STATEMENT: Esta novela es de categoría M, por lo tanto tiene contenido explícito. Queda bajo sus responsabilidad el leerla o no, yo sólo advierto. Las que me conocen saben mi estilo.
35 Milímetros
1
.
Era una habitación espaciosa con paredes de un blanco invierno, alfombrada, con una gran cama tamaño King en el medio con una colcha de tonos azules oscuros flanqueada por dos veladores con una lámpara cada uno. Sobre el de la derecha también había un libro con una secuencia de cuatro fotos en blanco y negro marcando la página doscientos veinte seis. En una pared había un gran ventanal con balcón que daba a la impresionante vista del patio trasero de la mansión, la pared opuesta tenía un gran collage con muchas fotos de un chico de cabello castaño y definidos rizos, tez clara con algunos lunares repartidos aleatoriamente, ojos marrones y rasgos definidos pero que no resultaban toscos, alto y con músculos definidos y notorios pero que no se veían exagerados. A su lado siempre había una chica de cabellos color chocolate, piel pálida, rasgos femeninos y sensuales, labios gruesos y seductores, ojos ligeramente almendrados y de un oscuro color chocolate. Tenía una sonrisa amplia y contagiosa, mucho más vital que la del chico que aunque sonreía, parecía hacerlo con más recato y hasta vergüenza. Frente a la cama había un mueble con grandes y sofisticados equipos de entretenimiento, a otro lado de la habitación un escritorio con un portátil abierto y en reposo, al lado un estante lleno de libros y películas originales que casi ocupaban toda la pared. Sobre el colchón con un inmenso bol lleno de pop corns estaban los dos chicos de las fotos viendo una de las muchas películas que habían en el estante.
—Tú no entiendes el poder de estas películas, el mundo que han creado y lo que han ocasionado en las personas que, así como yo, soy fieles fanáticos —argumentó el chico de los rizos castaños mientras se llenaba la boca de las masas llenas de aire—. Deberías tener más respeto, Olive —agregó con la boca llena.
—Tengo respeto por tus películas de freaks, pero eres tú el que me da risa por toda la obsesión que tienes con El Señor de los Anillos. Eres todo un perdedor porque hasta sabes hablar este idioma de los elfos —le criticó ella sacando muchos pop corns también.
—Primero —habló él—, no es una película de freaks, es una gran trilogía que ha cambiado muchas vidas. Segundo, no soy un perdedor porque me gusta algo tanto como para aprender el idioma.
—Eres un perdedor, un nerd. Asúmelo de una buena vez, Dan —dijo ella riéndose en la cara de su amigo.
—No lo soy —siguió él, testarudo como una mula.
—De acuerdo, sigue en negación pero para el registro, no te vuelvo a acompañar a la Comic-con. Un viaje muy largo y no hay ninguna exposición de moda que pueda interesarme.
Daniel la fulminó con la mirada y negó con la cabeza para después volver a concentrarse en el film que veía por enésima vez pero del que nunca se cansaba. Su mejor amiga también lo veía, pero no porque le importaba la historia, ella miraba a los actores, los evaluaba y decidía si alguno serviría como futuro padre de sus hijos. Cada vez que le comentaba algún atributo de algún actor él hacía oídos sordos porque no le interesaba discutir semejantes temas. Lo mismo cuando él le hablaba sobre algún modelo de auto, para ella era como si le hablara en chino.
Así mismo, tenían más diferencias en cuanto a gustos, principalmente por la diferencia de sexo, pero en lo demás eran como almas gemelas. Se llevaban increíblemente bien, rara vez peleaban o se enojaban, compartían la misma pasión —no necesariamente el gusto— por el cine y la televisión, tenían los mismos sueños y aspiraciones para el futuro, el mismo humor. Congeniaban muy bien, pero no eran iguales, sino que se complementaban muy bien y por eso que su amistad de más de cinco años era la envidia de muchos.
La familia de Daniel era adinerada, su padre era dueño del bufete más aclamado de Nueva York y su madre era una profesora en al Universidad de Nueva York de los alumnos de pre-leyes. Todos en esa familia desde su tátara-tátara-tátara abuelo hasta su hermana mayor, Amanda, eran abogados a excepción del menor de todos los Cornell que había roto los esquemas y se había rebelado al elegir un carrera tan bohemia—como le decía su padre. Daniel y Olive estudiaban Dirección Audiovisual de Cine y TV. Carrera que les apasionaba y de la que disfrutaban cada minuto.
La familia de Liv no era tan adinerada como la de Daniel, pero no se quedaba atrás. Vivían cómodamente con su padre como médico y su madre como coordinadora de eventos. Tenían su prestigio en la ciudad. A diferencia de su amigo, ella jamás había sido presionada a seguir una formación profesional, siempre la habían dejado elegir a sus anchas.
Se conocían desde la secundaria, cuando Liv había llegado a la escuela privada en la que estudiaba Daniel después que el padre de la muchacha fuera transferido desde Utah a NY para un mejor puesto como jefe de cirugía en el hospital principal. En un principio se habían llevado mal, peleaban mucho por fútiles motivos, hasta que descubrieron que tenían mucho más en común que diferencias y podían llevarse increíblemente bien. Desde entonces, se habían vuelto inseparables.
—¿Por qué no mejor salimos a algún lado en vez de ver esta película por enésima vez? —sugirió ella— Podríamos ir al cine a ver algo nuevo.
—Nada que valga la pena —fue la escueta respuesta de él y le valió un cojín en la cabeza— ¡Hey! Eso duele, sobre todo si no estoy preparado para recibir el golpe.
—En guardia —dijo ella y él la miró extrañado.
—¿Por qué…? —en ese momento le llegó otro cojín en la cara que lo desestabilizó y lo llevó al suelo con muchos pop corns encima.
Olive explotó en carcajadas y después se lanzó encima de él para sacarle todo el aire de los pulmones de una sola vez y comerse algunos de los pop corns que le habían quedado entre los rizos castaños.
—Vas a tener que bañarte antes que salgamos —le dijo ella mientras comía uno que otro pochoclo.
—No vamos a salir.
—Sí que lo vamos a hacer —refutó ella— porque si no salimos, me voy sola y sin mí te aburres como chica popular en convención de informática. Así que levántate y báñate para que salgamos a hacer algo.
Daniel la fulminó con la mirada pero no dijo nada pues sabía que ella tenía la razón. Él tenía conocidos, muchos compañeros pero sólo una amiga y si no estaba con ella o haciendo algo realmente importante, se aburría demasiado.
Se hizo a un lado con brusquedad para que ella cayera al piso y él pudiera levantarse. Se encaminó al enorme baño en suite de su habitación, mas cuando llegó al umbral de la puerta se giró para mirar a su mejor amiga sentada a lo indio en el suelo aún comiendo pochoclos.
—Eres una manipuladora —la acusó él y ella sólo sonrió como si le hubiese dicho el más hermoso elogio del mundo.
Entró al baño y se quitó la ropa para darse un baño rápido y luego salió con una toalla blanca envuelta en las caderas. Olive había salido de la habitación, él supuso que era porque ella sabía que él saldría en "paños menores" y quería evitar una situación incómoda. Eran amigos muy cercanos, pero no tenían ese tipo de confianza.
Él se vistió rápido con un jeans gastado, una remera blanca de cuello en V, zapatillas de lona y un sweater a rayas de distintos tonos marrones. Tomó su teléfono de última tecnología, la billetera y las llaves de su auto —un Ford Mustang GT clásico que él mismo había restaurado— y salió de la habitación para buscar a Olive que sin duda estaba bebiendo algún jugo en la cocina.
Donde esperaba la encontró y después salieron de la gran casa—una mansión en realidad. Fueron al cine del centro comercial más cercano, que no era mucho pues él vivía en un barrio más alejado del centro de la ciudad donde podían tener calma y privacidad. Algo muy difícil de encontrar en la ciudad de Nueva York.
Al llegar compraron las entradas y vieron un drama que, según se rumoreaba, sería ganador de varios Premios de la Academia y ellos como cinéfilos que eran, estaban en la obligación de ver tal película.
Compraron más pop corns que no terminaron en el piso, gaseosas y algunos dulces para ver el filme que resultó siendo algo realmente bueno y que de seguro se llevaba más de un premio en febrero. Después del cine fueron a comer a un restaurante japonés donde degustaron el paladar. Al final del día, Daniel terminó cargando varias bolsas de compras, cosas a las que su amiga no se había podido resistir.
Daniel fue a dejar a Olive a su casa y se quedó a cenar aún cuando había llegado a su límite en el restaurante. Simplemente no podía decirle que no a Clara, una mujer dulce, atenta y que sabía cocinar como los dioses. ¿Quién en su sano juicio podía decirle que no a los manjares que ella preparaba cuando tenía tiempo?
Al volver a su casa se fue directo a su habitación pues no le apetecía hablar con sus padres de casos de los que él no tenía ni la más mínima idea, que de eso se encargara Amanda que era abogada como su padre y madre.
Entró a su habitación y sacó del reposo su portátil para revisar su bandeja de entrada. Basura. Basura. Cadena. Información importante de su grupo favorito. Basura. Más basura. Cadena religiosa—puaj. Correo de Harry. Ese lo abrió de inmediato.
Harrison Tucker era un inglés con el que tenía contacto pues él había hecho intercambio hacía siete años, cuando Daniel tenía tan sólo quince años. Harry era tres años mayor y había ido a NY para hacer su último año en una escuela de USA.
Su familia había adoptado a Harrison rápidamente y se habían encariñado con él más rápido aún. Jamás lo sintieron como un extraño y cuando se fue todos lo extrañaron. Para Daniel era un verdadero hermano mayor en quien podía confiar a ojos cerrados.
Abrió el correo y se puso a leerlo emocionado por tener noticias de él pues llevaban dos semanas sin escribirse. Ambos habían estado bastante ocupados.
Dan,
Ha pasado un tiempo y siento no haberme puesto antes en contacto contigo. El trabajo me consume mucho y es difícil hacerme un tiempo de ocio. Pero ya te imaginas que vale la pena. Cada vez solidifico más las bases para mi estadía aquí. Si sigo así no me costará nada que me asciendan.
¿Cómo están las cosas por allá? ¿Cómo están todos? Asumo que les darías mis cariños a cada uno de mi segunda familia, sino, tendré que castigarte y ya sabes lo que haré. No, aunque escondas tus películas las encontraré y cambiaré cada disco de su caja. Sí, la peor tortura para alguien tan organizado como tú.
Las cosas por acá, además del trabajo, están bastante bien. ¿Te acuerdas de Jennyfer? La pelirroja con la que tenía sexo la última vez que te escribí. Bueno, terminé con ella porque la cosa se estaba poniendo seria y ya me conoces. Relaciones formales no son lo mío. Como sea, anoche conocí a una rubia que te mueres, es increíble, sacada de una revista porno. Ahora mientras te escribo está durmiendo en mi cama. Cuando despierte le pregunto su nombre y te cuento de ella.
Bueno, la vida me reclama otra vez así que debo despedirme. Cuídate mucho, Dan, cuida a tu hermana y tu madre que valen oro. Estamos en contacto.
Harry.
Daniel sacudió la cabeza sin perder la sonrisa. Harrison no cambiaba, desde que lo había conocido era un mujeriego y por más que había tratado de enseñarle el arte de la seducción a Dan, él no había capturado la esencia y no había podido seguir los pasos de su casi hermano mayor. Él no tenía el don de la palabra que Harry sí poseía, no tenía la confianza del inglés, la locuacidad a la hora de hablar en público y mucho menos conocía las técnicas para seducir a una mujer. Daniel casi no había tenido novias y no era virgen gracias a Harry que un día lo había llevado de putas.
Le respondió el correo riéndose de la capacidad de su amigo para recordar nombres y felicitándolo por la facilidad con la que encontraba alguien que le calentara la cama. Le deseó suerte en todo y le dijo que daría todos sus saludos y cariños a la gente indicada. Luego cerró el portátil pues el fin de semana había acabado y él tenía clases al otro día y no le gustaba dar menos del cien por ciento y para no caer en ello, debía dormir bien y una cantidad razonable de horas.
Antes de quedarse dormido fue a darle las buenas noches a su familia y contarles de Harry y decirles que les mandaba saludos a todos. Cada persona de su grupo familiar se puso contento y mandaron muchos cariños de vuelta. Después de eso él pudo descansar tranquilo para el siguiente día de clases y todas las cosas que ello implicaba.