Y me encontraba sola escuchando el tictac del reloj sobre mi pared.
Sonido constante; no siendo más que un vil asesino,
Cruel, perverso y de mórbido andar.
Una a una mis neuronas cedieron al eco inconmovible e ilusorio del tiempo.
Tictac, tictac, tictac.
¡Silencio!.
Y sucedió lo impensable; la voz de lo eterno y lo efímero fue engullida ante la ausencia de ruido.
¿O es acaso el abrazo de la muerte?.
Soy hoja en blanco esperando ser escrita, dibujada…
Soy y no soy, creyendo que formo parte de la imaginación de otro ser, suspendida en algo que desconozco y que a la vez me es familiar.
Tan irreal, tan doloroso…
Lejos de mi pensar; clavado en mi sentir.
Tic…Tac.
Eco palpitante de los segundos, minutos y las horas.
El principio y el fin…
Deidad soberana entre los mortales.
07 de noviembre de 2008