Todos los conocían desde que eran pequeños: Tyler y Bree, un par sin igual. Desde que tenían pañales, siempre discutían, peleaban, se golpeaban, se jalaban los pelos, se robaban los juguetes, se ponían de insultos (Tyler era, según Bree, un "puercosauro" porque cuando era niño estaba algo pasado de peso, y Bree era, según Tyler, una "pulga apestosa" porque siempre fue algo bajita y por una vez que un zorrillo la rocío) y todo el vecindario, familia, amigos y conocidos solo podían llegar a la conclusión más lógica: Ellos se amaban, y por lo mucho que duraban los moretones en sus cabezotas cuando se peleaban, lo hacían con mucha pasión.
Ambos crecieron y se convirtieron en jóvenes sanos, inteligentes y "emocionalmente estables" (noten las comillas en esas palabras) y durante toda su vida escolar, siguieron con ese patrón de odio y rabia del uno hacia el otro, pero para todos, era más que evidente que había algo mas allá de lo que las apariencias engañan.
Y los dos tenían algo más en común que aquella maña de insultarse hasta que sus gargantas se secaran: ambos eran enormes fracasados en el tema del amor; habían intentado, cada uno por su lado, llevar relaciones con sus pares, pero están eran escasas, y cuando las había, no tomaba mucho para que fracasaran; ambos tuvieron malas experiencias que iban de lo humillante (a Bree uno de sus novios le resulto homosexual, y aunque le agradeció su ayuda para "aceptarse a sí mismo", ser la mujer que hizo que su novio se diera cuenta que le gustan los hombres no es algo que muchas quieran presumir) a lo francamente descabellado (La ex novia de Tyler coleccionaba gatitos de porcelana; no parece tan malo, hasta que uno la ve hablando con ellos…)
En una noche, tras otra vergonzosa sesión de amor, Bree y Tyler, sin saberlo, terminaron en el mismo sitio; en el parque a las afueras de la secundaria, donde ambos se sentaron en unas bancas cercanas a una fuente; ambos estaban de lados opuestos de dicha edificación, pensativos y melancólicos sin poner mucha atención a lo que ocurría.
Pero después de unos largos minutos de silencio, ambos se notaron; primero intentaron ignorarse, voltear a otro lado o lucir distraídos, pero esas acciones solo volvieron la situación más incómoda, pero quizás lo más curioso, lo más extraño, es que a pesar de su usual repulsión del uno hacia el otro, ninguno de los dos deseaba comenzar algún conflicto, o siquiera parecían querer marcharse, inclusive, ambos sintieron un nuevo sentimiento floreciendo en sus corazones: ninguno quería admitirlo, pero no podían negarlo; siempre les había molestado cuando todos sus conocidos les comentaban que en realidad, más que odiarse, se amaban.
¿Será cierto? ¿Podría ser al menos considerable? Y cuando lo meditaron bien, tenía algo de sentido: ellos se conocían todo sobre sí, y esa extraña y enfermiza relación a base de abuso físico, verbal, psicológico y emocional era la relación más larga y estable que cualquiera de los dos hubiera tenido; dicen que del odio al amor hay un solo paso, así que realmente no era tan loca esa idea.
—Bree…—Escuchó al joven de repente, haciéndola salir de sus pensamientos, sin darse cuenta que Tyler se le había acercado.
— ¿Qué quieres?
—No sabía que venías aquí.
—Es mi lugar para pensar…
—Sí, el mío también.
Ambos sentían una especie de bochorno; normalmente no se soportaban, pero ambos se encontraban heridos y emocionalmente frágiles, así que esta vez no había insultos infantiles o atentados contra sus vidas; simplemente estaban ahí, el uno para el otro.
Después de platicar un momento, se percataron que a pesar de todo, tenían muchísimo en común, y sorprendentemente, después de haber probado lo peor, ambos accedieron a algo impensable: salir en una cita ¿Por qué no? ¿Qué tenían que perder? ¿La dignidad? Esa ya la habían perdido hace mucho tiempo.
La noticia corrió con el viento a todos los rincones de su comunidad; exclamaciones de "¡Por fin!" se podían oír en muchos hogares; después de años de tensión, ahora parecía que por fin podían estar juntos, algo que todo el mundo apostó desde la primera vez que se hicieron moretones.
Tras aquella primera cita, Bree regresó muy tarde a su hogar; algo que sus propios padres supusieron que era porque habían pasado un muy buen tiempo, pero la sonrisa de su padre se borró cuando notó que su hija regreso con el brazo fracturado.
— ¡Dios mío hija! ¿Que te sucedió? —Dijo su padre.
—Me gané la lotería ¿¡Que crees que paso!?
—Pero ¿Quién te fracturo el brazo?
—Ese puercosaurio de Tyler…
— ¿Tyler? ¿Él fue quien te rompió el brazo? ¡Voy a matar a ese…!
—No te preocupes por eso, papá.
— ¿Cómo no quieres que me preocupe? ¡Juro que matare a ese chico!
—Muy tarde…
— ¿Cómo dices?
—Yo lo mate.
—Perdón… ¿De qué hablas?
—Discutimos sobre cual película ver; él quería una, yo quería otra, discutimos, la discusión se acaloró, y…lo mate.
— ¿Cómo pudiste?
—Con un picahielo.
— ¡No! ¡Me refiero a…! ¿Cómo pudiste matar?
—No sé en que estaba pensando honestamente; siempre nos odiamos ¿Por qué creímos que esta vez iba a ser diferente?
—Entonces ¿no hubo nada?
—Papá ¿Cuál es la parte de todo este conflicto de años que no entiendes?
—Bueno, es que, ya sabes cómo dicen: del amor al odio hay un solo paso y todos supusimos que…
—Papá, esto es la vida real.
Y tomo la muerte de un joven de 16 años, un brazo fracturado y diez años de prisión para que la comunidad empezara a revaluar la sabiduría de aquel ciclope visual llamado televisor.
FIN