LA NIÑA QUE SOÑABA ~
...
Como una niña enamorada de sus sueños, sigo y sigo buscando el
caminito.
Me gusta caminar descalza, sentir la tierra húmeda y
clara a mis pies, me imagino que estoy en el país de Oz y que pronto
se convertirá en baldosines...
Continúo por mi caminito, a veces dando saltos y otras moviéndome muy despacio, cerrando los ojos, sintiendo el aire que me acaricia, soñando... me gusta sentir la brisa en mis pómulos, sentir mi cara que la sé sonrosada y elevar el cuello hasta dirigirla hacia arriba y notar la luz del sol afuera de mis párpados, sobre mí, que se calientan tibiamente con lentitud y suavidad...
Me paro, y extiendo mis brazos.
Quiero
sentir la vida en mí. Quiero que venga volando con la brisa, que se
tope conmigo y que se adhiera a mí, quiero sonreír, ser feliz,
abrir mis labios como no lo he hecho nunca y despegar luego mis
dientes, para reírme, reírme, reírme sin parar...!
¿Crees que podré?
Llevo un sombrero de paja, de ala muy ancha,
típico de esos lugares de gente sencilla y mujeres antiguas que
mostraban su estatus social con enomes pamelas... sólo que la mía
es de paja, y está un poco estropeada por los filos.
Pero a mí
me gusta, porque me parece muy bonita, aunque los demás digan que es
fea.
Me gusta que, cuando me he parado, el viento la ha separado
de mi cabeza. Mi pelo se ha quedado suelto, está muy largo, se me va
a enmarañar, y de pensar que es tan libre y que no lo voy a tener
que peinar, quiero volver a sonreír: mi pelo está libre. ¡Él es
feliz!
Se ve rojizo oscuro con la luz de la vida, se ve como el
flequillo me azota la cara con ilusión, se ve cómo mi liso se va
enredando cada vez más... ay, vida, ¿es que estás llegando ya?
No
me quiero mover más.
Quiero quedarme aquí, sentir si llega la
felicidad, seguir sintiendo esas caricias, seguir sintiendo ese amor,
esa libertad...
...y bajo mi rostro, buscando la mirada del suelo de arena fina que piso. Todavía no quiero abrir los ojos. Todavía no ha tenido tiempo de convertirse en adoquines. ¿Dónde está la magia? ¿Estará llegando ya?
Llevo un vestido
blanco, siempre con mi vestido blanco. Pero esta vez soy una niña, y
el vestido es más pequeñito. Me llega un poquito más abajo de las
rodillas, es de tirantes finitos, y lo mejor de todo... de seda
celestial.
La seda es preciosa.
La seda es amor, la seda es
vida, la seda blanca te acaricia y te ama con cada roce que siente tu
piel, la seda vuela como el aire la levanta, la seda ríe, se eleva
sobre mis rodillas y deja respirar a mi piel... ¿La seda me
quiere?
Con las manos en el pecho y mi cabeza gacha, todavía no he llegado a sonreír. Vida, ¿dónde estás? ¿Todavía no vas a llegar? ¿Serán ya de oro los adoquines del suelo? ¿Estará la magia a punto de aparcar? Seguro que viene cogida de la mano, unida a la vida. Seguro que son bellas, seguro que son la misma... seguro que cuando las vea, me ilusionaré.
Y levanto despacio mi cabeza, elevo mi mirada y vuelvo a situarme en mi caminito de sueños: miro al horizonte, entre los árboles llenos de vida, verdes y dulces de este bosque se vislumbra el cielo azul, que es más grande si miro hacia arriba, y arriba está el sol, ese sol enorme, iluminado... rebosante de vida. La brisa me sigue acariciando, siento que me trae amor, la tierra clara, que todavía no es adoquines, bailotea alrededor de mis pies descalzos, y mi sombrero... ¡ay, mi sombrero! ¿Dónde estará?
Y me di la vuelta, no lo vi por ninguna parte, volví a mirar al frente, seguía sin estar. ¿Se habría ido mi sombrero a vivir, ahora que ya era libre y no estaba posado en mí?
Levanté mis pies y no lo encontré, lo busqué, pero me
había dejado. Mi sombrero ahora... seguro que era muy feliz. Tal vez
mi vestido y mi pelo también se fueran si pudieran, pero estaban tan
unidos a mí, tan aferrados a mi cabeza y a mi cuerpo, que no podrían
vivir si yo no los dejaba ir, si yo no los soltase, si yo no los
cortase, los separase de mí y les dijese "marchad, volad,
sentíos libres: ¡eso es la felicidad!"
¿Debería dejarlos
ir?
Decidí que sí. Y los amé, me desprendí de ellos y
los dejé, para que se fuesen a vivir.
¿Pero dónde estaba la
vida, que todavía no llegaba a mí?
Un poco más seria, sin mi vestido y sin mi pelo que me había cortado con una piedra, sin mi sombrero... yo no sentía la vida, yo no sentía la felicidad. Ahora sentía que no llegaría. Así que seguí caminando, sintiendo la brisa que ahora me resultaba fría, notando piedrecitas en la tierra fina que no se había convertido en adoquines, y con los árboles que soltaban las hojas a volar... ¿Vida, dónde estás? ¿Te desprendes de los árboles que estaban vivos y eran dulces? ¿Y el sol? ¿Por qué ya no brilla como antes? Magia, vuelve y hazle iluminar... ¡por favor! ¡Vida, no te vayas de mí! ¿Dónde estás?
Sentí que quería llorar. La vida que parecía que se acercaba me había dejado, no había llegado a sonreír, y había perdido a mis amigos que habían conocido la libertad... Me quedé parada, con frío, pensando si debía dar la vuelta y preguntándome a dónde iría a parar.
"No te quedes ahí" dijo alguien a mi lado. Me sorprendí, abrí mucho los ojos y miré a mi alrededor. Un poco de aire volvió a soplar, y vi a mi pelo volando, pasando justo junto a mí, para luego adelantarme y seguir adelante.
Y lo seguí. Iba muy rápido y tenía que correr para no perderlo. De repente dejé de verlo, y comencé a caminar despacio. Unos pequeños pasos después, encontré mi sombrero sobre mi vestido y mi cabello a la sombra de un árbol. Estaban justo a una cascada muy grande y bonita, donde los árboles volvían a tener vida y ser dulces, ya no perdían sus hojas y su color era más hermoso que nunca.
"¡Princesa!"
dijo alguien a mis espaldas. Di un saltito sobresaltada y reconocí
esa voz al instante. Me abrazó por detrás y rodeó mi pecho. Luego
me dijo al oído, "¿quieres que nos demos un baño?".
¡Era
él! ¡Había venido a verme!
Antes de responder, vi que mi pelo,
mi vestido y mi sombrero seguían estando en mí: ¡había cerrado
los ojos y me lo había imaginado todo!
Pero esto sí era real: estaba en la cascada, y él estaba a mi lado...
No pude hacer otra cosa más que sonreír. Le cogí la mano y nos fuimos a bañar, el agua estaba fresca, la brisa era maravillosa y desde que él había aparecido sentía una felicidad tan inmensa que por fin podía sonreír y reír.
Esto era la auténtica felicidad.
Era algo mágico.
Esto era la vida.
Cantnoy.