Dios te ama
Por Hannah BlueBird
La luz que se filtraba por la ventana de la habitación le caía directamente sobre los ojos, obligándola a despertar. Tras un breve instante de ceguera, parpadeó, bostezó y se incorporó, quedando sentada sobre la cama de sábanas blancas.
Frotándose los ojos, observó con detenimiento la habitación en la que se encontraba. Las paredes eran blancas. Los muebles, blancos. Las sábanas de su cama eran blancas. Incluso las baldosas del suelo resplandecían con un blanco inmaculado. Un blanco antiséptico.
Suspiró. Aun no se había acostumbrado a mirar esa habitación cada día. Todo demasiado blanco, demasiado... perfecto. Lo odiaba.
Se sobresaltó ligeramente al oír el chirrido de la puerta, aunque se relajó al ver de nuevo al médico que la había estado atendiendo desde que había llegado al hospital.
-Buenos días, Cris.- saludó el hombre con una sonrisa.- ¿Cómo te encuentras?
-Estoy bien, gracias.- intentó sonreír.
-No hace falta que me digas eso a mí, Cris. Ambos sabemos que no lo estás.
Cris bajó la vista hacia su regazo.
-¿Tienes nauseas? ¿Estreñimiento?- la chica negó con la cabeza. El doctor apuntó algo en su cuaderno.- ¿Ha habido sangre en tus heces? ¿Te cuesta respirar?
-Lo cierto es que parece que tenga que tomar más aire cada vez que respiro.- susurró Cris. El médico asintió.- Pero por lo demás estoy bien.
-Aún tardaremos en saber si la respuesta al tratamiento ha sido completa o no. Por lo demás, te administraremos fármacos contra el dolor en caso de que te encuentres peor.
-Pero no me han aplicado una quimioterapia muy fuerte, ¿verdad?- Cris rió nerviosamente. Se enroscó su larguísimo cabello entre las manos.- No se me va a caer el pelo...
El médico la miró con una expresión de lástima. Balbuceó un par de palabras amables ente la mirada atónita de la chica y después se marchó.
Cuando desenrolló las manos de su pelo, cayó el primer mechón.
Tenía 18 años recién cumplidos. Se había dejado crecer el pelo desde que tenía 8 años, y nunca había querido cortarlo debido a una promesa hecha hacía años. Tenía el pelo castaño, largo, larguísimo. Era su seña de identidad. Su marca.
Creía que nunca llegaría el momento de cortarlo.
Entonces se llevó las manos hacia las raíces de su pelo y pasó los dedos entre los mechones, peinándolos. Cuando retiró las manos, esta estaba llena de múltiples mechones de pelo. De SU pelo.
La puerta volvió a abrirse, esta vez con una cara aún más familiar.
-Anna.- murmuró Cris al ver a su hermana en la puerta. Anna se quedó paralizada, con el pomo en la mano. Había visto los mechones de pelo sobre las sábanas.- Anna, se me está cayendo el pelo. Mi pelo. Se cae, Anna. Y me duele. Se cae, se cae, me duele, me duele, me duele, me d...
Cris comenzó a llorar, a la vez que arrancaba varios mechones de su pelo. Anna se acercó a ella y la abrazó.
-¿Por qué tiene que pasarme todo esto a mí?- Cris gritaba entre lágrimas. Anna la abrazó más fuerte.- ¿Es que no he tenido suficiente? ¡Cáncer de estómago! ¡Con 18 años! ¡Dime a quien le pasa esto, aparte de a mí!
Anna luchó por contener también las lágrimas. De todas formas, ¿qué podía hacer ella?
La puerta volvió a abrirse mucho después de que Anna se hubiera marchado. Esta vez se trataba de sus amigos, de sus compañeros de fatigas. De hecho, había sido su mejor amiga la que había abierto la puerta.
-Cris...- murmuró la chica, con los ojos llenos de lágrimas.
-Hola, Hilary.- murmuró ella, tratando de sonreír. Se pasó la mano por el pelo, arrancando algunos mechones.- Mira, se me cae el pelo.
Hilary corrió hacia ella y la abrazó, llorando. Cris correspondió al abrazo, pero no lloró. Ya había llorado lo suficiente.
El resto de sus amigos las contemplaban desde la puerta. Nadie reía.
-Oye Hilary.- Cris la separó suavemente. Hilary se secó las lágrimas.- Necesito pedirte un favor. Un favor importante.
-Dime, haré lo que sea.- sollozó Hilary.
Cris se giró hacia la derecha y abrió uno de los cajones de su mesita de noche. Sacó una maquinilla eléctrica.
-La enfermera la dejó aquí hace rato.- Cris bajó la vista hacia la maquinilla, tocando levemente la afilada cuchilla.- Dijo que, si me dolía mucho, podía afeitarme la cabeza. Pero yo no tengo valor para hacerlo.
Cris miró a los ojos a Hilary. Azul contra marrón.
-Quiero que me rapes, Hilary. Al cero.
Hilary hipó y negó con la cabeza enérgicamente.
-¡No! ¡No, no, no, no! ¡Soy incapaz de hacer algo así, Cris! ¡Estamos hablando de tu pelo!
-¡Por eso mismo!- Cris alzó la voz. Los demás se estremecieron.- Me duele cuando se cae, y además me duele el hecho de que se esté cayendo. Así que, ¡por favor!
Cris tendió la maquinilla a Hilary. Esta la miró durante tres largos minutos, suspiró, se sentó en la cama de la enferma y enchufó la maquinilla.
-Que conste...- murmuró. Las lágrimas volvieron a salir.- Que conste que sólo lo hago porque te duele.
Cris cerró los ojos. La maquinilla comenzó a hacer ruido.
Aun llorando, Hilary le quitó el resto del pelo de los hombros. Cris, aun con los ojos cerrados, se pasó la mano por la cabeza y sintió una punzada de dolor al notar que no tenía pelo.
Abrió los ojos. La ausencia de pelo hacía que sus ojos azules se vieran más grandes.
Sonrió.
-Oye, no está tan mal, ¿no crees?- dijo, dirigiéndose hacia Hilary. La chica volvió a echarse a llorar, escondiendo su rostro entre las manos.- Por lo menos no tendré calor en verano.
Se giró de nuevo para hablar con alguno de sus otros amigos, cuando su vista se cruzó con uno de los posters que había en el pasillo.
Rezaba "Dios te ama", y junto a la cita, una imagen de una mujer con un niño.
No pudo evitar una risa irónica.
Una mini-historia que lleva dándome vueltas bastante tiempo, y que hoy me he animado a escribir en lugar de continuar otras más largas.
Esta en concreto es, digamos, un fragmento de una historia mucho mayor que no sé si algún día me animaré a escribir, porque es demasiado larga.
Y no, esta no tiene continuación.
¡Nos leemos!
ATTE: Hannah BlueBird