ORO Y PLATA

La familia Nureyev poseía una tienda de empeño, anexo a su hogar; Un buen negocio, no dejaba la gran ganancia, pero daba suficiente sustento para salir adelante, y quizás, de vez en cuando, uno que otro lujo.

Dicen que el padre, Dimitri, era el mejor valuador de toda la ciudad; Podía calcular el precio de cualquier pieza de arte o joyería con solo sostenerla con las manos. Una gran sensibilidad que al parecer, corría en la sangre, y no cabía duda del porque del negocio que sus antepasados eligieron para ganarse la vida.

Dimitri tenía dos hijas: Tanya y Ekaterina, de 14 y 10 años, respectivamente, y eran como comúnmente se dice, "como el día y la noche": Tanya era el orgullo de cualquier padre, estudiosa, obediente, con la cabeza bien plantada en la tierra, pero Ekaterina, por otro lado, era muy traviesa, parecía no entender el significado de la palabra "no", y muy a menudo se metía en problemas.

Dimitri las consentía cuanto podía, pero había una regla MUY clara: Tenían prohibido tocar algo en la tienda, o en la bodega donde guardaban algunas de las joyas, collares, anillos y demás objetos de valor; No había que meditarlo demasiado para suponer que, conociendo a Ekaterina, lo más probable es que terminaría perdiendo alguno de esos objetos, o quizás quemando todo el lugar, si había cerillos involucrados en la acción.

-¡Estoy aburrida!- Comento Ekaterina a su hermana, mientras esta leía un libro.

-¿Y?-

-¡Quiero salir! ¡No aguanto más estar encerrada!-

El invierno había llegado, y este era uno especialmente frío: ¿Salir? Nadie en su sano juicio lo haría, y menos en medio de una nevada que se ponía cada vez más fuerte, así que naturalmente, Dimitri había ordenado a sus hijas no salir del hogar, donde había suficiente calefacción para que no sintieran ninguna incomodidad; Dimitri había salido con un cliente muy importante al otro lado de la ciudad, y no sabían hasta que hora regresaría.

Sin mucho que hacer, a Ekaterina se le ocurrió algo con lo cual podría entretenerse por unos momentos.

-¿Dónde están las llaves de la tienda?- Pregunto la joven

-¿Por qué las quieres? ¿No pensaras en entrar?-

-Bueno, papá tiene muchas cosas ahí, muy hermosas, quisiera echarles un vistazo…-

-Sabes muy bien que lo tenemos prohibido.-

-¡Lo se, lo se! Pero ¿No me digas que tu no has tenido curiosidad?-

-Algo, pero ese no es el punto…-

Y esa era la trampa típica de Ekaterina; Despertaba el interés de su hermana mayor apelando a su sentido de la curiosidad, y en más de una ocasión la había convencido de meterse en problemas que bien ella pudo prevenir.

-Vamos, papá cuando va con ese cliente tarda hasta la noche, tenemos tiempo, no nos pasara nada.-

-Dios, se que me arrepentiré, pero…Esta bien, ¡Pero solo por un momento! ¡Y se muy cuidadosa, no quiero que rompas algo!- Respondía Tanya muy alertada.

La mayor de las hermanas fue en búsqueda de una llave extra que ella veía a su padre depositar en un jarrón, en su cuarto; Y una vez conseguidas, abrieron la puerta hacia la tienda.

Ambas quedaron maravilladas: Toda clase de joyería, de todos estilos, de todos colores; Cada pieza tenía un trabajo y detalle exquisito, digno de la realeza, y cada vez que creían ver lo mejor, volteaban para encontrar un objeto aun más hermoso.

Y aunque algunas de esas piezas estaban opacas o maltratadas, solo era cuestión de un buen trabajo de renovación para devolverles el esplendor original, eran ciertamente maravillosas.

Pero verlas no era suficiente para Ekaterina, y decidió tomar un hermoso anillo de brillantes que estaba aun en su estuche, solo para probárselo.

-¡Deja eso en su lugar por favor!- Comento Tanya

-¡Vamos, solo quería ver si me quedaba!-

Y así era, y le quedaba precioso, pero algo estaba mal…

Ekaterina sintió un extraño cosquilleo, y pronto, sus ojos se nublaron; Visiones de gente desconocida aparecieron frente a sus ojos, y su cuerpo estaba completamente paralizado.

-Kati…Kati ¿Qué te pasa?-

De pronto, por un momento, Ekaterina volvió en si, y rápidamente se quito el anillo y lo aventó lo más lejos que puedo; Sin que ninguna de las dos dijera algo, ambas salieron del anexo y volvieron al hogar.

Esa tarde, Ekaterina se la paso en cuarto, llorando desconsoladamente; Tanya le pregunto una y otra vez que pasaba, pero esta no le respondía, ya sea porque no podía, o porque no lo deseaba. Y eventualmente, Dimitri por fin regreso, después del atardecer.

El padre se percató del problema: Ambas niñas habían dejado sin candado la entrada a la tienda, y este inmediatamente relaciono esto con el hecho que su hija menor se allá en tal estado; Ambas pensaron que estaría molesto, pero con toda la paciencia y devoción del mundo, se dispuso a hablar con Ekaterina.

-Hija…Se que entraste a la tienda.-

-Lo siento, papá…- Contesto sollozando

-Solo por curiosidad ¿Por qué crees que nunca las dejaba entrar ahí?-

-No se, ¿Por qué no querías que hiciéramos desorden?-

-Esa era la excusa, pero la verdad es que, en nuestra familia, hay algo particular…-

-¿De que hablas?-

-No se como explicarlo, tendrías que hablar con los abuelos, pero desde que herede la tienda de empeño, note que, al tocar una pieza de joyería, podía sentir algo…El trabajo y labor del artista, como si fuera una energía recorriendo mi cuerpo, pero…-

-¿Si...?

-El problema Kati, con las joyas empeñadas, es que cada una oculta algo más: Una historia triste; El broche de la abuela, unos anillos de una pareja, lo que sea, que por necesidad, por hambre incluso, tuvo que ser vendida…Esa tristeza que sientes, es por el sentimiento que hay en la joya que tocaste.-

-¿En serio?-

-No solo lo se, lo siento también…-

Ekaterina estaba completamente sorprendida ¿Eso acaso podía ser cierto? ¿Era posible, de algún modo?

-No solo es cierto, Kati…Yo lo siento también, pero soy mayor, puedo controlarlo, y hasta me ayuda a calcular cuanto vale una pieza, pero cuando eres joven…Puede ser abrumador.-

Dimitri ya no tenía nada más que agregar, más que su amor por una hija que desobedeció: La beso en la frente cariñosamente, y se despidió. Ese gesto en verdad resulto reconfortante, y Ekaterina pronto se hallo secando sus lágrimas, y sonriendo de nuevo.

¿Qué historia habrá detrás de cada joya empeñada? ¿Por qué habrá tenido su dueño que despedirse de ella? Si esos objetos pudieran hablar…

FIN