Me embalé y terminé esto. El próximo es sobre Garth (o Perth o Harne, depende de lo que se me ocurra porque no llevo más escrito). Pero no voy a matar esta historia, porque estoy feliz de haber logrado escribir algo después de más de un año!
De todas formas, hice un dibujo de ellos por si quieren ver, niza-niabock . deviantart . com/art/Apocalipsando-por-ahi-134859782 (sin los espacios ofc)
Gracias por leer, los reviews me han hecho muy feliz! :D
La campanilla del local sonó por quinta vez en el día y Mort alzó la vista del libro en que estaba enfrascado. Suspiró por lo bajo. Era la tercera vez que esa chica entraba a la tienda en un período de dos días y se le quedaba mirando como idiota mientras simulaba buscar un disco. Volvió a fijar la mirada en su libro, desinteresado en lo que ella hiciese a menos que fuera a comprar algo. La sintió mirándolo sobre tres discos que fingía comparar. Bien por ella. Volvió a alzar la vista cuando la sintió delante de él.
"¿En qué puedo ayudarte?" le habló, poniendo su mejor sonrisa de vendedor interesado en atender bien sin demasiada convicción. La chica se puso levemente roja y le pasó un disco sin decir nada. Mort lo pasó por el lector de códigos, recibió el dinero y le devolvió el cambio y una bolsa con su nueva adquisición a la chica. "Gracias por comprar en Glitch Inc., vuelve pronto" añadió sin realmente pensarlo. Ella se dio la vuelta y salió de la tienda sin decir una palabra. Mort suspiró otra vez y volvió su atención al libro. Un minuto después ella estaba nuevamente frente a él. Él la miró sin levantar la cabeza.
"Wow… cielos, te debo parecer una idiota o algo…" dijo ella, cada vez más roja. Sí, pensó Mort, y pudo notar que afuera de la tienda había dos chicas más observando pegadas al umbral, probablemente intentando envalentonarla a que continuara haciendo el ridículo que estaba haciendo. "Este… ¿cuál es tu nombre?"
Por toda respuesta Mort miró de reojo la etiqueta de 'Hola, mi nombre es Mortimer, estoy para atenderte' colgada de su chaqueta.
"Mortimer…" dijo ella. "Yo soy Eliza." Él evitó hacer algún comentario de la talla de no me interesa que pudiera hacer perder a Glitch Inc. una cliente, cuando las ventas no iban demasiado bien, por lo que se mantuvo en silencio. "Me preguntaba si te gustaría ir a tomar un café o algo después de tu turno… claro, si tienes tiempo".
Mort consideró varias cosas. La chica tenía que estar realmente desesperada o loca para haberle hablado, y más, haberle pedido salir con ella a pesar de su excesivamente fría actitud. Tampoco parecía que fuera a conformarse con un no. Además, Mort se encontraba de bastante buen humor, y realmente no tenía nada que hacer después del trabajo. Hasta podría ser que una vez que ella lo conociera se mantuviera por siempre alejada de la tienda en sus horas de turno, y decidió que le agradaría dejar de sentirse observado (por aproximadamente unos cinco minutos diarios, lo cual debió reconocer que no era tan terrible) mientras simulaba trabajar. De todas formas, cerró su libro y la miró.
"Sí, ¿por qué no?" miró la hora y supuso que al señor Van Ness no le importaría que cerrara la tienda tres horas antes, cuando estaba claro que no entraría nadie más en lo que quedaba de la tarde. "Tienes tiempo ahora, ¿no?"
Por toda respuesta, Eliza corrió a la entrada, les dijo algo a las chicas que la esperaban y volvió a entrar, con una sonrisa de oreja a oreja.
"¡Claro!"
Mort guardó el libro en su bolso, tomó las llaves del local y acompañó a Eliza fuera. Sus amigas ya no seguían ahí.
Ella lo miró, aún sonriendo como una boba.
"Conozco un lugar cerca de aquí en donde hacen un café buenísimo", dijo, como si fuera a invitarlo a tomar ambrosía. Mort terminó de cerrar y se encogió de hombros, señal que ella tomó por una afirmación, por lo que sonrió aún más. Hacía un buen día, y la caminata se hizo corta y placentera, aunque sumamente silenciosa. Mort no tenía mayor interés en trabar una buena amistad con la chica, de la que ya se había olvidado el nombre, y ella parecía demasiado nerviosa para dirigirse a él.
El café era pequeño y acogedor, y la tarde seguía siendo lo suficientemente cálida como para elegir una mesa en el patio. Se sentaron frente a frente, la chica aún sin atreverse a mirarlo a los ojos por más de cinco segundos. Al final fue ella quien rompió el silencio.
"¿No tienes calor?"
"No".
"Oh."
Pasaron un par de minutos antes de que se aventurara a hablarle de nuevo.
"Supongo que te preguntarás de qué va todo esto, ¿no?" preguntó ella, sonrojándose una vez más, con la mirada en la mesa. De verdad era buena para ponerse roja y nerviosa. Se veía que lo estaba pasando fatal, y Mort sí, de alguna forma se preguntaba de qué iba todo, aunque tenía claro que no saberlo no le quitaría el sueño ni en un millón de años. Volvió a encogerse de hombros.
"Pues sí, ¿de qué va?"
"¡Ay, no sé!" desvió la mirada ella, mordiéndose los labios. Los humanos hacían las cosas más graciosas. Intentó recordar la última vez que había hablado con un mortal de esa forma, y no lo logró. Se dio cuenta de que jamás lo había hecho, ¿por qué? Porque no le interesaba. Tampoco le interesaba ahora, y podría jurarse que hace unos años se habría librado del compromiso fácilmente o, mejor aún, no lo hubiera tomado nunca. Hace unos años habría vuelto a su casa como todos los días y habría seguido leyendo en su sofá favorito, tal vez hasta terminar por completo el libro de quinientas páginas que había comenzado esa misma mañana. Hace unos años no habría cruzado más que las palabras necesarias con la extraña y levemente acosadora chica. Se cuestionó su extraño comportamiento y decidió pensar sobre ello más tarde. La chica seguía roja como un tomate y nerviosa a más no poder, por lo que suspiró y se decidió hacer lo que hace unos años no se le habría pasado por la cabeza: entablar una conversación.
"¿Cómo era que te llamabas? Disculpa, es que no soy bueno con los nombres…" Supo que había algo mal en él cuando se disculpó con ella. ¿Y yo desde cuándo me disculpo?
"Eliza," respondió ella con rapidez. "Tú eres Mortimer, ¿verdad?"
"Mort," corrigió él rápidamente. Joder, si tampoco me molesta tanto que me llamen Mortimer. Siento que le estoy diciendo a esta mortal demasiado de mi vida. Me tengo que andar con cuidado porque no estoy funcionando como de costumbre.
"Mort…" repitió Eliza. Parece tonta de remate. ¡Sí, Mort, ya te lo dije, so burra! ¿Y por qué no se lo digo en su cara? No es que me importe que se sienta mal y se ponga a llorar o algo, de hecho, sería bastante gracioso. Tal vez debería hacerlo.
Pero no lo hizo.
"Entonces, Eliza… bueno, la verdad es que si tú no sabes de qué va esto, menos lo sé yo, ¿me sigues?"
"Ya, es que sí sé de qué va. ¡Perdona, es que me pone muy nerviosa estar aquí hablando contigo!"
Y todavía no me conoces. Ya estarías nerviosa si supieras quién soy.
"La verdad es que me pareces un chico muy interesante" soltó por fin. "Sé que lo vas a encontrar tonto porque no te conozco realmente, pero me gusta eso, eres misterioso," sonrió como tonta otra vez, "además tienes muy buen gusto en libros."
Está como una cabra.
"Y me gusta tu estilo, aunque es algo raro que estés tan abrigado en verano. Y me parece genial que te pongas la capucha del pullover, nadie lo hace. Creo que casi todos los pullovers y sudaderas traen capucha hoy en día, pero yo nunca me la he puesto. Cuando me pongo un abrigo me hace bulto en la espalda y todo, y pienso que tal vez no deberían ponerla. Aunque bueno, tú la usas, y supongo que más gente la usa también, pero no deben ser los más…"
Al menos no tengo que hablar.
"Una vez traté de ponerme contactos, pero cerré los ojos antes de lograrlo, me acobardé enseguida. Es igual, me dijeron que el chocolate es un color bonito y que el azul no me favorecía realmente. Claro, a ti se te notan por el color pero en verdad te quedan muy bien."
A Mort le tomó unos segundos entender de qué diablos le hablaba la extraña chica. Luego recordó que el rojo no era un color demasiado común de ver en los ojos de los humanos.
"Ah. Pues, gracias. A veces se me olvida que los llevo puestos."
Eliza pidió una copa enorme llena de helado y crema, y su insistencia fue tanta, que Mort estuvo a punto de pedirse una igual con tal de que dejara de atosigarlo, casi olvidando lo difícil que le sería simular comerla. Ella empezó a comer con ganas, preguntándole cosas muy normales. Tanto, que Mort no tenía respuestas para ellas.
"¿Cuántos años tienes?" soltó de pronto.
Espera, yo sí tenía una respuesta para estos casos… qué era, ¿veinticinco o treinta y cinco?
"¿Veinticinco?" preguntó Mort. Eliza alzó una ceja.
"Pues… no lo sé, ¿me estás preguntando?"
"Digo," carraspeó, "veinticinco. ¿Y… tú?" añadió, pensando que sería lo correcto en tal caso.
"Dios, eso no se le pregunta a una señorita," dijo ella altiva pero divertidamente, desviando la mirada. "Pero tengo veintidós".
Y la idea de regañarme primero por preguntar es… Mort se quedó mirándola mientras ella continuaba su helado. Ella era… era como… ¡loca y extraña, así es como era! Pero la verdad es que no lo estaba pasando tan mal. De hecho, no lo estaba pasando mal del todo, sino bastante bien (aunque no lo admitiría en voz alta). ¿Qué me está pasando? No debería estar creando lazos con una mortal, NUNCA debería hacer eso, voy a tener que matarla eventualmente y no quiero pasarla mal cuando lo haga. Aunque probablemente sea en mucho tiempo más, y no hay razón para volver a verla después de hoy, ¿o sí? No, claro que no. Nunca me ha importado matar a nadie. Los humanos son moscas los humanos son moscas los humanos son moscas…
"¿De qué color tienes realmente los ojos?" importunó ella, lamiendo su cuchara.
A Mort le costó bastante salir de sus pensamientos y volver a escuchar a Eliza.
"Ro—este, rojizo. O sea, no, no rojizo así como, como ahora, sino, café, un poco rojizo. Pero no mucho. En verdad es café. Un café… normal. Así como los de cualquier otra persona normal, y eso…" Lamentó no tener una copa de helado también para encontrar una excusa con la que dejar de hablar. No estaba acostumbrado a hablar demasiado, y a pesar de su inexperiencia en asuntos sociales, pudo decirse que lo estaba haciendo horrible y que si fuera un examen, reprobaría y hasta le pondrían una carita triste. Ella de veras debía estar pensando que era un verdadero idiota y un fracaso como amistad.
¿Y ESO QUÉ? ¡No estoy aquí para hacer amigos!
Eliza, por su parte, estaba encontrando a Mortimer de Necross cada vez más simpático e interesante. Había dudado mucho invitarlo a salir, pero realmente tenía muchas ganas de conocerlo, y no se había arrepentido. El chico era… bastante distinto a como se lo había imaginado, y estaba claro que su forma de ser fría y altanera no eran más que un escudo para proteger su frágil y delicado tímido ser. Aún así… había algo en él que le decía que había algo de distinto en él. Y en ese momento se juró y re juró que lo descubriría TODO sobre Mort. No podía evitarlo. Era apasionada y Mortimer estaba empezando a gustarle, y cualquiera que dijera que el amor a primera vista no existía y que invitar a un chico a salir sin conocerlo, hacerle preguntas personales y prometerse que no dormiría hasta conocer su vida completa (subrayando este último detalle) era una conducta más psicópata que romántica estaba más que equivocado. Él no podría resistirse a sus encantos.
Mort la observó. Era una chica común, del montón, pero, como ella había dicho sobre él… era interesante. Tenía los ojos grandes, de un café chocolate casi negro, y pensó enseguida que era un color perfecto y que era cierto que azules no se le verían bien. Tenía el pelo castaño oscuro afirmado en un moño suelto con mechas saliendo por todas partes, pero en general le daban más carácter que desorden. Su piel era sutilmente aceitunada, suave y sin manchas, y su nariz levemente curvada, pero no la hacía ver menos bonita. Parada sobrepasaba apenas el metro sesenta, contrastando bastante el casi metro ochenta de Mort, y su silueta era común pero bien formada… aunque nada de eso le interesaba realmente a Mortimer, y no sabía a ciencia cierta qué estaba haciendo mirándola tanto.
"¿Seguro que no quieres nada?" volvió a preguntar ella.
Él respondió negando con la cabeza.
Ella dejó el dinero de su helado en la mesa junto a su copa vacía.
"Tengo que volver a la tienda," dijo él. "Tengo ahí mi moto."
"¿Te acompaño? De todas formas mi casa queda para ese lado."
Él respondió afirmando con la cabeza.
Aunque de alguna forma se lo esperaba, no supo cómo reaccionar cuando la chica tomó su mano, pero sí agradeció haberse puesto cuatro pares de guantes para disimular sus huesos.
Luego la condujo de vuelta a su casa.