Nunca me acostumbre al irritador sonido del despertador. Le apagué con torpeza y como consecuencia cayó al suelo. Genial. Lo dejé ahí. Ya lo recogería… Me quité el pijama y tomé una ducha, pero el agua caliente se acabó. Como empezábamos el día… Y esto era sólo el preludio de uno de esos días en los que es mejor no levantarse. Tiritando me puse el uniforme: una falda azul marino, una blusa blanca y el suéter azul claro con el emblema del colegio grabado en el pecho.
Había hecho lo mismo que cada mañana, pero iba tarde por lo que me salté el desayuno.
Mi padre se ofreció a llevarme en coche y acepté.
Pasé todo el asqueroso día pensando en como darle el asqueroso pañuelo a Backer, hasta que, como un suspiró, llegó su hora.
Él apareció por la puerta, con una vestimenta similar a la de ayer.
- Bien, puesto que hoy estamos todos, os voy a pasar un cuestionario para ver vuestro nivel – dijo sacando del maletín un grueso tomo de folios. Como yo estaba en primera fila, me ordenó que los repartiera.
Cuando lo hice comencé a responder. Era muy sencillo: literatura, gramática, sintaxis…
Terminé muy pronto y tras repasarlo un par de veces volví a mi preocupación principal: como darle el pañuelo.
Estaba tan concentrada que no me di cuenta cuando apareció detrás de mí y apoyó su mano en mi mesa. Me sobresalté de inmediato e intenté disimularlo para que no se riera.
- ¿Algún problema? – me susurró para no desconcentrar al resto de la clase. De repente, tuve un escalofrío… ¿Qué había sido eso? Como pude negué con la cabeza
- Sólo estaba repasando – contesté sintiéndome cohibida. Él me miró y señaló una de las frases del tercer ejercicio.
- Tienes un fallo – y guiñándome el ojo se fue a atender la duda de una compañera que le había llamado, no sin antes esbozar su sonrisa burlona.
Corregí el error pensando en lo de ayer… Debía disculparme. Le había declarado la guerra, sin conocerle. Él ayudó a mi hermano. Y ahora, a mí. Esa actitud no era la mía…
Esperé a que el último chico abandonara la clase. Tras entregar el cuestionario podíamos salir porque ya no quedaban más clases.
Aun faltaban cinco minutos para que tocara el timbre. El profesor se encontraba leyendo y puse el mío, junto con el pañuelo, en su mesa.
- ¿Ya has terminado? – preguntó dejando aparte su libro y mirándome. Qué pregunta más tonta… Ahora vendría lo difícil.
- Profesor, discúlpeme – dije mirando lo bonito que eran mis zapatos – Ayer le contesté de malas maneras, encima de que salvo a mi hermano. No volverá a pasar, lo siento.
- Vaya, veo que la culpabilidad ha podido con so orgullo, señorita Hale. Si no fueras tan irresponsable con tus acciones no tendrías que pedir perdón.
- ¿Irresponsable? – grité indignada - ¿No puede callarse y aceptar mis disculpas? Usted no me conoce. No sabe cómo soy.
- Sólo juzgo lo que veo – me espetó molesto, recogiendo sus cosas – Demuéstreme que es diferente y cambiaré. Por el momento…
- Por el momento ¿qué? – le dije desafiante.
- Tienes un cero en esta prueba. ¿No lo dije? Contaba para nota.
Cabrón. Faltó muy poco para que se lo dijera a la cara. Estaba tan furiosa que lo único que se me ocurrió fue salir de ahí corriendo.
No pude dejar el instituto sin evitar las lágrimas, así que entré en el baño a lavarme la cara.
¡Vaya día que llevaba! Había suspendido. No me lo podía creer. Lloraba de frustración e impotencia. Estaba segura de que tenía muy buena nota en esa estúpida prueba. ¡Era injusto! Esto no me podía estar pasando a mí. Era como una broma de mal gusto… ¿Dónde estaba la cámara oculta?
Cuando llegué a casa, abatida, mi madre lo notó en seguida. Se lo conté y me consoló diciendo algo parecido a lo que ese estúpido dijo.
- Marie, las dos sabemos que a veces tienes mal genio. Ya eres adulta y debes aceptar las consecuencias de tus acciones. Dale lo que quiere y te dejará en paz. Si no lo haces siempre puedes ignorar sus comentarios – mi madre nunca se había enfadado conmigo, pero noté un tono de decepción en sus palabras y eso me dolió más que si me hubiera dado todas las voces del mundo.
Pasé el resto de la tarde como siempre. Me repetía una y otra vez el consejo de mi madre y le puse en práctica para el resto de sus clases.
-.-
Al día siguiente tuvimos clase con el profesor Backer antes del recreo.
- Bien clase – dijo cuando pasó lista – Ya he corregido vuestros ejercicios. Por lo general tenéis un nivel bastante bajo. Excepto algunas excepciones – me miró fijamente – Os los repartiré al final de la clase. Ahora quiero que apuntéis la lista de libros que vais a tener que leer para aprobar – garabateó en la pizarra los títulos. Tenía una letra muy prolija y clara. Era bonita… Entre ellos estaba "Romeo y Julieta". No sé por qué no me sorprendía – Ahora, abrid el libro por la página 80 – y se puso a explicar la lección: las reglas gramaticales. Tema aburrido donde los haya. Me obligué a prestar atención, a tomar notas y contestar correctamente. Se iba a enterar ese de quien era esta niña tan buena.
Nos mandó unos ejercicios de práctica que recogería al finalizar la clase, mientras íbamos a su mesa a por las pruebas… Qué huevón ¿No nos los podía traer él?
- Hale – me llamó después de un rato, cuando llegó mi turno. Me levanté lo más indiferentemente que pude y fui hacia su mesa. ¿Por qué no se podía ahorrar el papelón? Si ambos ya sabíamos qué iba a pasar…
Ver el cero en mi prueba fue más duro de lo que pensaba sobre todo porque debajo había escrito un diez.
- Esa es la nota de tu examen, pero no la que te mereces – dijo con una sonrisa – Ya sabes para la próxima.
- Sí, señor Backer – musité decepcionada conmigo misma y creo que se dio cuenta.
Tras finalizar la entrega de las pruebas, tocó el timbre.
- Hale ¿puedes recoger los ejercicios, por favor? – me pidió amablemente. Yo obedecí mientras los demás salían – Antes de que os vayáis, los que habéis suspendido me tendréis que entregar un trabajo que os daré la semana que viene – recogí las últimas hojas y se las entregué – Gracias. Señorita Hale, me gustaría hablar contigo. No te quitaré mucho tiempo del recreo.
- Dígame.
- Usted no tiene que hacer el trabajo sino quiere. Si estudia y se comporta, puedo devolverle a su examen la nota original.
- No me parece justo que mis compañeros lo hagan y yo no. Si he suspendido tengo que aceptar las consecuencias – respondí triste… ¡Joder! ¿Por qué no podía contestarle como se merece? Que no me hacía falta su estúpida compasión para aprobar y con excelente nota.
- Sólo piénselo.
- Sí, señor Backer – humillación total…
-.-
Tras este encuentro que tuvimos, pasé una de las peores semanas de mi vida. Sin duda alguna, el señor Backer me había cogido manía. No paraba de molestarme y humillarme en clase. Pero yo seguí el consejo de mi madre y me tragaba todas las contestaciones que se me ocurrían. Aunque aquello parecía motivarlo aun más.
Tal como dijo, nos entregó los trabajos para recuperar, haciéndome una última advertencia.
- Todavía está a tiempo de retractarse de lo que dijo – dijo sosteniendo el trabajo en sus manos.
- Déme ya el maldito trabajo – mascullé apretando los puños bajo la mesa. Que hombre, Dios mío…
- Con esa actitud no adelanta nada – ya me daba igual. No era posible que tal sólo una semana hayamos concebido una enemistad tan fuerte. Después de hablar conmigo se dirigió al resto de la clase – El trabajo tiene que estar sobre mi mesa el próximo jueves, es decir, dentro de una semana. No los admitirte después del plazo estipulado. Bien, sacad los cuadernos. Voy a dictaros unos ejercicios.
Me volví a obligar a prestarle atención por enésima vez.
Agradecí infinitamente que tocara el timbre y pudiera irme a mi casa, donde no estaban el profesor Backer ni sus estúpidas provocaciones.
Comí en cuanto legué y subí a mi habitación para hacer los deberes. Esa tarde no iba a ir a trabajar ya que Matt estaba de viaje de negocios.
Pasé la tarde, entre otras cosas, haciendo el trabajo de Lengua.
Antes de cenar mi madre me pidió que fuera a recoger a mi hermano de su entrenamiento de fútbol, al que recientemente se había a puntado.
Salí a la puerta y vi unas nubes grises muy feas que anunciaban tormenta. No cogí paraguas. Quizás tuviera suerte…
Pero camino del estadio me cayó el Segundo Diluvio Universal, con rayos y truenos y todo.
Mi hermano estaba refugiado dentro del estadio donde jugaba pero cuando me vio llegar sin nada se echó las manos a la cabeza.
Corrimos hasta casa, aunque eso no nos salvó de mojarnos más aun con los malditos coches que nos salpicaban.
Al llegar a casa me dí una ducha de agua bien caliente. De esta no saldríamos bien parada.
La mañana del día siguiente se anunció igual que el día anterior: lluvia, lluvia y… más lluvia.
Me levanté con un terrible dolor de cabeza, y mi hermano igual. Normal. En el desayuno ambos nos tomamos un medicamento y yo me llevé otro para el recreo.
Mi padre no me podía llevar en coche, por lo que tuve que ir andando.
A pesar de ser la causante de mi principio de resfriado, me gustaba oír como las gotas de lluvia caían en mi paraguas. Llegué a la puerta antes de que tocara el timbre.
Decidía subir a clase de Sarah y Evan, mis amigos. Era natural verme por esa clase como si fuera la mía.
- ¡Marie! – gritó Sarah al verme – Han abierto un nuevo bar en el centro. ¿Te apetece que vayamos a darle el visto bueno?
- Podríamos ir primero al cine – sugirió Evan.
- Si – contesté emocionada – Hace muchos que no salimos a divertirnos.
- Con este frío… - al reírme me dio un pinchazo en la sien e hice una mueca de dolor.
- ¿Estás bien? – me preguntaron a la vez.
- Sí, es sólo que creo que me voy a resfriar.
El timbre sonó y yo partí hacia el lugar que me correspondía.
No pude evitar preocuparme por Rob. No tenía buen aspecto al salir de casa y tampoco encontré el termómetro para ponérselo.
Esa preocupación me acompañó hasta que llegó el recreo y decidí ir a verle para darle la pastilla. Suerte que la había traído.
Iba a salir por la puerta del patio cuando un asquerosa y grave voz detuvo mi avance.
- Está prohibido salir del recinto escolar sin permiso, Hale – como no… ¿sólo vivía para fastidiarme? Otro pinchazo en la cabeza. No tenía tiempo para este imbécil. La cabeza me estaba empezando a doler cada vez más.
- Mire – le hice entender por las buenas – no voy a escaparme ni nada. Sólo voy a salir. Sólo voy al colegio de mi hermano que está allí detrás – señalé con el dedo, hastiada – a darle una pastilla.
- ¿Ahora quieres drogarlo? La gente no se debe automedicar – me explicó como si le dijera a un niño pequeño que no se puede beber el bote de lejía.
- He intentado ser amable con usted, incluso ignorarlo ¿por qué no me deja en paz y se mete en sus asuntos?
- Ya vuelves a sonar como una chiquilla malcriada. El lunes te quedas sin recreo. Ven al departamento de Lengua. Ya veremos como matamos el tiempo…
- ¡Más quisiera! – y me largué. Pero no duró mucho, porque me agarró del brazo impidiendo mi avance – Suélteme… - yo me retorcía intentando escapar, pero ninguno daba "mi brazo" a torcer y cada vez apretaba más fuerte para que no me fuera – Me hace daño.
- ¿Qué ocurre? – preguntó la señora Richards, la profesora de Arte. ¿De dónde había aparecido mi ángel salvador?
- Nada – respondió el señor Backer – He sorprendido a esta alumna intentando fugarse. Esta prohibido salir, pero no me ha hecho caso.
- ¡Mentira! – negué presa del dolor de cabeza. Otro punto en mi contra. La agitación del momento había revuelto mis neuronas y cada vez me dolía más – Sólo quiero ir al colegio para darle las pastillas a mi hermano. Está resfriado y si no se las toma puede empeorar – la profesora lo meditó. Backer me había soltado, pero no se despegaba de mí, ni con una espátula.
- Señor Backer, si tanto le preocupa, acompáñela. Así si esas no son sus intenciones… - dejó la idea en el aire. ¿Qué había dicho de ángel salvador? Más bien parecía un demonio compinchado con el jefe del clan, a escasos metros de mí y que pretendía acompañarme… ¡Eso si que no! Por mucho que proteste, rogué, pataleé, grité y me humillé, no cambiaron de idea. En fin, que le íbamos a hacer. Todo por un bien mayor.
Llegamos a la reja que delimitaba el colegio y el instituto, donde mi hermano y su grupo de amiguitos se solían poner. Vi su pelo revuelto por el viento y le llamé.
- ¡Rob! – él se dio la vuelta y me saludó. Ahí fue cuando me di cuenta de que algo no iba bien. Tenía los ojos llorosos y la cara pálida. Parecía que le costaba andar - ¿Cómo estás?
- Bien aunque me duele un poco la cabeza – me dijo. Le toqué la frente para comprobar su estado. ¡Estaba ardiendo!
- Rob, tienes fiebre – declaré asustada. Todo era por mi culpa – De momento tómate esto – le entregué la pastilla - Le diré a mamá que venga a por ti – sin acordarme del molesto profesor saqué el móvil y marqué el número de mi madre.
- Hale está prohibido traer el móvil a clase – tardaba mucho en rechistar. ¿Qué se sabía todo el reglamento interno del instituto?
- Me da igual. Es mi hermano y no voy a permitir que ande por ahí enfermo. Sí, mamá… - la expliqué todo lo sucedido.
- Marie, no hace falta de verdad. Estoy…
- Estás enfermo, Rob. No discutas. Mamá vendrá pronto a buscarte. Dile a algún profesor que viene a por ti y que te pongan un termómetro.
- Hale, el recreo está por terminar – replicó Backer tocando su reloj.
- Pues váyase…
- ¡Hale!
-¡Marie! – dijeron mis dos acompañantes a la vez ¿Estaban compinchados? ¿Qué hacía Rob riñéndome delante del profesor? – Así no se habla a los profesores. Disculpe a mi hermana. A veces es un poco burra…
- Rob ¿quieres acabar en el hospital? – pregunté apretando los dientes. Él negó – Pues vete.
Obedeció y me fui con mi "amable, comprensivo y educado" profesor. Con un "no se olvide del castigo" se desperdigó entre el resto de personas que pululaba por el instituto.
-.-
En el fin de semana fuimos al bar nuevo. Era una pasada. Además acabé de coger el resfriado junto con Rob, pero yo tuve más suerte.
El lunes llegó y con él, todas mis obligaciones, incluida el castigo con Backer.
Resignada entré a cumplir sentencia en el departamento de Lengua. Toqué la puerta y él me abrió haciendo un ademán con la mano para que pasase.
Me senté junto a su mesa y me dio tres tacos de folios y un aparato para quitar grapas.
- Tu castigo será quitar las grapas de todos estos folios para poder reciclarlos mejor – miré espantada la tortura medieval a la que me iban a someter, pero sin quejarme me puse manos a la obra, mientras hacia una montaña en la mesa con las grapas que iba quitando. A lo mejor podría hacerme un collar con ellas… El profesor se puso a corregir con gesto serio.
- ¡Ah! – dije tan de repente, que le desconcentré y pegó un bote en la silla. Saqué de mi mochila el trabajo – Se me olvidaba. Ya lo he terminado – él sólo lo recogió y lo puso en una pila de papeles.
- Eres muy rápida – comentó simplemente, removiéndose incómodo en su silla. No se le notaba especialmente emocionado ante la idea de compartir esta divertida y apasionante hora quitando grapas conmigo. Que se aguante… - Por cierto, ¿cómo está tu hermano?
- Ahora mejor. Aunque mi madre no le ha dejado ir al colegio todavía, no vaya a ser que contagie a alguien más – me dio pena que mamá tampoco me hubiera dejad traérmele al castigo…
- Ya veo – pasamos un rato en silencio… incómodos - ¿Qué vas a hacer con tu vida?
- ¿Cómo dice? – pregunté extrañada. Me pilló por sorpresa.
- ¿Qué esperas hacer en un futuro? No creo que te quieras quedar en el instituto para siempre.
- Sí, con usted – murmuré para mi misma – Voy a ser adivina – respondí irónica – para averiguar el número de la lotería y hacerme millonaria. Aunque si ese plan no funciona me gustaría hacer alguna carrera en la universidad.
- ¿Qué carrera? – preguntó dejando a parte lo que corregía.
- Aun no lo sé. Son demasiadas y no estoy muy decidida por ninguna especialidad en concreto.
- Mi asignatura se te da muy bien. Podrías pensarlo… Aunque con ese carácter – susurró.
- Tranquilo, no te haré la competencia… todavía.
- No creo que haya competencia de ningún tipo, señorita Hale.
- Déjeme – ya empezábamos ¿no podíamos mantener una conversación sutil, adulta y civilizada? – Usted no me conoce.
- Siempre anda con el mismo cuento – exclamó volviendo a su corrección.
- Sólo por que usted me lo recuerda.
Al finalizar el recreo solté las cosas y me fui.
- No se olvide de volver mañana… Esas grapas no van a quitarse solas – cerré la puerta a su sonrisa sarcástica, pensando que era mejor utilizar clips.
Bueno muchas gracias a Drew por su review. Si alguien quiere escribir uno que se anime. Acepto quejas, felicitaciones, críticas constructivas y demás ¡Entre todos podemos contribuir a la mejora de los fics!