The Writer
Mece el viento su cabello mientras el lápiz se desliza como un grácil bailarín, dejando tras de si una estela de frases tontas. Es jueves, y es un día distinto: Sus ojos están llenos de luz. Todos lo notan: sus amigos que usualmente lidian con su retraimiento; sus profesores que la creen tonta porque nunca alza la vista para mirarles a la cara, "tal vez sea por pena, o por flojera" piensan ellos; sus compañeros acostumbrados a verla andar por ahí, grácil pero infeliz, con ese toque de invisibilidad que pareciera darse a si misma; incluso ella lo nota, pues esa tarde, al cruzar el umbral del salón, se sintió por primera vez con ganas de sonreír.
El lápiz sigue su camino y se detiene un momento. La mirada perdida hace juego con el recuerdo recién plasmado. En su memoria, esa leve sonrisa sirve para apaciguar sus demonios internos. En su imaginación, esa sonrisa es la llave de la felicidad, la varita mágica del hada madrina que espero en silencio cada noche, para que acudiera a rescatarla, cual cenicienta, de su aburrida existencia, y así dejar de sentirse gris, fea, y corriente. En la realidad dormida del otro lado de su consciencia, esa sonrisa no significo nada ya que él no conoce su nombre, ni le interesa conocerlo: Ella no esta a su nivel y eso la hace inexistente. Ella no lo sabe, y aunque lo supiera fingiría que no es así.
El lápiz sigue frenética su marcha, línea tras línea, palabra tras palabra, la chica tonta desnuda su alma para su futuro lector. Espacio. Línea en blanco. Párrafo nuevo. Y en un estilo que haría que Shakespeare o Rubén Darío se postraran a sus pies a alabar la hermosa descripción de sus puros sentimientos, ella declara sus más íntimos secretos a alguien que esta justo a su lado, sin la más remota idea de que a ella no le importaría morir por él.
Punto seguido. Pausa para tomar agua: La labor de escritora pareciera dejarla mas sedienta que de costumbre. Ha de ser la ansiedad. Mirada fría de reojo. En su mente, calcula con absoluta serenidad pero con firmeza, que verbo, que sustantivo será el siguiente en usar. Cual arquitecto que diseña su próximo edificio, mide cada palabra, elabora la siguiente frase y esta no tarda en ser garabateada sobre el papel. Regresa a la realidad, levanta el lápiz con elegancia y continua. Imagina el momento en que él lea esa hoja, común pero mas valiosa que cualquiera que sus caudales de dinero pudiera comprar. Sueña con poder dar en el blanco, con poder acertar en el pequeño espacio en que él deja ver su humanidad: Sus ojos. Porque es a través de ellos que espera conmover su corazón, y poder decir, que para él, aunque sea por un segundo, esa chica simple y gris, logro existir.
Signo de admiración. Abre comillas y presta una frase; Cierra las comillas y acto seguido coloca otro signo de admiración. La chica tonta dibuja el paraíso con toda la amplitud y la belleza que esos 28 caracteres llamados alfabeto le permiten. A su diestra, el chico de ojos café sigue allí, absorto en su teléfono, su universo se reduce a los pixels de la pantalla de ese aparato. Solo existe lo que allí se postee. Amor de chiquillos no es algo importante, se descarta, y prosigue su indagación en la web.
El tiempo se detiene: El punto final llega. Levanta la vista y el lápiz es llevado nuevamente al bolsillo. No necesita leer las palabras para sentirse realizada. El valor invade su ser porque siente que hoy será el día. Hoy, el chico de mejillas sonrosadas sabrá lo que ella siente, hoy sus palabras le apuñalaran el corazón y ella por primera vez estará a su nivel.
Dobla el papel entre sus manos con suma delicadeza. Una extraña fragancia invade el aire a su alrededor, una esbelta figura se mueve con elegancia como si flotara con el viento; el príncipe sonríe y sus ojos se llenan de luz. Cenicienta siente su voluntad flaquear cuando el beso de la verdadera princesa rompe su ilusión, y la luz se fuga de sus ojos. La magia se esfuma de sus palabras y Cenicienta vuelve a ser gris.
La hoja se quiebra entre sus manos, las frases ceden ante la fuerza, las palabras de amor se esfuman en el silencio de su mente, y la linda declaración se convierte en poco mas que un amasijo de papel. La Cenicienta que intento ser escritora se devuelve a su realidad mientras el príncipe cruza el umbral del salón de la mano de su princesa. Sus palabras vuelven a su mente, y sus frases se conforman con ser solo recuerdos; para ellas solo existe un destino: punto final.