Era una tarde calurosa que invitaba a dormir, Carlos acababa de llegar del colegio cansado y tenía intensiones de hacerle caso al clima. Se había quitado la camiseta y había dado gracias por el hecho de no tener que llevar a nadie al otro lado, ese día.

Se tiró en su cama y cerró los ojos, el sol que entraba por su ventana le acariciaba el pecho desnudo mientras el aire acondicionado del cuarto lo hacía permanecer fresco. Era una combinación extraña pero agradable.

Cuando al fin había logrado acomodarse lo despertó un grito de su mamá. De mal genio abrió los ojos e hizo un esfuerzo sobre humano por entender lo que le decían.

-¡Carlos!- comprendió al fin- ¡te llaman por teléfono!

-Sí, mamá ¡ya contesto!- contestó frotándose los ojos con la palma de la mano. Se levantó de la cama de mala gana y tomó el aparato que estaba en una mesita en el corredor.

-¿Carlos?- escuchó decir a una dulce voz femenina que siempre le daba dolores de cabeza.

-¿Qué quieres, Julieta?- contestó impaciente el chico, intentando sonar a un nivel de hostilidad equilibrado.

-Bueno, ya sabes que tenemos que hacer el trabajo de Literatura para mañana- explicó ella y el muchacho dio un respingo inmediatamente.

"Se me había olvidado"- pensó mientras le decía a Julieta que era imposible olvidar algo así.

-Pues bien, es eso- dijo la chica del otro lado de la línea, algo incomoda por haber tenido que llamarlo.

-Bien, ven a mi casa y lo hacemos con las demás tareas- propuso él sin darle demasiada importancia. Después de todo, y aunque fuese realmente extraño, se había hecho costumbre tener a esa malcriada en su casa, especialmente para ese tipo de cosas.

La muchacha concordó con él que llegaría, más o menos, a las dos, y luego colgó. El rubio se estiró en el pasillo y entró a su cuarto a ponerse una camiseta negra y a cambiarse el pantalón del colegio por una pantaloneta, la cual era mucho más apropiada para el calor.

Bajó las escaleras y su madre le dijo que el almuerzo estaba listo.

-¿Quién llamó, Carlos?- le preguntó su madre, Lucia, mientras alimentaba a la bebe.

-Julieta- contestó el aludido a secas- viene a estudiar.

-Le prepararé la cena entonces- comentó radiante la señora y volvió a concentrarse en lo que hacía para que la pequeña no derramara el caldo de pollo tibio en el suelo.

Entre tanto, Claudia, la otra hermana de Carlos, se empezaba a reír con malicia.

-¿De qué te ríes?- le preguntó Sebastián.

-De que Carlos tiene novia- le dijo la pequeña y soltó hermosas carcajadas.

Sebastián miró a Carlos con receló mientras éste se ponía de todos los colores.

-Ella no es mi novia- contestó el mayor tratando de no atragantarse con su jugo.

-Sí lo es- le discutió la pequeña Claudia.

-No lo es- contestó Carlos con un tono calmado y sereno, perfectamente fingido.

-¿Entonces por qué viene siempre?- le preguntó la chiquilla.

-Pues para hacer tareas- le contestó el chico aun con las mejillas algo sonrosadas.

-Pero se encierran todo el día- discutió ella sin medir el alcance de sus palabras. Lucia soltó una risita.

-No nos encerramos- exclamó Carlos a la defensiva.

-Sí lo hacen- discutió la chica haciendo un puchero.

-Eso lo dices porque no te dejamos entrar- señaló su hermano mayor.

-Eso es porque quieres estar a solas con tu noviecita- intervino su hermano menor.

-¡Sebastián!- refunfuñó Carlos fulminándolo con la mirada. Sebastián se echo a reír.

-Se encierran a besarse- prosiguió el chico menor, Claudia se tapó la boca con ambas manos e hizo una cómica mueca de asombro.

-Carlos tiene novia, Carlos tiene novia- canturreo la pequeña rubia con tono desafinado.

-¡Ya basta! No te dejamos entrar porque cuando lo haces no nos dejas hacer los trabajos en paz- gruñó el mayor intentando mantener un tono firme, pero sin ser grosero. La pequeña no lo escuchó y siguió cantando. Su madre sólo reía.

Carlos dio un último trago al jugo y dejó los platos en el lavadero de la cocina. Su hermana se levantó de la mesa igual y lo siguió cantando: "Carlos tiene novia, Carlos tiene novia"

Era desesperante e increíblemente molesto, especialmente porque no podía hacer nada para detenerla, es decir, ¿acaso podía gritarle o golpearla? Era simplemente su hermana así que lo único que podía hacer era encerrarse en su cuarto.

Pasada una hora la pequeña se olvidó del tema y se fue a jugar videojuegos, y el rubio se quedó dormido con una sonrisa de tranquilidad en su rostro. Sin embargo la dicha sólo le duró hasta las dos y cuarto, cuando sonó el timbre de su casa.

Dado que estaba acomodado, se dijo así mismo que él no abriría la puerta aunque fuese el mismísimo Jack. "Después de todo- pensaba dando vueltas en su cama- si va a venir por mi alma ya no importa si se queda esperando del otro lado de la puerta"

Así siguió pensando incoherencias y se olvidó de la puerta; sólo un grito infantil pudo traerlo de nuevo a su cruel realidad: "CARLOS, LLEGÓ TU NOVIA"

El susto fue tal que Carlos se cayó de la cama y salió corriendo para bajar las escaleras casi matándose. Llegó a tiempo para escuchar a Claudia decirle a la muchacha de cabellos rojos, y mejillas ardientes:

-¿Y Carlos besa bien?

Julieta miraba a la niña sin saber que decirle y cada intento de contestarle se volvía un trabalenguas para su boca.

-Claudia, ya te dije que Julieta no es mi novia- le dijo Carlos forzándose para no parecer alterado.

-Aja- dijo la pequeña sin prestarle atención y se aferró a los brazos de la muchacha que aun no había dicho una sola palabra- Y ahora irán a encerrarse al cuarto solos a besarse ¿no?

Julieta se puso de color tomate, mientras la pequeña insistía en el tema:

-Y luego se casaran y yo seré tía- seguía la pequeña encantada con la idea. Pero en ese momento llegó su madre y la llevo lejos de allí.

-Ayúdame a cuidar a tu hermanita, pequeña súper tía- le dijo mientras reían.

Carlos y Julieta se quedaron mirando con una expresión tan cómica que no puede explicarse con palabras.

-JAMÁS TE BESARIA- gritaron ambos a la defensiva. Luego fruncieron el seño y con miradas de escepticismo se dirigieron al cuarto de Carlos.

Hasta allí había llegado su deliciosa tarde para dormir.