Baile furtivo de media noche

Sus besos fueron fuego sobre mi piel de madera blanca, lamiéndola, quemándola y envolviéndola con aquel ardor intrínseco característico de su esencia única y celeste.
Sus manos me recorrieron con la pericia y la entrega que tiene el escultor con ese pedazo atesorado de arcilla que está próximo a transformarse en una bella figura.
Arcilla blanda y lista para moldearse. Arcilla nueva, arcilla virgen.

Su naturaleza de hombre convertida en oleaje y vaivén de tormenta marítima sacudió por medio de caricias embriagantes la arena suave de mi costa interior.
Me hizo perderme y encontrarme al mismo tiempo, y me dio el regalo invaluable de ser amada por primera vez, pues fue el hechicero que hizo de mí su experimento para hacerme agonizar con el placer de su magia perfecta.

Me volví agua para poder fluir con aquel momento tan soñado y esperado por mi cuerpo inexperto pero ardiente en ese deseo de éxtasis sicalíptico.
Él me bebió toda y me hizo parte de sí mismo una y otra vez.
Y se volvió aire.
Aire que inhalé desesperadamente hasta que no hubo más existencia que mi aliento haciéndose uno con el suyo y que entonces exhalé en un alivio urgente y final.

Mis muslos fueron su refugio y mis caderas su balsa.
Su pecho fue mi santuario y sus labios, mi perdición.
Recorrimos el mundo y llegamos al centro de la tierra, un centro caliente y tan vivo como nosotros dos.
Regresamos a la superficie junto con la erupción de un volcán y en ese momento nos sacudió un escalofrío letal que nos llevó a la muerte durante unos instantes y que posteriormente nos devolvió a la vida.

Sus oídos, junto con los míos, fueron colmados con la sinfonía traída por nuestros coros corporales y mis ojos con el goce de la simplicidad de su desnudez.

Nuestra realidad se llenó de luz, barro y arena durante ese espacio atemporal, impregnándonos del olor a humo, a cedro, a tierra y a sal.

¿Y después? después hubo paz y somnolencia completas mientras ambos éramos arrastrados por la tranquilidad resultante de nuestros cuerpos desnudos entrelazados.

Viernes, 3 de octubre de 2008.