Capítulo 1: Mi peor pesadilla
Querido diario:
¡Hoy ha pasado lo peor que pudo haber sucedido jamás! Se que pasó mucho desde que escribí en este viejo cuaderno, y había pensado en no volver a dejar constancia de mis pensamientos. Pero es que es tanta mi urgencia por comentar esto que no puedo evitarlo.
Todo comenzó el día en que la profesora de Literatura dijo que debíamos escribir una historia para el día siguiente, y esa sería una de las notas que se contarían al final del trimestre.
La verdad es que por más que lea y escriba mucho en mi diario, debo confesar que escribiendo historias soy un verdadero desastre, no tengo ni un gramo de imaginación. Por lo tanto, a la hora de que el boletín llegue a casa, mi nota de literatura es una de las peores, por no decir la peor de todas.
Estábamos a mitad de año, y necesitaba una buena nota en literatura si no quería encontrarme con la maestra en las vacaciones. Intenté escribir varias historias, pero no lograba nada mejor que "la rana que no quería croar" (muy original si tuviese cinco, ¡Pero el hecho es que tengo diecisiete años!). Al ver que de mi imaginación no podía sacar nada decente para volcar en el papel, comencé a buscar en Internet algunos cuentos de extraños. Había millones y muy buenos, si tan solo imprimiese uno y lo entregara con mi nombre…pero no, tengo demasiada conciencia para hacer algo así, además soy muy mala mintiendo, tanto que apenas empiezo a mentir me pongo toda colorada, y hasta los daltónicos pueden notar que estoy nerviosa.
Debido a todo eso, tome una decisión que no debería haber tomado nunca…pero es que en ese momento parecía totalmente lógica…
Lo mejor que había escrito en mi vida se encontraba en este cuaderno, aquí puedo volcar todos mis pensamientos, y no importa si uso las palabras correctas o no, porque refleja quien soy yo, sin máscaras.
Claro que no iba a darle mi diario a la profesora de literatura, no estaba taaaan desesperada. Pero ya eran las dos de la mañana y no tenía tiempo de rescribir alguna página de mi diario, así que lo dejé en mi mochila, apagué todo y dormí.
A la mañana siguiente llegué al colegio temprano y lista para copiar unas páginas de mi diario antes de que tocara el timbre de inicio de clases.
- Hola Sabrina.- me saludo mi mejor amiga, Eli, mientras tomaba su asiento atrás mió.
Eli, (Eliana para los que no eran sus amigos), era alta rubia y de ojos celestes, y estaba llena de admiradores. Pero ella se hacía la que no lo notaba, pues pensaba que los chicos de su edad eran "inmaduros".
- ¿Qué haces?- me preguntó.
- Repaso mi cuento para literatura, ayer no tuve tiempo de pasarlo en limpio. – Aclaré mientras escribía a toda velocidad unos párrafos que reconocía haber escrito hacia fines del año pasado, algo sobre el caer de la lluvia que en ese momento me había parecido "profundo".
- Ah, ok.- contestó mientras se acomodaba en su silla, y viendo que no iba a poder hablar conmigo tomaba un libro y lo habría por el separador.
- Hola Eli, ¿cómo estas? – Preguntó una voz que me era lamentablemente familiar.
- Bien Santiago, y mi nombre es Eliana por si te es muy difícil de recordar.- Replicó una mordaz Eli.
- Veo que estas algo dormida todavía Eli. ¿Qué tal si después del colegio salimos por ahí?
- ¿Qué te parece si después del colegió te vas del país y nunca volvés?
Sonreí para mis adentros mientras seguía escribiendo a toda velocidad, tan solo faltaban cinco minutos para que la clase de literatura comenzara (la primeras horas siempre la ocupaba aquella profesora).
Eli no era así con todo el mundo, en realidad con casi nadie era así, por lo general se mostraba siempre alegre y bromista, era de aquellas personas que a todos les cae bien.
Pero su mal humor con Santiago era debido, a mí. El año pasado él entró al colegio, y enseguida se hizo popular, "y como no serlo, si parecía una estrella de cine", pensé algo celosa. Lamentablemente en el mundo hollywoodense de Santiago, una chica pelirroja y con pecas parecía desentonar, por lo que no perdía ocasión en molestarme, haciéndolo en frente de todo el colegio sin remordimiento en muchas ocasiones. Fue a principios de este año cuando él comenzó a demostrar cierto interés hacia Eli, pero ella lo rechazaba siempre en venganza por las burlas de las que yo sufría por su culpa. Eso demostraba lo buena amiga que era Eli para mí.
- ¿Qué haces Pecas?- pregunto Santiago mirando curioso lo que escribía.
- No te interesa Santiago, y ya te dije veinte veces que odio que me llamen Pecas.- Repliqué enojada, mientras tapaba lo que había escrito y mi diario.
- Razón para que lo siga haciendo, Pecas.
- Idiota…- murmuré mientras se alejaba y se iba a su lugar.
- Ah y pecosa, un consejo, si quieres que no te llame como no te gusta, entonces no me insultes por lo bajo. – contestó guiñando un ojo y revolviéndose el pelo al mejor estilo de película. "¿Por qué Dios no lo había castigado con una nariz extra grande, o algo por el estilo?"
- Y Santiago un consejo, si quieres caerme tan sólo un poco bien, entonces no molestes a mi mejor amiga.- respondió Eliana más rápido que yo.
Le dediqué una sonrisa agradecida, de verdad apreciaba esas cosas pero yo podía defenderme sola, no necesitaba que contestara por mi siempre, yo tampoco era una nenita tonta.
- Es que Eli, yo no quiero solamente caerte bien… ¡Quiero que me ames!
- Sí, como todas las demás chicas del colegio, ¿Todavía no te diste cuenta de que me pareces un idiota?
- ¿Un idiota encantador?- preguntó mientras llegaban varios alumnos más
- No…simplemente un idiota.
En eso tocó el timbre antes de que Santiago pudiese replicar, y entraron los alumnos que faltaban al aula.
- Hola Eli, hola Sab.- nos saludó rápidamente Magali, mi otra amiga. El grupo esencialmente somos nosotras tres.
Si había algo en nuestro grupo era la variedad de colores de cabello y ojos. Mientras que Eliana era rubia de ojos celestes, y Magali morocha de ojos marrones, yo era pelirroja de pelo lacio y de ojos miel. Y nuestras personalidades eran tan distintas como el físico. Eso era algo que me encantaba de mi grupo todas éramos distintas, pero aun así nos llevábamos mejor que nadie.
En eso entró la profesora de literatura al aula, una persona mayor y con cara redonda y ojos ocultos bajo unas grandes gafas en punta.
- Bien alumnos, espero que todos hayan traído sus trabajos porque el que no lo trajo va a tener un uno.- dijo ni bien entrar, suerte que yo había terminado el mío a tiempo.- Haber, voy a llamarlos por lista y me van trayendo.
Mientras llamaba a cada uno de mis compañeros, anoté mi nombre y apellido en las dos hojas que me había ocupado el cuento.
- Sabrina Saret.- llamó la profesora.
Al momento dejé mi diario en la parte de debajo del banco y me levanté para llevarle mi escrito a la profesora.
- Muy bien señorita Saret. Veamos quien sigue, Santiago Tharon.
Santiago pasó al lado mío, chocándome "sin querer", mientras yo me sentaba nuevamente.
La clase de literatura pasó sin grandes emociones al igual que el resto del día. En los recreos me pase hablando con mis mejores amigas Eli y Magui, riéndonos de las historias de los rechazos de Eli hacia Santiago, que por suerte no molestó más en todo el día. Cuando por fin tocó el timbre para salida, tomé mis cosas rápidamente cuando me acordé de que tenía que hacer las compras antes de ponerme a cocinar para comer, y la verdad era que parecía que tenía un león adentro de mis tripas por como sonaban.
- A ver a quien le toca limpiar hoy…- dijo Pablo, el preceptor mientras entraba al aula antes de que todos salgamos corriendo, por suerte yo había limpiado el día anterior.- Señor Tharon, espere que le toca limpiar a usted hoy.
- Pero, ¿no le tocaba a Saret?- Contestó con tono inocente ya en la puerta
- ¡Yo limpie ayer!- Repliqué mientras mi estomago sentía el vacío de no haber desayunado.
- Tiene razón Saret, hoy le toca a usted Tharon.
A regañadientes Santiago fue a buscar la escoba mientras todos se iban.
No fue hasta la noche cuando quise escribir unas palabras en mi diario y descubrí que no estaba en mi mochila, no le di mucha importancia ya que seguro lo había dejado tirado por la pieza...pero después de varios minutos de búsqueda sin resultados recordé donde lo había dejado.
- Ay no.- dije antes de quedarme helada pensando en lo que había sucedido.
La última vez que había visto mi diario fue cuando lo deje debajo de mi banco antes de entregar mi escrito. Y más tarde tocó el timbre para irnos y no recordaba haber tomado nada de debajo del banco…por lo tanto... "mi diario estaba en la escuela…o lo que era peor…alguien ya lo había encontrado.", pensé con revoltijos en el estomago mientras recordaba que hoy era el turno de limpiar de Santiago. Si lo había encontrado, si había encontrado mi diario no volvería a la escuela por nada del mundo. Mi diario, mi diario íntimo, todos mis sentimientos, cosas que ni siquiera le había confiado a mis mejores amigas estaban escritas ahí, y lo había abandonado, y ahora podía estar en manos de la persona que más lo utilizaría en contra mía. ¡¿Por qué Dios por qué?!
Ya podía imaginar a Santiago leyendo mi diario, riéndose y pensando como contarle todos mis secretos al colegio entero. Tal vez pondría volantes en las paredes, o simplemente pasaría el rumor de mis secretos más vergonzosos…
Definitivamente esa noche no podría pegar un ojo.