Todos los das se levanta y se pinta una cara. Lpices, delineadores y rubores se alinean junto con las pestaas postizas y el rmel color negro. Gracias a ellos, ella se vuelve algo todos los das. Por eso odia el agua, el agua borra su rostro, y la regresa a la nada de donde sali, la nada de la que escapa todos y cada uno de los das.
El color oscuro del lpiz que le delinea sus ojos grandes le endurecen mucho la mirada, pero as le gusta porque de eso se trata: de cambiar y rehacer su nada en un algo. Sin esas lneas enmarcando su mirada, sus ojos le son extraos, vacos y dbiles.
Ella no es nada y por eso tiene que dibujarse un alma, una esencia, un nuevo rostro. Pero hoy no es suficiente, porque hoy hasta a ella misma le cuesta encontrarse en el espejo, porque sigue siendo nada.
Por eso es que ahora no se pintar una cara; se formar una. El bistur
que consigui tiene el filo apropiado, la delgada herida en la palma de su mano
es prueba suficiente de ello.
Cuando comienza a cortar en el borde del cabello, la belleza y oscuridad de la
sangre la maravillan tanto que por un momento se olvida del verdadero propsito
de lo que hace. Se olvida que lo que quiere es quitarse por completo ese rostro
y slo fija su atencin en la forma en la cual la sangre dibuja lneas de
diversos calibres sobre su piel.
Desea seguir cortando y escarbando, quitarse todo y de paso continuar viendo la danza de la clida sangre en el espejo. Es como ver a una bailarina sobre hielo, deslizndose en gracia y hermosura, con su camino trazado por una mano divina e invisible. Cada movimiento era suave y amoroso, como si el bistur fuera el amante y su rostro la joven virgen, ambos entregados el uno al otro, hacindose el amor.
Pero pronto no puede seguir cortando, porque pronto ocurre que siente la mente incoherente y perdida. Su puntera empieza a fallar y las incisiones dejan de ser hermosas, volvindose sucias y amorfas. Mas ella no se da cuenta porque su percepcin est detenida en el tiempo, atrapada en la antigua perfeccin de los cortes y de la sangre fluyente.
Horas despus una mujer entra al cuarto por error y no puede reprimir el grito que escapa de su garganta al ver el crneo, y lo que queda del rostro de la joven, quien ya no puede ver, pero escucha an con claridad. Por qu grita? No entiende por qu grita y sigue sin entenderlo cuando llegan los paramdicos y escucha el susurro preocupado de uno a otro. No entiende y no entender nunca, porque le quedan pocos minutos de vida. Al final, aunque no estar ah para verlo, sabe que se quedar en la memoria de cada uno de los presentes. Perfecta e inolvidable. Y eso, eso era ser alguien.