Gracias por esos 4 reviews tan geniales que me han llenado de ilusión para hacer este capítulo. Espero que me sigáis leyendo y que os guste.

-.-.-

Capítulo 1 – Como todo empezó:

—Lo siento pero no puedo encargarme de eso también; y menos por su capricho personal —se negó ella, acomodándose las gafas en su estrecho tabique nasal.

Suspiró. La verdad era que la secretaria tenía razón, no podía permitirse lidiar con tantas cosas a la vez, al menos no con su actual sueldo, pero la verdad dolía. Aún así él seguía con sus ideales, quería diversión en su monótona vida. ¿Y que era más divertido que unos buenos shows de tontería adolescente? Sí, eso le apetecía. Ver sufrir a sus alumnos. Oh, que nadie le malinterprete; es una buena persona, pero se cansaba rápido de las rutinas y amaba no poder prever lo que ocurriría. A pesar de su excentricidad, era un hombre respetado –quizás más bien temido- por todos, ya que era el subdirector.

La secretaria se quedó viendo la expresión impasible del hombre. Camila amaba su trabajo, le encantaba llamar a casa de sus queridos alumnos para asegurarse de que ninguno hiciera campana y no le importaba hacer horas extras encargándose de organizar el papeleo. Claro que eso no era motivo en absoluto para que además tuviera que convertirse en un nuevo títere del director. Porque para ese hombre las personas eran simples títeres, objetos demasiado fáciles de manipular. Ella le respetaba, era consciente de su inteligencia y de su habilidad manipuladora, y lo admiraba cuando eran usadas para cosas propicias. Al ver que el subdirector no daba la menor señal de movimiento además de esos ojos pensativos, decidió que era el mejor momento para irse de aquel lugar y volver al trabajo. Agarró el pomo de la puerta y justo cuando iba a abrirla, la figura del hombre pegó un bote, se levantó y salió corriendo escaleras abajo. "Quien le entienda que le compre" pensó Camila con un bufido.

María se plantó en frente de la puerta del aula con el corazón encogido y las manos algo sudorosas, repitiéndose una y otra vez que debía superar los nervios del primer día y actuar de una forma normal. Acumuló todo el coraje que pudo y abrió la puerta. No sabía si sentirse aliviada o molesta por el hecho de que nadie hubiera notado su presencia y ni siquiera una persona hubiera fijado la vista en su dirección. Decidió no darle importancia, estaba segura de que en cualquier momento iría al recreo acompañada de una linda amiga y una entretenida conversación. Puso su plan en marcha, primer paso: pillar asiento en un lugar sin gente alrededor. Justo al frente había una zona con las características que buscaba, se dirigió hacia ella y se sentó. Segundo paso: poner cara de cría de labrador abandonada. La llevaba días practicando frente al espejo. Esa era su oportunidad y la puso en práctica sin apenas dudarlo. Tercer paso: Esperar a que algún nuevo bondadoso y compasivo se acercara. Con su mirada de cachorro, posó su vista en la puerta esperando a su víctima. A la que entrara pondría en práctica el último paso: entablar una conversación y conseguir que se sentara a su lado. La puerta se abría cada dos por tres, pero todo era gente que conocía y se iba sentando en las últimas filas con su puñado de amigos. Le gustaría intercambiarse y ser uno de ellos. Ella no tenía la culpa de que sus padres no le dejaran usar maquillaje ni le dieran dinero para comprarse revistas de cotilleo. Además, eso eran cosas superficiales, ¿y su interior? Bah, a nadie le importaba eso.

La puerta se abrió y esperanzada creyó que sería su momento. Los ánimos se le fueron a los pies cuando vio a Carlos, el subdirector entrando en el aula. Miraba extrañamente a todos los alumnos, los cuales algo incómodos por su presencia callaron y le miraron de vuelta. Se estremeció cuando los ojos castaños del hombre le miraron detenidamente. "¡Oh no! Por favor no me obligues a ordenar tu despacho como el año pasado, por favor…" pensó con la mano en el corazón. "Por favor…"

—María Gómez —pronunció divertido—. Ves a mi despacho.

Salió del gimnasio y a los pies de las escaleras, se encontraba una coqueta chica rubia. La evaluó con la mirada y lo que vio le gustó, así que decidió arriesgarse y probar. Se acercó y la piropeó con dulces y exageradas palabras, cosas como "la belleza de sus cabellos de oro" y "como su sonrisa brillaba más que las estrellas". Palabrería fácil de pronunciar por alguien tan mujeriego como él. A la rubia la autoestima le subió como la espuma, dejándose alabar. Sin siquiera darse cuenta, otro chico se le acercó pero a este le conocía, era su novio. Agarró a Nick por el cuello con una mirada de puro odio e ira.

—Ni la mires. Es mi novia, capullo. Voy a reventarte como le roces con un solo dedo —le amenazó más por su orgullo y chulería que por amor.

Nick, cazurro –tonto- y cabezota como solo él podía llegar a ser, subió su dedo índice a la altura de los ojos de su contrincante y una vez se aseguró de que él hubiera observado con detenimiento ese dedo en particular, rozó a la chica. Como era de esperar, el otro se enfadó y le propinó un buen puñetazo con la mano restante. Nick no opuso resistencia. Sabía que nunca ganaría contra la piscina de músculos que tenía este tipo en los brazos. A los que se pregunten el porqué entonces de su chulería, hay solo una respuesta: Porque si Nick puede ganar a cualquiera en algo, es en su chulería y orgullo. Tonto, muy tonto. Veía como su oponente levantaba de nuevo el brazo y preparado para recibir otro, puso esa mirada de "Venga idiota, disfruta dándome".

¡Plaff!

Una pesada carpeta azul celeste se estampó contra la nuca del más fuerte, dejándolo estupefacto y haciendo que del shock soltara a Nick. Una lluvia de hojas con bonita caligrafía cayó después del golpe. Todos miraron hacía la dirección de donde provenía el arma del crimen y se encontraron con una chica que indiferente se llevó su mano a la boca, fingiendo no haberlo hecho queriendo.

—¡Ups! Perdón… —dijo sarcástica, ahora descubriéndose la boca y dejando a la vista una perversa sonrisa.

Llevaba su larguísimo cabello caoba atado en una coleta alta, una camiseta negra medio rota, unos estrechos pantalones tejanos y botas con tachuelas, acompañando el conjunto con un collar de cortos pinchos y sus grandes ojos marrón vivo perfilados de negro oscuro. "¿Gótica? No, esos son demasiado exagerados… Es como punk… Que rara…" pensó observando su curioso collar que parecía de perro. "Pero aún así tiene su encanto… Belleza discreta diría yo…" esto último lo meditó con una sonrisa. La chica se acercó a ellos, mirando de una manera que podría llegar a matar. Para la sorpresa de Nick, el matón se fue seguido de su novia. Miró de nuevo a la chica que ahora tenía una inocente y tierna mirada en sus ojos.

—Eres nuevo, ¿verdad? —le preguntó, pero antes de dejarle tiempo para responder lo dio por hecho— No dejes que te moleste, es un hijo de puta… —soltó con una bonita sonrisa— Soy Angie.

A Nick le sorprendió la facilidad y rapidez que tenía esa chica para cambiar sus expresiones faciales. "Angie. Así que su nombre es Ángela…" rió internamente, no le pegaba en absoluto.

—Yo soy Nick. Gracias. Ese carpetazo ha estado tremendo… —la elogió, ayudándola a recoger las hojas del suelo y metiéndolas en su carpeta decorada de exóticas flores rojas.

—Ahora que ya habéis tenido tiempo para presentaros… Ángela Johnson y el nuevo, a mi despacho ya.

A cada dos palabras que esa gorda mujer pronunciaba, sus ojos se entrecerraban y pesadamente conseguía abrirlos. Hizo un esfuerzo por mantenerlos abiertos pensando que como no se callara pronto el peso de sus parpados sería suficiente para no poder volverlos a abrir.

—Y en nuestra clase trataremos de…

Hablaba y hablaba. Lenta, muy lenta… Como si después de cada palabra se encontrara un punto y aparte. Bostezó. Era el duodécimo en esa media hora. Cansado de ese gran esfuerzo que parecía matarle como si de veneno se tratase, se acurrucó en sus brazos y gastó sus últimas fuerzas encerrar bien sus ojos azules y dormirse. No le llevó mucho tiempo en caer rendido. Era como si pese estar dormido, notase el lento transcurro del tiempo pasar. Cada segundo, en su cabeza. Tic-tac. Otro. Tic-tac …y así sucesivamente. Incluso el sueño parecía lento. Al abrir sus ojos se encontró con la cara rechoncha de su tutora a apenas cinco centímetros de la suya. Se estremeció y dio un pequeño bote que causó gracia a todos sus compañeros. La mujer en cambio pareció disgustada.

—¿Tan aburrida te parece mi introducción a tus futuras clases, Vic? –preguntó resaltando el "mi" y el "tus".

—Sinceramente…

Calló al encontrarse con esa mirada de enfado y determinación de la mujer.

—No contestes —exigió llevando su vista al suelo, dolida—. Este comportamiento tuyo no está bien. Voy a buscar a la directora.

Después de perder de vista al obeso y redondo cuerpo de la mujer, sus ojos se fijaron en una preciosa chica que tiraba panfletos publicitarios por el suelo a pesar de ser horario de clase. Reconoció en seguida a la modelo de cosméticos de alta fama entre adolescentes que rellenaban el vacio de su autoestima con pintalabios, cremas anti-grasa y toneladas de máscara para pestañas. Se acercó a la puerta y sus miradas se cruzaron. Le llamó la atención su largo y lacio pelo, que parecían filos hilos de seda negra y esos rasgados ojos cuya pupila estaba envuelta por una coraza de piel de cocodrilo. La chica le apartó la vista y después de asegurarse de que no había ningún profesor en el aula cogió un puñado de papeles, abrió la puerta y los repartió a las chicas que como moscas a la mierda la envolvían contentas, pidiéndole muestras gratis y peleándose por dar una vuelta con ella el fin de semana.

Desgraciadamente, tanto la tutora como el subdirector entraron en ese momento, pillándola con las manos en la masa. Las moscas volvieron tristes a sus asientos al ver como el moscardón con más autoridad que ellas, cogía a su "almuerzo" y se lo llevaba a fuera. Vic, que estaba sentado al lado de la puerta puedo oír la conversación.

—¿Otra vez repartiendo propaganda en mi instituto, Erika? Perdí la cuenta a la décima vez que te pedí que no lo hicieras.

—Pues olvídalas y empieza otra vez —se burló ella.

No oyó la ultima parte, pero al ver como la chica se fue de allí con esa terrible mirada en la cara pudo sospechar que…

—A mi despacho ahora Vic Wells.

Que le había dicho lo mismo que a él. Encantado de salir de aquel lugar, se levantó dispuesto a perderse por los pasillos ya que no sabía donde el despacho de ese hombre se encontraba. Ahora que lo pensaba, ¿no había dicho su tutora que era una directora? Así que ese debía ser el subdirector. Suspiró y salió de la sala, no sin antes dejar escapar una débil carcajada al ver como la mujer se guardaba un panfleto de cosméticos de los que Erika había traído en el pantalón. Al parecer no solo las adolescentes llevaban el hueco de la autoestima a base de maquillaje del malo.

María observó el gran despacho que poseía ese hombre y mirando por la ventana rogaba al cielo que no le pidiera su ayuda para limpiarlo de nuevo. Se sentó en uno de los dos sofás negros de la sala y esperó a que el subdirector llegara. Se cruzo de piernas. Derecha. Izquierda. Derecha… ¿Por qué tardaba tanto? ¡No! ¿Y si se había caído por las escaleras y se había roto la cabeza? O peor… ¿Y si su mirada suplicante por el hecho de que no quería limpiar había llevado al inocente hombre al suicidio? ¡Era la peor persona del mundo! ¡Que había hecho! Si era así… ella… ¡No podría con el peso! Se suicidaría también… ¡Oh! Que había hecho… Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando oyó que alguien intentaba abrir la puerta. ¡¿Y si era el fantasma del subdirector que venía a vengarse? Asustada corrió y se metió debajo de la mesa.

—Vaya… Qué grande es esto —dijo un chico de voz familiar.

—Cierto… —le dio la razón un tono de voz femenino.

Esa voz… La había escuchado pero no era el subdirector, ¡era su luz! Sí, el chico de ayer, el que se le cayó con la basura encima. La escena era romántica miraras por donde te la miraras. Sonrojada y contenta decidió que debía salir de debajo de la mesa. Quería verle. Pero ese no era el momento, lo haría cuando estuvieran distraídos para poder decir que había entrado por la puerta. Pasó unos minutos encogida allí debajo mientras escuchaba la animada conversación musical de aquellos dos. Cuando creyó que ya llevaba suficiente tiempo allí, se puso de cuatro patas y cautelosamente empezó a gatear hasta la puerta. Desgraciadamente le dio un golpe al cubo de la basura y ambos chicos la miraron desconcertados. María abrió los ojos como platos al ver que la voz femenina que había escuchado era la de Angie ni más ni menos.

—¿Qué haces? —le preguntaron al unísono.

—A mi… —hizo una pausa mientras pensaba en una excusa. En el último momento optó por la más típica— Se me ha caído un pendiente.

Nick miró fijamente a esa chica. ¿De qué le sonaba? Esos ojos caídos color avellana dándole una expresión tierna y dulce, esos labios rosados pequeños y ese pelo corto color caramelo. Todas aquellas facciones las había visto antes.

—¡La chica de ayer! —chilló de una manera que no tan solo sorprendió a la chica, también a él mismo.

Cómo olvidar la hija del pavo que te llamó "escoria humana". María se puso más colorada aún, avergonzada por el hecho de que el chico con la sonrisa más bonita que ella hubiera visto jamás se acordara de ella. Era como un milagro. Nick se arrodilló en frente suyo y empezó a rebuscar por la roja moqueta.

—¡Vamos! —exclamó al ver que la chica le miraba anonadada— Como no lo encuentres ahora alguien lo pisará y te quedarás sin pendiente. ¿Cómo te llamas?

—María…

—Bien, María. Si lo buscamos los dos seguro que aparece así que no estés triste. Ah, yo soy Nick.

No podía creerse como en su vida había podido aparecer semejante dulzura de chico. Se sentía tan mal por haber inventado esa excusa. Como un acto reflejo se llevó las manos a las orejas y se las cubrió bien con el pelo. No podía permitirse que su luz la considerara una mentirosa nada más conocerle. María consideró a Nick su luz ya que ante sus ojos ese chico parecía tener luz propia.

Angie sonrío al ver los nerviosos y tensos movimientos de la chica. "Que mona…" pensó. Estaba tan claro para los ojos de cualquiera que ese pendiente nunca se había perdido… Suerte para ella que se hubiera enamorado de un chico tan inocente. Hacían buena pareja sin duda. Para no romper el meloso ambiente que se había creado se agachó y fingió buscarlo también, haciéndole una sonrisa cómplice a María. Ella se puso aún más nerviosa. Angie tenía unas expresiones sueltas y frescas, parecía que siempre sonriera y tenía unos ojos risueños pero cada persona de ese instituto sabía que en verdad era como un tanque de guerra. Nunca debías meterte con ella, ya que aparte de ser terriblemente inteligente y observadora, gozaba de la compañía y amistad de Jake Tyler, el chico cuyo nombre complementaban con "tres estellas". Una por ser uno de los más guapos de ese lugar, dos por ser el mejor atleta sin duda de todos los equipos existentes y tres por ser también la persona más antisocial que habitaba el planeta. El puesto social de aquella chica era sin duda un arma de poder.

—Corre, dame un pendiente —susurró Angie a María aprovechando que el chico miraba detrás de la mesa.

Ella le hizo caso. Angie se levanto de súbito y corrió a dejar discretamente el pendiente por la zona donde Nick estaba buscando.

—Le hará ilusión encontrarlo a él —le aseguró en voz baja—. Ya que es tan caballeroso…

Le guiñó un ojo y María le sonrió honestamente. Era muy simpática, tanto que puso en duda todos los rumores sobre ella. Fingieron seguir buscando y no pasó mucho tiempo antes de que Nick lo encontrara y se lo diera de vuelta a su ahora contentísima dueña.

Dos nuevos individuos llegaron a la sala. Todos conocían a la belleza de Erika pero, ¿quién era el chico de oscuros ojos azules que venía detrás?

El pelirrubio se sentó en el sofá, sintiéndose observado por toda esa desconocida gente. En cambio él solo podía pensar en su hermanastra, que la tenía al lado y ella ni siquiera sabía quién era. A pesar de su fría mirada, le había ayudado a llegar hasta el despecho y no parecía una mala persona, cosa que le daba rabia. No debía que ser así. Erika tenía que estar llena de defectos sino, ¿cómo pensaba apartarla de su padre? Igualmente, se sentía aliviado por no haberse encontrado con una chica tonta que vendía su cuerpo y su estatus por dinero, cosa que podría después traerle problemas a su familia. Muchos le llamaban egoísta por tan solo pensar en él, pero que va… Aquellos que lo pensaban ni le conocían, seguro. Una chica que parecía estar vestida por un tétrico forense se acercó a Erika y se saludaron.

—Bueno chicos, veo que nos hemos reunido suficientes —habló el subdirector feliz. ¿Cuándo había llegado?— Sois todos unos chicos malos, así que habrá que castigaros.

Las chicas, que ya habían tenido experiencias previas con ese hombre sabían que nada bueno podía salir de su boca, y menos cuando lo hacía con ese tono divertido y travieso.

—No sabéis lo aburrido que es este trabajo… —siguió con ojos tristes— ¡Así que para animarlo un poco os voy a convertir en mis niños de los recados!

"¿Qué clase de subdirector es este?" se espetaron internamente Vic y Nick. Para sus ojos un cuarentón infantil.

—Seréis Gang.

—¿Qué se supone que es eso? —masculló Erika con una mirada que helaba la sangre.

—Pues seréis una especie de detectives privados. En un instituto hay muchos más problemas que los que vosotros mismos tenéis o formáis —resaltó la última palabra mirándolos acusadoramente—. Así que quiero que los resolváis. Como un juego.

—Así que somos tus marionetas —murmuró Angie de momento sin perder su buena expresión.

—Buena observación, sí. Os quiero aquí todos los días después de clases.

¿Os acordáis chicos? Así me explicasteis como os sentisteis cuando os conocisteis. Me pareció un tan buen principio. Ojalá siguiéramos todos juntos, esas seis rectas unidas por una solución, el presente.

-.-.-

Se acabó el primer capítulo. Espero que no se os haya hecho muy pesado. Es tal y como dice el titulo, como las cosas empezaron. Bueno, ¡ahora ya se conocen todos!

Nada más que decir, nos vemos en el siguiente. ¡ESPEROO REVIEWS! :3