la mira, lo piensa. No es para nada fácil, pero no quiere contradecirla. Sabe que tampoco para ella lo es, que su padre no quiere que estén juntos. Pero ha de aceptar que la chica lo disimula bien, consigue vivir bien con ello. Se encoge de hombros, sintiéndose un cobarde o un inútil a su lado.

-No puedo.- al decirlo las palabras le queman en la boca.

-Yo lo haré contigo.- la chica avanza hasta la barandilla. Se asoma a ella y le mira, sonriente. Rubén no adivina que está a punto de hacer. No lo sabe hasta que Bea abre la boca y comienza a chillar. Primero un grito desgarrado, liberador. Después comienzan las palabras, las frases con sentido. –Te quierooooo- el ríe. Camina a su lado. ¿Frases con sentido? Quizá no para el resto del mundo, pero al menos si para ellos.

-Te quierooooooooo- ella sonríe ante su chillido, le aprieta la mano para inspirarle confianza y chilla más fuerte.

-Le quieroooooo.

-Te quieroooooo. Te quiero Beaaaa. Te quierooooo- se giran y ella le abraza, muy fuerte, casi con desesperación. Se besan, se besan como si no hubiera un mañana. Unidos casi como si fueran uno. No sienten el frío, ni ven el vaho que sale de su boca, no distinguen las sirenas del coche de policía que pasa bajo ellos… nada. Sólo ellos.

-Eres como... como un comodín. Cuando estoy contigo es como si desconectase del mundo. No importa nada más que tú y yo. Somos dos y no estamos aquí... no es Madrid, no es el mundo.

-A cinco minutos de la tierra.

-¡Si! ¡Quiero sentirme así siempre! ¡Para siempre!- el ríe y ella le coge de la cara, obligándole a mirarla.

-¡Prométemelo! ¡Para siempre! ¡Prométemelo!- él asiente, sin dudarlo. Sintiendo que si en algún momento dejara aquello morir él mismo moriría.

-Para siempre.

-¿Me harás sentir siempre a cinco minutos de la tierra?

-Siempre. Te quiero… te quiero.- susurra Rubén de nuevo mirándole a los ojos. Esta vez no se le ha escapado, esta vez no ha sido por error. Lo siente, igual que lo sentía, pero ahora lo ha dicho completamente seguro de ello. Sin miedo, sin vergüenza.


Espero que haya cumplido las expectativas con este capítulo. Realmente es uno de los que mas he disfrutado escribiendo, me gusta mucho el resultado y lo considero una parte clave de la historia. Es el capítulo donde por fin se sinceran el uno con el otro, donde por fin se ponen en contacto los dos mundos (hasta ahora paralelos) de él y de ella y donde por fin se conoce el momento que da título a la historia.

Intentaré escribir todo lo rápido posible... pero tampoco quiero precipitarme pues hay muchos cabos sueltos que quiero unir y no dejarme ninguno por el camino así que... no pongo fecha de entrega pero un año seguro que no! jeje

un beso!