SENHORA DO MAR

Alfonço debía partir una vez más; sus largos viajes en embarcaciones mercantes eran difíciles no solo para él, sino para su joven esposa, Elena; apenas habían contraído matrimonio unas semanas atrás, y el trabajo de él ya se había convertido en un tremendo obstáculo.

El deseaba renunciar, poder poner un negocio, y compartir su tiempo con su esposa, pero no tenía ni un centavo a su nombre, y todo lo que podía hacer era seguir en ese trabajo, pues en el puerto no había muchas oportunidades para una joven pareja que apenas están construyendo sus vidas juntas.

Ambos eran devotos católicos, y le rendían especial devoción a Santa Catalina, la patrona del pueblo, conocida también como la "Señora del Mar"; se dice que protegía especialmente a los marinos en aguas lejanas, y eso es algo que tomando en cuenta la profesión de Alfonço, siempre se agradece; El siempre llevaba una reliquia de ella en su cuello como collar cada vez que partía, y ella oraba todas las noches mientras su esposo se encontraba de viaje para que lo protegiera; pero se necesito mas que fe para ayudar a Alfonço en una noche tormentosa del verano.

El cielo en negro, y las aguas en un profundo azul; el viento soplaba con toda su fuerza, y truenos y relámpagos parecían rodear la embarcación. Navegar en esas aguas era un desafío aun para el más experimentado marino, y entonces, una ola especialmente alta volteo la barca.

Varios marinos cayeron a esas aguas turbulentas, y entre ellos estaba Alfonço; la embarcación se había hecho pedazos en su mayoría, y no faltaba demasiado para que esta se hundiera junto con los pocos tripulantes que aun se hallaban a bordo. Parecía ser el fin de sus vidas.

Alfonço comenzó a orar, sostenido de un tablón que encontró; estaba completamente cansado, y no hubiera podido haber hecho otra cosa más que pedirle a su Santa Patrona la salvación por vía divina, pero con el golpe de otra ola, él finalmente perdió consciencia.

Elena recibió las noticias unos días después, y se encontraba desconsolada; el amor de su vida, había perdido la batalla por la vida, ahogado en esas aguas de azul profundo que sirvieron para darle sustento, pero que ahora se lo habían arrebatado; una viuda joven, ella tuvo la simpatía de todo el pueblo, quienes trataban de consolar a aquella mujer tan hermosa que a partir de ese momento llevo un velo negro en señal de su luto.

Mientras caminaba regreso a su casa después de salir de la Iglesia, un domingo por la mañana, una anciana se le acerco, tratando de sacarle algo de plática.

-Hermoso sermón en la misa ¿No es así?-

Elena, un poco confundida, contesto por amabilidad, aun sabiendo que esa mujer le era una completa extraña.

-Si, en efecto, me gusta mucho como el Padre Rodrigues da sus servicios…-

-Lo se Elena…recuerdo que de niña, inclusive tuviste un enamoramiento de él.-

Y la joven mujer se confundió aun más: en efecto, cuando ella tenía diez años, tuvo una infatuación por el predicador, pero nunca le había contado a nadie sobre ello.

-¿Cómo supo eso, y como supo mi nombre?-

-Se mas de ti de lo que probablemente sepa nadie ¡ni siquiera tu!-

Elena dio dos pasos hacía atrás de aquella mujer, con el miedo empezando a tomar control de su ser, pero eso cambio con la siguiente oración de esa enigmática fémina.

-Alfonço quiere verte….-

Sin percatarse, habiendo caído presa de su emoción y su tristeza, Elena siguió a esa mujer hasta la playa, donde la brisa marina soplaba mas fuerte que nunca, y las mareas se encontraban altas.

-¿Puedes sentirlo, joven Elena?-

Elena encontró algo perturbador en esas palabras, pero al sentir el viento en su rostro, se percato de la extraña pero cariñosa manera en que este tocaba su rostro y como jugaba con su larga cabellera; y los sonidos de las mareas, en ellos encontró una voz familiar; Elena cerro los ojos, hechizada, y en su mente podía sentir a Alfonço, y su gentiles caricias y su voz calmante, era como si los vientos de mar se hubieran convertido en sus brazos, rodeando a la joven, y el salpicar y los sonidos de las olas chocando entre si y con las rocas, en su voz.

La anciana desapareció, pero desde entonces, Elena, todas las tardes, cuando la marea estaba alta, iba a la playa, cerrando los ojos y extrañando el toque de su amor perdido; eventualmente lo hizo tanto, que tuvo que mudar su vivienda justo junto al mar. Le advirtieron que sería peligroso, pues los huracanes y las olas altas podían ser un problema, pero curiosamente, desde entonces, esos riesgos dejaron de azotar la costa del pueblo; nunca más, mientras Elena estaba viva, viento o agua de riesgo volvieron a tocar a aquella comunidad.

Elena llego a ser muy anciana, y su belleza ya se había marchitado, mas siguió siéndole fiel a las aguas, y mientras era así, era feliz; mas el tiempo no perdona, y un día, ella se derrumbo, producto del cansancio de su edad; ya no se podía poner de pie, solo yacía ahí, de rodillas al mar.

Y entonces, aquella anciana, que había visto hace tantos años atrás, regreso.

-Ya se quien eres…"Señora de las Aguas"…- Le exclamo Elena

-¿Y entonces, sabes a que vengo, no es así?-

-Lo se, pero dime… ¿Hay alguna manera en que pueda sentir a Alfonço junto a mi? No quisiera separarme de el…nunca…-

Aquella misteriosa anciana esperaba que dijera eso, y tenía un último as bajo la manga, una ultima ficha para apostar.

A la mañana siguiente, todos los pobladores encontraron algo extraño en la playa: Una misteriosa roca, en una forma que vagamente recordaba una silueta femenina yacía ahí, y en su parte frontal, de cara al mar, una cruz; a Elena nunca nadie más la volvió a ver

Desde entonces, todos hablan acerca de la "Roca de la Dama"; una mujer que permaneció ahí, y el "Viento del Marino"; la caricia gentil de un amante hacia su esposa, y como finalmente, en esas formas, lograron estar juntos por toda la eternidad.