Joder, eran las 3:30 am cuando mi mejor amiga en todo el planeta me pidió un Damien & Julieta. ¡Las 3:30 am! Bueno pues se me ocurrió que no sería nada inocente, pero tampoco tiene demasiadas cosas pervertidas. Claro que arruine la tierna imagen de Julieta, pero Rox dice que le gustó así que bueno, no es asunto mio jajajaja el primer Damien & Julieta es mio y no tiene cosas demasiado fuertes lero lero!

Nota: Pacto es absolutamente roxanico.

Deseo

Era un día de esos en que sientes deseos de besar a alguien apasionadamente y te lamentas el no tener novio. Un día de pasiones ocultas revoloteando entre tus piernas. Definitivamente un día ardiente para el joven cuerpo de la pelirroja segadora de almas de nombre Julieta.

Caminaba despacio y suspiraba, detestaba sentirse ansiosa… o tal vez lo que detestaba era el no poder descargarse. ¡Joder! Si tan sólo pudieses tomar a un chico guapo en la calle, y besarlo de repente.

Maldijo su instinto animal y maldijo la soledad. Sus pasos la llevaron a la puerta, pero justo enfrente de la entrada se preguntó con descarada hipocresía ¿Qué haces aquí?

Sin darse el tiempo de responder entró a aquel antro y se sentó en la barra. No iba a tomar, pero le gustaba sentarse allí. Con la tenue luz resaltando sus cremosas e infantiles curvas a través de su fino conjunto de colores negro y rojo. Sus cabellos cortos entornaban su rostro angelical. Y desde la barra todo eso quedaba exhibido, al igual que una muñeca en un aparador.

Julieta se sabía observada y envidiada mientras estaba sentada y por ello le gustaba estar en la barra, pero más que nada le encantaba porque él siempre aparecía cuando ella estaba sentada allí.

Y precisamente como si un hada macabra satisficiera sus libidinosos deseos inconscientes, él apareció para sentarse a su lado. Era un atractivo muchacho, mayor que ella por varios años, de voraces ojos negros y cabellos oscuros.

-Hola, preciosa- le saludó el hombre que personificaba la pasión en la mente inmadura de la muchacha.

-Hola, Damien- contestó Julieta con una sonrisa coqueta.

-¿Qué haces por aquí?

-Vine a pasar el rato- contestó ella y se sintió como una tonta al no encontrar nada mejor que decir.

-Ya. ¿Y tu perro guardián?- cuestionó con un tono que bailaba entre el desprecio y burla.

-¿Quién?- cuestionó la pelirroja haciéndose la tonta. No quería pensar en el infantil de Carlos en ese momento.

-Nadie- contestó Damien con una sonrisa. Julieta se perdió en sus incitantes ojos.

-¿Quieres algo de beber?- preguntó él con palabras aterciopeladas.

-No, de hecho no es de eso de lo que tengo antojo- respondió Julieta sorprendiéndose a sí misma con lo sincero de su respuesta. La sonrisa de Damien se ensanchó aún más.

-¿Entonces de qué tienes antojo, mi preciosa pelirroja?- cuestionó Damien divertido.

-No estoy muy segura.

-Tienes antojos de… ¿chocolates?- cuestionó con fingida inocencia a su acompañante.

-No- respondió ella.

- Ya. ¿Entonces de fresas quizás?- cuestionó unos minutos después el experimentado muchacho.

-No- contesto nuevamente Julieta con una risa encantadora.

-Veo, entonces no tienes antojos de algo que quieran usualmente las niñas- comentó Damien con habida picardía.

- Si fresas y chocolates es a lo que te refieres entonces no, no tengo antojos de cosas de niñas- replicó ella adorando el doble sentido que, sabía, poseían sus palabras.

-Yo tengo antojo de bailar algo ¿me concedes el honor de bailar conmigo?- señaló Damien y le ofreció su mano. La pelirroja la tomó y al instante estaba en la pista de baile de "la puerta"

La música era animada, pero se prestaba para bailar bastante pegados. Por lo que Damien la atrajo asía él insistentemente susurrando en su oído: "¿Y de esto si tienes antojo, pequeña pelirroja?"

Dichas esa palabras aquel hombre mordió dulcemente el ovulo de su oreja, bajando a su cuello, para luego rodar suavemente hacia su boca. Julieta sintió como su cuerpo se tensaba y calentaba ante aquel contacto. Esas caricias eran precisamente lo que ella necesitaba.

Cuando terminó la canción Julieta no estaba calificada para responder coherentemente a ninguna palabra, pero estaba bien porque Damien no le estaba haciendo ninguna pregunta, por el contrario la llevaba con cautela y en silencio al rincón más oscuro del lugar; donde ni el mismo Jack se tomaba la molesta de mirar.

Una vez la tubo en la penumbra del escandaloso edificio Damien volvió a besarla pero esta vez con mucha más insistencia. Y eso a Julieta la volvía loca. No había nada más excitante y satisfactorio que las manos de Damien en el lugar adecuado haciendo el movimiento correcto.

En un momento de ardiente deseo Damien le dio la vuelta y la colocó contra la pared. A él le gustaba indefensa, dispuesta a sus caprichos… tal y como ella se encontraba.

Al tenerla arrinconada Damien se atrevió a pasar la mano por debajo de la blusa, encontrando un gran placer al sentir como la pre-adolescente se estremecía con el simple contacto de sus manos frías sobre su tibia espalda.

En lo que duran dos besos llevó sus manos a la parte de atrás del corpiño. Y Julieta sabía lo que buscaba al sentir en un momento de presión el creciente bulto entre las piernas de él. Pero era aún más diciente el sentimiento dentro de su propio vientre.

No fue sino el sonido de una voz masculina y severa lo que la trajo nuevamente a la realidad.

-¿Qué están haciendo ustedes dos allí?- cuestionó Carlos, matando con su gélida voz todas las ardientes llamas que incendiaban el ambiente.

-¿Carlos?- exclamó Julieta acomodándose la ropa y el aludido la miró atónito por unos momentos. Luego se acerco y la arrancó rápidamente de las manos del engendro al que en sus buenos días llamaba "El maldito imbécil de Damien"

-¡Oye!- se quejó la muchacha ante el maltrato.

-¡Te he dicho que no te acerques a ella!- exclamó Carlos ignorando las quejas de la pelirroja. Damien suspiró para calmar sus "ímpetus". Necesitaba unos segundos para insultar con cordura, sin embargo Carlos no le daría unos segundos; él se llevaría a Julieta de allí inmediatamente.

De camino a casa Julieta sabía que Carlos la estaba insultado, diciendo algo sobre si él no hubiera tenido que pasar por allí ella… x cosa, no importaba, no tenía la cabeza en aquel lugar, ella estaba disfrutando de la sensación que aun les dejaba en su cuerpo las manos de Damien.

Sus hormonas se habían saciado, pero ella sabía que su hambre voraz volvería, y cuando así fuese ella regresaría a la puerta y se sentaría nuevamente en la barra. Porque Damien era el único que sabía complacer su ardiente Deseo.