FUGAZ
Tobias la vio de nuevo; Alice, aquella joven que conoció hace años, en sus días en el colegio, entrando en su establecimiento. No podía creer lo que estaba sucediendo, ella, de nuevo en su presencia.
El tiempo ciertamente había pasado, pero de un modo u otro, Tobías nunca dejo de recordarla: Sus rizos dorados, sus ojos, su rostro dulce, memorizado en su mente de tal modo que inclusive podría dibujarla con cada detalle en su lugar correcto; Tatuado en algún rincón de su ser, junto a una sensación de amor que solo podía existir en su imaginación.
Alice proveniente de una familia acomodada, y ella siempre fue parte de lo que llamamos eufemísticamente la "gente bonita"; Aquellos que ostentan belleza y riqueza fuera de los alcances del individuo común, y desde lejos, solo desde lejos, Tobías, de cuna humilde y trabajadora, podía contemplarla. La Dulcinea de su corazón.
Pero era imposible de ignorar un pequeño gran detalle, y ese era el modo en que ella se desplazaba: Estaba en una silla de ruedas, siendo empujada por lo que Tobías supuso sería alguna enfermera.
-Buenos días… ¿Puedo atenderla?- Pregunto nerviosamente Tobías, al ver a Alice acercarse al mostrador.
-Si, buenos días ¿Me puede servir una taza de café de Sumatra?- Pregunto Alice en ese tonó dulce que Tobías recordaba tan vividamente.
El se apresuro con la orden, pero sus movimientos se volvían muy torpes a causa de su extraño nerviosismo, causado por un amor que nunca tuvo, y un recuerdo que no sucedió.
-Aquí…Aquí esta señorita…-
Y la joven Alice, con ayuda de su acompañante, ocupo una mesa del café, y tomo un periódico, y al tiempo que ella no hacía mas que disfrutar su bebida, Tobías quedo estupefacto, una vez más; A pesar de todo, de alguna manera, ella conservaba el porte de una Reina, y la presencia de un Ángel.
Tobías supo que esta vez, debía hacer algo distinto, pero la verdad es que hablar con mujeres nunca había sido de todo su fuerte.
-Calma Tobías, tranquilo, apégate el plan, apégate al plan.- Pensaba tratando de relajar su corazón y su mente.
Y el vio su ventana de oportunidad cuando la acompañante de Alice se dirigió al baño de la tienda; Se armo de valor, y se dirigió a esa mujer.
-Hola…Alice…-
-¿Si, lo conozco…?- Ella respondió.
-¿Eres Alice Peterson, de la Secundaria Hayes, verdad?-
-¡Si! ¿También asistió a esa escuela?-
-Si, de hecho, estuve en su clase…-
-¡Espera, ya recuerdo! ¿Tobías Bernstein, no es así?-
-Eh, pues si…-
-¿Siempre estabas en el cuadro de honor, verdad?
¿Cómo podía ser? ¿Cómo esta mujer podía haberlo recordado? Sus mundos eran distintos, siendo Alice de la elite social, y el, del grupo de inadaptados orillados a sus padres a estudiar hasta que las pupilas se les quemarán.
-¿Y que haces ahora?-
-Pues, soy dueño de la tienda…No me quejo, soy mi propio jefe y salgo cuando quiero…- Balbuceaba aquel hombre tratando de no perder el hilo y la coherencia en sus pensamientos
-¿Y que hay de ti? ¿Cómo estas?- Pregunto Tobías.
-Estoy bien, estoy bien…-
-Se que a lo mejor no es la pregunta correcta, y no tienes que contestar si no quieres, pero… ¿Qué paso…?-
Alice cambió el semblante de su rostro, de alegre y vivo, a uno serio, casi melancólico, en el momento en que escucho tales palabras.
-Lo siento, no quise ser insensible…- Comento Tobías, tratando de rectificar su error.
-No, no, no es nada, simplemente no me gusta hablar de eso.-
-Bueno, y que tal si…Lo siento, estoy muy nervioso, y cuando eso pasa, hablo y hablo sin sentido y sin tener la menor idea de cuando parar, divagando con toda clase de ideas como aquella vez en la que estuve de vacaciones y mi tío…-
-¡Tobías, calma!- Dijo Alice riéndose, tocando la mano de su ex compañero de clases en un intento de calmarlo- No es nada, simplemente es curiosidad ¿No es así?-
-Si, si lo es.-
-Mira, simplemente estuve en un accidente, no hay mucho que contar, de todos modos, no es lo peor que he enfrentado.-
-Si, entiendo.-
Y conjuradas esas palabras, un silencio incomodo llego; Tobías tenía que llenarlo con algo, ¡Con lo que fuera! Un impulso le impedía aceptar que la conversación terminara.
-Alice ¿Sería posible si alguna vez, no se, pudiéramos ir a algún? Ya sabes, para recordar los viejos tiempos…-
Pero antes que Tobías pudiera terminar su comentario, la acompañante de Alice llego con prisa, interrumpiendo el momento:
-¡Señorita Peterson! ¡Vamos tarde para su reunión! ¡No había revisado lo tarde que es, tenemos que irnos!-
Ella rápidamente tomo la silla de ruedas de Alice, y se la llevo afuera del establecimiento, y tan fácil como había llegado, se había ido, otra vez, dejándolo a Tobías del mismo modo que hace diez años, aunque claro, con la pequeña diferencia que esta vez había podido dirigirle la palabra.
Con la salida de Alice de su tienda, Tobías pensó que no le quedaba más que recordar ese momento tan fugaz, y volver a su rutina; Limpio la mesa donde Alice estuvo, y noto un detalle interesante en el diario que ella había tomado:
Alice Peterson: 555 8234
¡Vamos a recordar los viejos tiempos!
Palabras escritas espontáneamente sin que Tobías lo notara: Ahora dependerá de él hacer que este momento fugaz trascienda.