Las traes

Julieta estaba caminando por el parque. Eran las cinco de la tarde, y el parque no estaba tan cerca de su casa como muchos otros, pero igual ella iba por allí. Pensaba en cuanto odiaba estar sola en casa, en no poder tener padres normales, en haber perdido a Marcos, en cómo ahora era un bicho raro y en que su vida era una mierda. Estaba molesta, y por eso iba caminando por ese parque.

El aroma de la hierba mojada la invitaba a calmarse, pero bien no había aceptado esa invitación cuando un golpe le llegó a la cabeza inesperadamente.

-¡Ouch!- exclamó Julieta con dolor y fastidio.

-¡Mira lo que hiciste, Claudia! Ya le pegaste a alguien- se escuchó en el parque.

La pelirroja buscó con la mirada al que había gritado y se sorprendió de encontrarse cara a cara con su compañero de negocios turbios, el mismo Carlos Torres. Con una observación rápida se dio cuenta de que, de hecho, toda la familia Torres estaba en el parque, aparentemente jugando futbol o algo por el estilo, pues el rostro de su compañero estaba rojo y sudado.

Julieta recordó el día en que fueron a la fiesta de Tania.

Carlos, quien ya le había dado alcance, llevaba puesta una camiseta de futbol, con el número diez y su nombre estampados en su espalda. Julieta, no era fanática de dicho deporte por lo que no supo decir de qué equipo era el uniforme que llevaba el rubio, pero si pudo admitir para sus más recónditos adentros que, para variar, se veía bien en él.

-Julieta- dejó salir agitado el rubio.

-Hola- respondió la aludida sin ninguna emoción. Carlos arqueó una ceja.

-Hola…oye ¿estás bien? El balón te debió dar bien duro- le dijo el muchacho y la chica se encogió de hombros.

-Estoy bien- le respondió y él se pasó la mano entre los cabellos desordenados, sin saber muy bien el por qué de el silencio incomodo, luego buscó con la mirada el balón y se dio cuenta de que estaba a pocos pasos de allí. Sin esperar a que Julieta saliera de su estado de autismo, fue por la pelota y regresó pateándola.

En ese momento la chica se preguntó cómo podía verse tan normal y sintió celos.

-¡Mamá, Mamá! Es Julieta- escucharon ambos y sorprendidos notaron que la pequeña Claudia, en una versión más pequeña del uniforme de Carlos, venía corriendo, a compas de sus dos colas de caballo.

-Hola, Clau- le saludó la muchacha con una sonrisa amable.

-¿Te golpee? ¡Hay! Perdóname, yo no quería- le dijo la pequeña colocándose ambas manitos en la boca, con esa expresión de culpa que Julieta ya conocía.

-No fue duro, no te preocupes, Clau, no me duele- le respondió Julieta y la expresión de susto de la niña desapareció al instante dejando una sonrisa de alivio.

-Ah, qué bueno…pero no fue mi culpa ¿sabes? Si Carlos no fuese tan mal arquero, la pelota no se hubiera ido volando- explicó Claudia poniendo especial cuidado en sonar como su mamá cuando dijo el nombre de su hermano mayor.

-Pues si apuntaras al arco y no a la luna, eso no hubiera pasado- dijo Carlos medio en broma medio en serio.

-Hay sí, cómo si jugaras muy bien- dijo la hermanita del rubio y le sacó la lengua.

Julieta se rió y Carlos se ruborizó.

-Bueno, ya que no hubo daño, será mejor que me vaya- dijo después de un momento la pelirroja.

-Ah…claro- exclamó el rubio sintiendo que aún había algo forzado en las palabras de la chica.

-¿A dónde vas, July? ¿Con tus papas? ¿También viniste con tus papas y hermanos? - le preguntó con inocencia la niña y la aludida se mordió los labios.

-No, sólo vine a caminar un rato, Clau- contestó la pelirroja arrastrando las palabras.

La pequeña niña la miró con sorpresa, ya que para ella no era posible un domingo por la tarde sin salir a jugar al parque con su familia.

-¿Te castigaron?- demandó saber la niña.

-Ya, Claudia, deja a Julieta en paz y vámonos a terminar el partido- trató de decirle Carlos, pero su hermanita no le hizo el menor caso.

-Te castigaron, ¿verdad?- insistió la nenita. Julieta suspiró.

-No, Clau, sólo que…mis papás están ocupados, es todo.

-¡Eso no es justo! ¡Los domingos son para jugar!- exclamó la pequeña sin saber lo mucho que sus palabras podían lastimar a la pelirroja.

-Sí, bueno, pero no siempre…- intentó decir Julieta.

-¡Ya sé!- gritó la pequeña con entusiasmo- ¡ven a jugar con nosotros!

-¿Ah?- dejaron salir los dos adolescentes, pero Claudia Torres ya había cogido a Julieta de la mano y la jalaba con fuerza en dirección a donde estaban los demás miembros de la familia de Carlos.

-No, nenita, no es necesario- intentaba zafarse delicadamente la muchacha.

-Sí, Claudia, mira que Julieta puede que tenga otras cosas que hacer- decía nuevamente Carlos.

-¿Cómo qué?- cuestionó la niña con vehemencia.

-Eh…pues…- intentó decir su hermano, pero ni él ni Julieta tuvieron una idea rápida.

-Los domingos son para jugar, así que vamos a jugar, ¿verdad July?- le preguntó Claudia a la susodicha clavándole sus hermosos ojos soñadoras.

La aludida, que adoraba a esa niña, suspiró con resignación y afirmó con la cabeza. Entonces la pequeña Torres sonrió con autosuficiencia y la terminó de guiar a donde estaban los demás miembros de la familia. Mientras eran seguidas por Carlos murmurando incoherencias y arrastrando los pies.

Al llegar Julieta saludó a Liz y al señor Tomás, quienes jugaban con Jenny, la bebe de la familia, en una frazada debajo de un árbol. Sebastián, igualmente uniformado que sus hermanos, que ya se había aburrido de esperar, estaba tomando un jugo de los que habían llevado en una nevera portátil.

-Creí que estaban haciendo el balón- bromeó el de la bebida y le dio un amigable "¿Qué tal?" a la pelirroja.

-No, es que estábamos trayendo a Julieta a jugar- explicó Claudia.

-¿A sí? Bueno, entonces hagamos equipos, tú conmigo y Carlos con Julieta- dijo animadamente el muchacho sonriéndole a la recién llegada, pero ella no pareció tan animada como él con la idea.

-Yo en realidad no soy buena en este juego- se disculpó Julieta.

-Ah, qué pena- intervino Liz al escuchar la conversación- Pero los niños han estado jugado bastante al futbol ¿por qué no juegan otra cosa?

- Bueno está bien- suspiró con caballerosa resignación Sebastián.

-¿A qué podemos jugar?- cuestionó Claudia.

Carlos, que se había quedado callado tomando un jugo, se unió al grupo y sugirió:

-¿Qué tal las traes?

-¡Sí! ¡Sí! Las traes- exclamó emocionada Claudia.

Sebastián se encogió de hombros.

-Por mi está bien- dijo.

-¿Julieta?- cuestionó el Rubio enarcando una ceja y la chica se intrigó por el mensaje que mandaban sus ojos.

Esa mirada que le lanzaba no era ninguna de las que ella hubiese conocido antes.

-Eh…bueno - dijo al fin la pelirroja saliendo de sus pensamientos.

-Listo- exclamó Sebastián dando un aplauso de resolución.

-JULIETA LA TRAE- gritó Claudia antes de que alguien más hablara y los hermanos Torres corrieron al instante alejándose de la invitada.

La pelirroja parpadeó en desconcierto por un par de segundos, luego empezó a correr. Sus cabellos se enredaban con el viento, y la piel se sentía estrechar aún más cerca con la tela del Jean. Se sentía bien.

Atrapó fácilmente a Claudia quien para su sorpresa salió disparada como cohete detrás de Sebastián. En menos de lo que canta un gallo lo atrapó y de un segundo a otro el que estaba corriendo para atrapar a alguien era Carlos.

Julieta se quedó mirando a los tres hermanos. Por un segundo no supo si lo que sentía era envidia, felicidad o tristeza, pero antes de darse el tiempo de descubrirlo el mayor de los hermanos Torres apareció corriendo en dirección a ella.

-¡CORRE JULIETA!- le avisaron al unisono los otros niños, a lo que el cuerpo de la pelirroja reaccionó antes de sus pensamientos.

Corrió de nuevo, y el ver al rubio a sus espaldas le hacia sentir emocionada. Con la adrenalina subiéndole, y el sudor rodando junto a las orejas; sus problemas se fueron quedando atrás. Porque corriendo se sentía Viva, porque sus piernas le gritaban lo genial que era estar respirando, porque todo el calor de su cuerpo le llegaba al alma.

Tan libre se sentía que no reaccionó cuando Carlos se puse enfrente de ella al cortar camino en un ángulo del parque y chocó de frente con él.

Top…se golpeó en seco su cuerpo con el del rubio al caer al suelo, y dolió.

El chico que se removía debajo de ella estaba sudado, agitado y cálido.

Julieta abrió los ojos para ver cómo podía levantarse, pero se encontró con la mirada gris cielo de Carlos.

-Pesas- le susurró él. La muchacha no le pudo contestar, estaba atrapada sintiendo el calor intenso del contacto de los dos cuerpos, era extraño y observaba a Carlos como si no lo conociera.

-Julieta- le habló de nuevo el rubio- si estás inconsciente con los ojos abiertos, estás grave.

-Estas cálido y todo tu cuerpo palpita- se salió de los labios de Julieta sin que ella pudiera evitarlo. Carlos se la quitó de encima con un suave empujón.

-Porque estoy vivo, boba, igual que tú, ¡Estoy vivo!- exclamó sin levantarse aún del suelo. La pelirroja abrió los ojos, luego respiró.

-¡Estamos vivos!- gritó ella y Carlos dio un respingo. En ese momento llegaron Claudia y Sebastián muertos de la risa.

-Gracias por informarnos- les dijo Sebas.

-¡Que golpazo!- se rió Claudia con todo el placer del momento. Entonces los que estaban en el suelo también se echaron a reír.

-Vamos, pues- dijo Carlos al rato mientras se levantaba.

-¿A dónde?- preguntó Julieta.

-¿Cómo que a donde?- se burló Carlos y los tres hermanos intercambiaron una sonrisa perversa antes de salir corriendo lo más lejos de ella.

-LAS TRAES- gritaron los uniformados Torres desde una distancia prudente.

Entonces Julieta se levantó también y con una sonrisa honesta empezó a correr tras ellos, en ese momento se alegro de haber ido al parque, porque ahora su vida palpitaba en sudor y ardía en cada musculo de sus piernas…y no se sentía como la mierda.