Se dice que las mujeres somos como las plumas al viento: inestables, volátiles. Mudamos de pensamiento como si cambiásemos de ropa interior. Se dice además que nuestros sentimientos también son así: inseguros. Se afirman tantas cosas de las mujeres. Giuseppe Verdi de hecho compuso La donna e mobile, un aria que empieza de la misma forma que este escrito. Pero, pregunto a las mujeres que me leen: ¿realmente Verdi nos describe bien? ¿Es bien merecida la fama que nos ha precedido por tanto tiempo?

No, no pretendo crear un escrito feminista (aunque yo misma lo sea) pero hay varios casos donde la que tiene los sentimientos más estables, más firmes y más serenos es la mujer. También hay mujeres estables de pensamiento, algunas llegan a ser francamente obstinadas y desesperantes.

A veces pienso que este mundo llega a ser descrito desde un punto de vista masculino, y hay pocas voces femeninas que hablen de lo que es ser mujer de verdad. Yo no soy, ni seré jamás, aunque lo haya intentado en alguna etapa de mi vida, alguien que sepa explicarse lo que es pertenecer a este sexo, llamado débil, inconstante, inestable y otro montón de apelativos que son demasiados.

Tampoco me voy a poner de feminazi y decir que las mujeres somos mejores que los hombres y que todo podemos hacerlo mejor que ellos, ni alguna de esas locuras. Solamente digo lo que pienso y es que el mundo sigue siendo desigual para una mujer. En todos los ámbitos: los sueldos de la mayor estrella de Hollywood masculina son mayores a los de la femenina. Los honorarios de una mujer abogada siempre son menores, los sueldos de una obrera…

Se nos tiene por poco confiables, por inestables y por tantas cosas que parece que nosotras mismas nos escudamos en esas oraciones, para evitar luchar y pensar. Se nos tacha de exageradas en el sentir. A veces tengo ganas de llamar a los hombres represores reprimidos, porque son eso, la mayor parte del tiempo.

Vivimos en el siglo XXI y todavía el feminismo sigue estando de moda, porque en el mundo todavía se trata a la mujer como ciudadana de octava. Por cada paso que se avanza en materia de derechos de igualdad, se retroceden dos y así nos vamos yendo.

No, esto no es un ensayo, ya que no menciono ninguna obra que me respalde; ni siquiera pretende ser un manifiesto. Tómese como lo que es. Como el desahogo de una chica de veinticinco años, inconforme, que no tiene otra manera de descargarse contra lo que considera una injusticia. Y llevo años pensando esto, para que no me salgan con que las mujeres somos como las plumas movidas por el viento.