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Pase los siguientes días haciendo esfuerzos por horas en recordar, no recordé nada pero por lo menos esa actividad no me debilitaba justo como me había dicho mi amigo, me aferre a lo que recordaba, a mis padres vagamente, ¿Mis hermanos? Creí recordar por un instante las rodillas raspadas y la sonrisa dispareja de uno de ellos, pero no duro, y de mi mismo lo único que recordaba era mi nombre, ese Nicolás que me repetía a mí mismo.
Estaba en el cuarto del muchacho, era de noche y la lluvia afuera resonaba contra las ventanas arrítmicamente y era casi una tormenta, la única luz del cuarto era la de la pantalla enfrente del muchacho, la poca iluminación que brindaba lo hacía ver fantasmal y yo estaba sentado en la esquina de su cuarto a lado de la puerta repitiendo mi propio nombre, Nicolás, haciendo fuerte la I, siseando la S, intente luego apoyándome en la O pero solamente sonaba raro, intente hacerlo a la usanza norteamericana, casi desapareciendo la O, haciendo resonar la N.
En ese momento escuche un estruendo, el chico había hecho volar su teclado contra la pared, temblaba de furia, luego procedió a agarrar el apuntador que usaba y lo lanzo justo a donde estaría mi cabeza si aún tuviera una.
-¿Te quieres callar carajo?, ¡trato de estudiar para un examen, de verdad lo intento pero estas en esa mierdera esquina repitiendo tu puto nombre una y otra vez! ¡Y estoy hasta la madre de ti!, ¡Desaparécete, demonios!
Creo que me eche a reír, una carcajada histérica de felicidad que él evidentemente podía escuchar a la perfección porqué parecía tener la intención de lanzarme esta vez su monitor.
-¡Puedes oírme! ¿Puedes verme?
Me pare lleno de energía, me acerqué a él, lo miré con tanta curiosidad intentando ver mi reflejo en sus ojos solo consiguiendo que el chico se levantara de su silla y la pateara lejos.
-Joder, claro que puedo verte, estas en esa pinche esquina con cara de no haber roto un plato en tu vida. ¡Y me estas volviendo loco!, eres una maldita alucinación, no eres nada más así que debería tener la capacidad para anularte con toda facilidad.
El chico se talló los ojos.
-Hagamos esto, voy a cerrar los ojos, cuando los vuelva a abrir tú ya no vas a estar ahí.
Me reí de nuevo, mi carcajada resonó y los cristales de su ventana vibraron un poco, me sentía extasiado, y creo que temblaba emocionado. El muchacho tenía aún los ojos fuertemente apretados, no los abrió ni un poquito antes de adivinar:
-¿Sigues ahí verdad? Te oigo reír.
-Sí, sigo aquí.
-¿Te vas a ir?
-¿A dónde me iría?
-Lejos de aquí, a espantar gente a un cementerio o algo.
-Te espanto a ti en tu casa, no me voy.
Abrió los ojos, me miró desconfiado, se acercó a mí lo suficiente como para oírlo respirar trabajosamente, estaba sudando.
-¿Quién eres?
-Me llamo Nicolas.- él se jalo un poco el cabello y se alejo de mi.
-Ya lo sé, CREEEME que lo sé pero quién eres.
-No es de tu incumbencia, estoy aquí y no voy a ningún lado.
-Es mi casa y es de mi incumbencia.- se volteo, hizo ejercicios de respiración y empezó a hablar consigo mismo.-Estoy loco, es solamente eso, enloquecí, y ni siquiera me dio tiempo de terminar la preparatoria. Okey, plan de emergencia, paso número uno dejar de hablar con la alucinación.
Se volteó, recupero su apuntador, su teclado y temblando regreso a su trabajo, estaba ignorándome de nuevo, y la tormenta bajaba la intensidad, intenté hablarle pero mi voz sonaba ahogada, me acerqué a él por detrás, le susurré en el oído ¡Buuu! y él brinco, cayó de su silla y me miró enojado, antes de que pudiera empezar con su compilación entera de groserías, lo interrumpí.
-Hagamos esto, yo te dejo un par de días en paz para que estudies para tus finales y tú me dices como me veo.-me llamo vanidoso de mierda, pero empezó a evaluarme. Paso unos diez minutos observándome.
-¿Qué es lo que quieres saber?
-Todo, dame todos los detalles y no me verás en semanas.
El chico asintió.
-Eres un par de años mayor que yo, estás vestido a la moda de los años cincuenta y tienes una descalabrada en la frente, es una cicatriz muy vieja, tu cabello es negro y se ve muy fijo con mucho gel tal vez, forma una voluta y tienes patillas, pero de la nuca estas despeinado, tu camisa esta desfajada y te ves descuidado, y al mismo tiempo tan altivo, tus ojos son oscuros, tu nariz es casi aguileña y por alguna extraña razón estas utilizando tirantes.
Intente memorizar sus palabras, cada una de ellas me sonaba tan familiar, ese era yo, con una descalabrada que me hice cuando mi hermana me lanzó una piedra mientras jugábamos escondidillas, con mi camisa café favorita, suspire, intentando controlar la emoción, el muchacho solo me miró extrañado, me aclaré la garganta, había algo importante que preguntar
-¿Ves…?- me tembló la voz, lo intente de nuevo.- ¿Ves sangre?
El chico me rodeo, me observó detenidamente.
-No, no veo nada.
Asentí distraído, cumplí mi promesa desaparecí durante dos semanas aferrándome a la descripción que me había dado, agregando pequeños detalles que me llegaban a la mente, como el nombre de mi perro, era gigante y negro se llamaba Napoleón, no recordé porque le había puesto ese nombre pero recordé lo mucho que lo había querido, recordé aleatoriamente que hasta mi perro me había sobrevivido.
Tenía entonces una idea de mi mismo muy vaga, ni profesión ni día de cumpleaños ni el nombre de mis padres, pero algo era algo, pase la semana aburrido en el departamento de mi amigo Venancio que pasaba las horas sentado junto a su senil viuda, definitivamente la peor parte es que se hablaban entre ellos, ella sin escucharle le contaba su día y él respondía se contaban anécdotas, ella le contaba acerca de sus hijos, el se veía tan en paz. Quise entonces tener el poder de asfixiar a la anciana, pacíficamente, seguro que ella no lucharía contra mí, así se podrían reencontrar, así podrían irse juntos y felices, pero decidí que era mala idea, especialmente ahora que sabía que la luz me había considerado y yo la había rechazado, no le iba a dar ninguna razón para no aceptarme cuando el momento fuera el adecuado.
El gran problema es que yo si no recordaba ni mi primer apellido menos iba a recordar porque había rechazado al más allá, por mucho que pensé y pensé y pensé no logré nada más que desequilibrar mi energía. La siguiente semana que me tomé lejos del chico la pasé haciendo turismo, intentando recordar en que lugares había estado y en qué lugares no, pero todo era tan moderno que no iba a encontrar ningún indicador, o eso creía yo hasta que intente una técnica diferente.
Me establecí en el Zócalo de la ciudad de México, justo a la mitad, un par de danzantes me miraban fijamente pero los ignore, cerré los ojos y me concentre en emociones y no en lugares, hice acopio de memoria y fingí que recordaba a mi Napoleón, me invente una historia de cómo lo había encontrado, como le había puesto nombre y qué había sido de él, cuando abrí los ojos me encontraba en un lugar que no conocía. Era un rancho terroso que no evoco ninguna memoria, estaba abandonado y cayéndose a pedazos, entré a la casa abandonada y encontré un par de fantasmas casi transparentes, solo los ojos brillaban un poco contrastando con su aspecto de estarse fundiendo con el polvo, me ignoraron y yo a ellos, pase un par de cuchitriles, detrás de estos y caminando entre los tamarindos encontré un cobertizo chico, frente a este había un palo clavado en la tierra del que colgaba una cadena oxidada, la toqué y lo recordé.
Era el rancho de mi tío abuelo Mariano, no me ubiqué del todo geográficamente pero creo que estaba al norte de Jalisco, él me había regalado a Napoleón que era solamente un cachorrito gordo y juguetón, me lo regalo porque era el único de la manada que no había salido bravo y al no le servía para nada, estaba a punto de ahogarlo cuando yo llegué, tenía yo aproximadamente unos diez años y había hecho días de camino hasta aquél rancho recuerdo haberme enamorado tanto del cachorro, pasé días intentando encontrarle nombre, le puse Napoleón por que compartían el día de nacimiento y porque estaba convencido que con suficiente entrenamiento él podía ser un fiero perro guardián tan exitoso y legendario como Napoleón (Recuerden que yo tenía diez años y no me juzguen), pero mi tío había estado en lo correcto en vez de saltar a atacar a los extraños les lamía las manos.
Una vez recordado esto, intente comunicarme con los fantasmas dentro de la casa, pero ellos estaban con un pie y más en el limbo, creía que me habían ignorado al pasar por ahí la verdad era que no tenían idea alguna de quienes eran ya, no eran nada. Dios, que miedo me dio, era como el fantasma de la Navidad futura, ese sería yo si pasaban los años y nunca me volvía a encontrar, no sería nada más que un espectro doblemente muerto, intente hacerlos reaccionar por horas, me fui al anochecer, aparecí nuevamente en el centro abatido, y preguntándome infantilmente que había sido de mi perro, no recordaba si seguía vivo cuando morí, pero seguro que sí, seguro que estaba sano, regordete y viejo, espero de todo corazón que sobreviviera mi muerte, que mi cachorro muriera conmigo sería una tragedia más en mi patética vida, era tan inútil que no podía cuidar un perro lo suficientemente fuerte como para sobrevivir sin mí, pero por otro lado la imagen de mi viejo perro muriendo solo también me quebraba el corazón. A lo mejor el asunto de morir los dos al mismo tiempo no eran tan malo, a lo mejor por eso los egipcios hacían algo similar llevándose a sus gato acompañándose en su viaje a lo desconocido, como fuera, mi Napoleón estaba igualmente ya en el cielo de los perros o lo que es lo mismo el infierno de las ardillas malas, y tal vez estuviera esperando por mí.
Quise ir a Rusia un rato a ver nevar, cerré los ojos y cuando los abrí estaba en el cuarto del muchacho, intenté desaparecer sin que me viera pero fue inútil, se había quedado muy quieto y me veía por la orilla de su ojo, parecía a punto de salir corriendo, y yo realmente tenía muchas ganas de ver nevar. Pero él soltó el control de su televisión y se fijo en mí ya descaradamente, parecía preocupado por algo, el cuarto estaba casi en silencio y la única luz provenía de la pantalla titilante.
-Estas aquí de nuevo, puedo verte, ¿Por qué puedo verte?
Iba a repetirle lo que me había dicho Venancio pero no parecía oírme, yo me escuchaba perfectamente, pero él solo se me quedaba viendo extrañado, me acerqué a él con rapidez y el retrocedió sobre su cama, estaba ya en la esquina sin donde correr entre las paredes, se hiperventilaba, le murmure en el oído solamente le decía ¿Me escuchas ahora niño?, pareció hacerlo por fin, dio un respingo y me miro con furia desde su posición a solo unos centímetros, tenía los ojos rojos y en ese momento me di cuenta de que olía a alcohol muy fuerte.
-te escucho perfectamente, gracias.- carraspeó.- ahora vete, no te quiero a ti.
Me aleje. Le respondí cínicamente pero nuevamente no me oía, cuando me acerqué por segunda vez a su oído para susurrarle, no se estremeció.
-Qué te hizo llegar a la errónea conclusión de que tienes poder alguno sobre mi, o sobre mis acciones.- y era irónico, intentar negar que me tenía bajo su pulgar.
El chico se alejó de mí, se sentó en su banco y se puso a rebuscar entre sus papeles del escritorio, lo miré aburrido, saco por fin un libro negro y pequeño, me lo enseño con demasiada rapidez, no tuve tiempo ni de leer el titulo que parecía más grabado que impreso.
-Esto, es un libro de fantasmas que me robe de la escuela la semana pasada,¿ y sabes qué dice?- evidentemente no espero mi respuesta.- explica un par de cosas curiosas acerca del mundo de los muertos y me da sabiduría que tú.-en ese momento supongo que me intento señalar pero parecía mareado y no apuntaba bien.- dice porque a veces puedo verte y a veces no, dice porque en este momento no puedo oírte, y seguro que tú no lo sabes.
Maldito mocoso insoportable, yo portándome honorable con él y cumpliendo tratos y él se ponía borracho y grosero, no le respondí, atravesé la pared y me fui de ahí, Leningrado me esperaba para ver nevar.
-.-.-
Y que me tardo un mes en actualizar, aquí como siempre gracias a mi beta AdictaaPotter, y gracias por leer y comentar.