Epílogo

De pie en la azotea de un edificio de Greenwich esperando que amaneciera me encontraba. Llevaba haciendo lo mismo ya varias semanas y era porque había sido la mejor manera que había encontrado de recordar a Vanessa… mi amanecer andante. La sensación de debilidad que se apoderaba de mí cada vez que aparecían los primeros rayos del sol se parecía tanto a lo que sentía cuando estaba con ella que si cerraba los ojos era como si la tuviera cerca aún.

Habían pasado ya dos semanas de su muerte y no dejaba de doler, no dejaba de extrañarla y preguntarme cada noche por qué. Había sido un tonto, me lo advirtieron pero no hice caso y me di cuenta demasiado tarde de lo que sentía por ella. Tan tarde y ni siquiera pude protegerla. Me sentía culpable y, sinceramente, estaba buscando mi muerte porque no encontraba un motivo digno para seguir viviendo. Vanessa ya no estaba, hasta Duncan había desaparecido del mapa. Mi vida estaba vacía, era monótona y eso me estaba volviendo loco.

Decirle a John sobre la muerte de su hija fue una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer en mi vida y su expresión jamás la olvidaré. En sus ojos había decepción y lo entendía, le había prometido que la cuidaría y después volvía con su cadáver. La muerte la merecía yo, no ella. ¡¿Por qué la vida era tan injusta?! No lograba entenderlo.

Me retorcí de dolor de sólo volver a recordar que ya no la tenía a mi lado, no podría abrazarla nunca más. Dios, como extrañaba las conversaciones con ella, cuando me llamaba para decirme nada, cuando jugábamos billar o cuando simplemente compartíamos el tiempo juntos. Como extrañaba sus caricias, sus besos, el cálido contacto de su piel, su perfume, el brillo de su mirada. No me creía capaz de superar su muerte algún día.

Llegaron los primeros rayos de sol. Inmediatamente sentí el debilitamiento, más aún porque no comía nada hacía dos semanas. No era capaz de alimentarme de un humano sabiendo que quizás podía ser un alma buena y única como Vanessa, pensando en que quizás alguien podría perder a la persona que amaba por mi culpa… no era capaz de hacer pasar a alguien por la agonía que yo estaba viviendo. Ya no podía seguir mi camino sin importarme las personas a mi alrededor

El calor de los rayos del sol matutino me recordaron las caricias de Vanessa, su suave toque, pero jamás nada se le compararía y yo jamás dejaría de extrañarla. Podía decir que siempre viviría en mi corazón, que nunca la olvidaría pero eso era pura mierda, esas frases no calmaban el dolor en mi pecho, ese vacío que me comprimía y me dejaba inmóvil de tanto sufrimiento. Nada calmaba la agonía que me envolvía, sólo Vanessa y ella ya no estaba.

El sol siguió ascendiendo y cuando se hizo insoportable estar bajo su influencia, salté los diez pisos que me separaban del suelo. El largo abrigo negro de cuero se movía a mi alrededor como en la mejor escena de acción. Pese a que estábamos en primavera, yo seguía usando ese abrigo ya que era el que usaba cuando la conocí a ella. Ya parecía un maldito loco que atesoraba cualquier cosa que Vanessa hubiera tocado, pero era todo lo que podía hacer para sentirme un poco mejor y no terminar aovillándome en mi cama como un parásito.

Subí a mi auto y tuve que darme varios segundos para reponerme. Todavía podía sentir el aroma a lavanda y mujer de Vanessa en el interior del vehículo, recordaba con claridad todas las veces que ella ocupó el lugar contiguo al mío.

Encendí el reproductor de música con todas las canciones que a ella más le gustaban. Estaba llegando al punto de ser masoquista, pero no podía evitarlo. Jamás dejaría que su recuerdo muriera.

Conduje hasta casa, al llegar me encontré con Rosa que también venía llegando. Como se había hecho habitual en ella, me miró con ojos llenos de preocupación y comprensión, tanto que llegaban al punto de la lástima.

—¿Cómo te encuentras hoy, m'ijo[1]? —Preguntó ella, con esa voz maternal que producía una cálida sensación en mi interior.

—No puedo mentirte a ti, Rosa, sabes que sigo destruido —ella se acercó y me dio un sorpresivo abrazo.

—Entiendo tu dolor, yo aún no dejo de sufrir por mi Miguel —Miguel era el esposo de Rosa que había muerto hacía más de diez años—. No puedo decirte que algún día deja de doler, pero aprendes a vivir con ello.

—La extraño tanto —dije con voz ahogada, comprimiendo en mis brazos a la mujer que cada vez era más como una madre para mí.

—Siempre será así, m'ijo, pero debes seguir adelante, ella no querría verte así.

Me alejó para mirarme fijamente, reprimiéndome con su mirada.

—Estás tan delgado, no comes nada de lo que te doy. Me tienes preocupada.

—No tengo ánimos de nada, quisiera dormir toda la vida y no despertar más.

—¡No digas eso! —me reprendió—. Si Dios decidió que debías seguir viviendo es porque tenía un plan para ti y debes aceptarlo, muchacho. No te des por vencido, debes seguir adelante por ella.

Entendía sus palabras, pero eso no podía obligar a mi corazón a estar mejor.

—Gracias, Rosa. Ahora iré a dormir, estoy muy cansado.

—Que descanses, m'ijo. Más tarde te llevaré comida que espero comas esta vez.

Asentí antes de despedirme y subir por las escaleras. Al llegar a mi habitación tiré mis cosas al piso y me senté en la orilla de la cama. Como cada día, tomé la foto sobre la mesita de luz. Era la única foto que tenía con Vanessa y era la que nos había tomado John antes de irnos al baile, aquella en la que estábamos mirándonos a los ojos fijamente. Agradecía tanto que él la haya tomado, ahora era mi recuerdo más tangible de la imagen de Vanessa, de su hermosa sonrisa, de sus ojos achocolatados tan profundos y preciosos. Todas las noches soñaba con ella, pero no era suficiente para soportar el día, así que la foto me ayudaba bastante.

Me acomodé bajo las sábanas y esperé a que el sueño me venciera. Sólo quería verla otra vez. Quería revivir mis recuerdos con ella. Pero no llegaron, ningún recuerdo fue revivido en mis sueños, sino una nueva y extraña escena.

Estaba en un campo, uno muy hermoso, lleno de naturaleza y tan bien cuidado. Se parecía al que Vanessa me había llevado tiempo atrás, pero este era aún más utópico, perfecto. Era de día pero el sol no hacía nada más que entibiar mi piel. No entendía que era lo que hacía ahí y solo, entonces ella apareció, con el hermoso y delicado vestido blanco con el que la habían enterrado ondeando a su alrededor. Caminaba con la gracia de una bailarina consumada, me parecía que brillaba mientras se acercaba a mí. No podía respirar de la emoción de verla otra vez. Mi corazón latió con fuerza dentro de mi pecho, pero aún así no lograba moverme o correr hacia ella hasta que estuvo frente a mí. Estaba congelado, como una estatua, con la boca abierta de la impresión.

—V-vane —balbuceé, incapaz de creer lo que mis ojos veían.

—Al fin logré ponerme en contacto contigo, Zac —pillándome por sorpresa, me rodeó con sus brazos.

No había sueño que se le pudiera comparar, se sentía tan real como si ella aún estuviera viva. Sentía con claridad la calidez y suavidad de su piel, su aroma flotaba alrededor de ambos embriagándome por completo. La única diferencia era que no escuchaba su corazón, sólo el mío latiendo a toda velocidad.

—Te he extrañado tanto, quise hablar contigo tantas veces pero no lo conseguía.

—¿Viniste por mí? —Pregunté esperanzado, era lo que estaba esperando.

—No, aún no es tu tiempo. Los Maestros dicen que aún falta mucho para que vengas a este plano.

—¿Este plano? —repetí sus palabras separándola, a mi pesar, de mi cuerpo. No entendía a que se refería.

—Algún día te lo explicaré, esta vez no tengo mucho tiempo, aún soy nueva en esto y estoy aprendiendo a comunicarme contigo, sólo quería decirte algo, Zac.

Me miró tan fijamente que sentí escalofríos. No sabía por qué la sentía tan viva, tan real. Empezaba a dudar que fuera un sueño como los otros.

—Zac, —tomó mi rostro suavemente en sus delgadas manos— debes seguir adelante, debes superar todo esto y no hundirte en un pozo sin fondo. Debes hacerlo por ti, por mí, por nosotros. Debes esperarme, —la miraba sin entender, ¿esperarla? ¿A qué se refería?— no estaremos separados para siempre. ¿Recuerdas la ves que te pregunté si creías en la reencarnación?

Asentí. Puse mis manos sobre las de ella.

—Necesito que creas, porque si crees podrás esperarme hasta que estemos otra vez juntos, porque lo estaremos, Zac. Eres la otra mitad de mi alma, cuando vuelva a nacer te buscaré y necesitaré que tú también me busques.

—¿Volver a nacer?

—Ahora no puedo explicarte mucho, sólo puedo pedirte que seas fuerte y me esperes. Prométeme que lo harás, por favor, prométemelo.

La miraba fijamente, no entendía mucho lo que me pedía, pero si ella lo quería, yo lo haría, cualquier cosa para tenerla otra vez en mis brazos más allá de los sueños.

—Te lo prometo —juré.

Ella sonrió y luego posó sus labios sobre los míos. Eran suaves, cálidos, tal cual los recordaba. Era el mismo sabor de siempre, el de mi Vanessa. Inmediatamente la abracé con más fuerza y profundicé el beso, mi corazón dolía por haberla extrañado tanto todo el tiempo y por la necesidad de su sabor, debía aprovechar el momento antes que se impusiera la realidad.

Abrí de golpe mis ojos sin saber qué me había despertado. Lo primero que hice fue tocar mi boca, aún podía sentir los labios de Vanessa pegados a los míos. Jamás había tenido un sueño tan real y hacía preguntarme si había sido un sueño en realidad. Lo que fuera, significaba algo y le había prometido algo también a ella.

—Te esperaré todo lo que sea necesario, mo gràdh.


[1] En Castellano original.


Ya saben... no sé si sea necesario repetir pero por si acaso. ¡SE ACEPTA TODO TIPO DE COMENTARIOS!

Gracias por haber leído esta historia... para saber cómo continúa, qué es de Zacharias MacLean después de la pérdida de Vanessa, lean "Ausencia", la segunda entrega de esta saga.

XoXo!