Hola a todos. Esta historia tiene en su nombre un 2, pero realmente es lo primero que quería haber escrito, aunque he tardado más tiempo del que me hubiera gustado. Así que esta es la historia que en principio tenía en mente. Si eso ya me diréis qué os parece y cuál de las dos preferís. Los primeros párrafos son prácticamente iguales, pero luego todo cambia. ¡Saludos y espero que disfrutéis!


FINAL REPENTINO 2. UN NUEVO COMIENZO

» Cada día miro al cielo, cada día miro al suelo, cada momento del día me pregunto por qué ya no estás junto a mí.

» Ciertamente, nada puede salvarnos de la muerte, tú eres el claro ejemplo de ello. Pero se suponía que tú, tu amor, me salvaría de la vida. Ya no estás para salvarme, ¿qué me queda salvo la muerte? Para eso yo no quiero ni necesito salvación.

» Si tú ya no puedes estar junto a mí, yo iré junto a ti.

- Pero sí que puedo estar contigo, nunca me separo de tu lado.

Dejé de escribir sobresaltada y miré a mialrededor. No había nadie en la habitación, que estabaperfectamente cerrada con pestillo, tal y como la había dejado. Centré de nuevo mi vista en la carta que estaba escribiendo y la releí, aunque recordaba exactamente lo que acababa de escribir.

Podría resultar irónico que mi carta de despedida, mi nota de suicidio, estuviera dirigida a alguien que ya estaba muerto. Puede que no tuviera sentido porque me iba a reencontrar con él; para eso iba a acabar con mi vida. Tal vez debería estar despidiéndome de mi amada familia y de mis queridos amigos que tanto me habían apoyado. Pedirles perdón, explicárselo y rogarles que me olvidaran, que no me echaran de menos, que yo iba a ser feliz.

Eso hubiera querido y eso es lo que pensaba escribir al coger el bolígrafo. Pero no fueron esas las palabras que salieron y me rendí a la evidencia. Era para él. Siempre él. Solo él. Después de todo, él era la única razón por la que yo quería irme de este mundo.

Por eso no me pareció tan extraño oír su voz, después del susto inicial. No podía haber sido él realmente pero yo conocía el poder de la mente, para algo mi especialidad erala neurobiología. Por eso mismo agradecí esas conexiones químicas entre mis neuronas que me habían llevado a recordar su voz en esos momentos. Diciéndome con esas palabras que no se separaba de mí, que era lo que más podría desear escuchar.

Sacudí la cabeza para intentar despejarme. Durante una milésima de segundo había creído que él realmente estaba junto a mí. Y aunque apenas fue un instante y mi racional cerebro encontró en seguida una lógica respuesta para lo que me parecía haber oído, debía ser sincera conmigo misma. Mi corazón seguía latiendo desenfrenadamente, todavía alterado por la posibilidad de que eso fuera cierto. De que él realmente estuviera conmigo.

Me reí en voz alta, pensando que algo tan banal quebraría esa ridícula esperanza que mi alma había albergado durante un instante sin mi permiso. Y funcionó. Poco a poco volví a tranquilizarme. Bueno, en cierta manera, ya que volvía a sentir un fuerte dolor en el pecho. Era como cuando después de mucho tiempo de vida sedentaria, se realiza un intenso día de deporte. Mientras los músculos siguen calientes, mientras se siguen ejercitando, tal vez no se note ninguna molestia pero, como seguro que todos ustedes saben, en cuanto llega el reposo y los músculos se enfrían, parece que todos deciden empezar a gritarte a la vez.

Todos se quejan y, ya que no pueden hacerse oír, te mandan calambres, agujetas y tiranteces para recriminarte el intenso día de ejercicio. Tal vez no. Tal vez lo que te quieran echar en cara es todo el tiempo que has estado sin utilizarlos. Sí, creo que eso tiene más sentido ya que estoy segura de que ellos disfrutan con la intensidad del trabajo físico. Al igual que un corazón prefiere vivir enamorado, junto a otro de los suyos que le corresponda, para ser siempre feliz. Pues bien, mi alma ahora se quejaba porque durante mucho tiempo, demasiado, no había albergado ni una pizca de esperanza, ilusión o alegría en su interior. Y seguro que lo echaba de menos.

Realmente lo sentía mucho por él. Yo también deseaba que todo volviera a ser como era antes. Pero yo no podía hacer eso, no dependía de mí. Lo único que podía hacer era poner fin a mi sufrimiento. Eso era lo más humano posible; espero que ustedes puedan entenderlo y no me juzguen con demasiada severidad. Había ido cayendo en un pozo desde que él se fue de mi lado. Siempre oscuro, siempre lleno de dolor, siempre solitario. Pero cada vez más hondo, sin siquiera poder ver su fin. Y yo no quería seguir cayendo. Ya no más.

Miré la carta que había estado escribiendo hasta esa… interrupción.

-Mierda.

Acababa de fijarme en que estaba llorando. No sabía cuándo había empezado, pero las lágrimas habían emborronado la escritura. Por lo menos, se seguía entendiendo lo que había escrito. Además, estaba dirigida a alguien que no la iba a leer. Así pues, decidí que no merecía la pena reescribirla. No me apetecía, la verdad. Lo único que deseaba era no seguir prolongando la espera. Iba a dejar el bolígrafo sobre la mesa cuando vino una frase a mi mente. No pude evitarlo y la escribí en el papel. Me parecía un final adecuado para mi carta.

» Ya voy, amor mío. Espérame y ya nada, jamás, podrá separarnos de nuevo. Te amo.

Al fin. Dejé finalmente el bolígrafo en la mesa con delicadeza. Ya había acabado lo que tenía que hacer. No me parecía justo no despedirme de mi familia ni de mis amigos, pero no podía soportar pensar en ellos. Yo les quería y esperaba que ellos lo supieran y pudieran llegar a perdonarme. Sé que era tremendamente egoísta lo que iba a hacer. También sabía que les causaría mucho dolor. Pero yo le necesitaba a él. Lo había ido posponiendo por ellos. Hasta ahora.

Algún día, con el tiempo, me perdonarían. Estaba segura. Y después me recordarían con cariño.

-No tendrían que perdonarte si no lo hicieras. No tendrían que recordarte si no te fueras.

-Me cago en la leche. Otra vez no. Esto ya no tiene ni una pizca de gracia.

Por suerte, después de la primera vez ya estaba preparada para que volviera a pasar algo como eso. Damas y caballeros, ya sé que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero yo era un mujer. Esta vez no me iba a afectar como ya había hecho antes, había encerrado mi corazón bajo capas y murallas fuertemente acorazadas y resistentes. Ninguna alucinación producida por mi estúpido cerebro iba a volver a engañarme. Repito, ninguna.

Así que cuando levanté la mirada, inspeccioné la habitación y vi cómoda y tranquilamente sentado a un hombre en mi cama, tampoco me sorprendí. Como ya he dicho, estaba protegida.

Era un joven alto, se podía saber aunque estuviera sentado, con el pelo negro como el carbón y una tez increíblemente morena. Parecía que acabara de volver de pasar un año enero en alguna isla paradisíaca disfrutando bajo el brillante sol. Llevaba una descuidada barba de tres o cuatro días que le daba un aspecto muy desenfadado y atractivo. Sus carnosos labios resaltaban con el contraste de sus blancos dientes mientras sonreía. Y sus ojos… Sus enormes ojos, rodeados por unas intensas pestañas negras, eran del color de los zafiros. ¡Oh! ¡Esa mirada! ¡Cuánto había añorado…!

"No", me dije a mi misma. "¡No caigas otra vez en el maldito engaño! Que pareces tonta, chica."

Y funcionó. Repasé todas las barreras que protegían mi corazón y parecían estar intactas. Me levanté y le miré fijamente a los ojos. Ahora ya casi no podía ni distinguir de qué color eran.

- ¿Qué te crees que estás haciendo? – debía admitir que su voz era exactamente igual, me empezaba a sorprender el poder que tenía mi propia mente.

- Pues ahora estoy hablando conmigo misma – sonreí con una expresión vacía-. Lo único que espero es que no esté poniendo yo las dos voces en plan Gollum de "El Señor de los Anillos". Eso sería, incluso, más espeluznante. Aunque supongo que por otra parte también molaría.

Mientras seguía sonriendo y en esa mirada, que no podía saber de que color era, solo podía ver amor, cariño y preocupación; aunque quise decirme que lo que realmente estaba viendo era condescendencia, no conseguí engañarme.

- Creo que deberías irte. Supongo que dadas las circunstancias no importa, pero me estás arrugando la cama y la quería dejar perfecta para cuando me encontraran.

- Esta cama siempre me gustó. Es realmente cómoda. ¡Ya lo sé! – exclamó como si se le acabara de ocurrir una magnífica y repentina idea-. En vez de que yo me levante y me vaya, ¿por qué no vienes tú a echarte junto a mí? Podríamos estar aquí juntos.

- No, gracias – y pude ver cómo su sonrisa disminuía-. ¿Para qué voy a quedarme con una alucinación que lo único que significa es que he alcanzado el máximo nivel de locura, cuando estoy solo a un bote de pastillas de reunirme finalmente contigo? Quiero decir, con el tú de verdad, no la alucinación, sino el que esta muerto. Mierda. ¡Qué lío! Además, ¿que importa? Si estoy hablando conmigo misma y yo ya sé lo que quiero decir.

- No, no lo hagas. Por favor.

"Buen trabajo" me dije. Al menos había conseguido hacer desaparecer esa sonrisa que tanto amaba y así sería más fácil hablar con él, bueno, conmigo. Esto de las alucinaciones es mucho más confuso de lo que uno se puede pensar desde fuera, se lo aseguro.

- Yo estoy aquí, contigo, como siempre estaré.

- No, no estás aquí. Tú estás muerto.

- Bueno, sí… - admitió finalmente, aunque parecía nervioso-. Estoy lo más aquí que puedo, ¿entiendes?

"¿Qué quiere decir eso? ¿No se supone que debería entender lo que me digo a mí misma? ¡Bah!"

- Lo que tú digas. Yo tengo cosas que hacer. Si no quieres irte, no lo hagas. ¡Qué más da! Ya te irás cuando yo también me vaya.

Dejé de mirarle y dirigí la vista sobre el escritorio con la carta. "Tal vez debería dársela a él ya que está aquí en persona" pensé con sarcasmo. Me hizo gracia mi ridícula broma. Nadie reía nunca mis chistes, pero a mí me gustaban. Recorrí con la vista el resto de objetos que se podían ver: el bolígrafo, la lámpara, un folio intacto y… ¡ah! Lo que yo buscaba: el bote de pastillas. Fui a cogerlo cuando una mano me detuvo. Me sobresalté, aunque en seguida recordé que los enfermos mentales podían llegar a sufrir alucinaciones realmente vívidas. ¡Bien por mí! ¿Por qué cojones no me dejaba asesinarme a mi misma? ¡Vamos, hombre! ¿Y luego eran mis chistes lo que no tenían ninguna gracia?

Pero, por otra parte, la fuerza con la que me agarraba era demasiado cautivadora como para no caer en la tentación de esperar un poco más, siempre y cuando le tuviera tan cerca. Solo durante unos minutos.

- Venga, vale. Dime qué quieres. ¿Qué viva toda mi vida en esta alucinación contigo? Hombre, parece muy real y todo eso, pero lo mejor, creo yo, sería ir a buscarte y ya está. Total, lo único que conseguiría sería que me encerraran en un manicomio y que me drogaran constantemente. ¿Quién sabe? Tal vez entonces tendría alucinaciones temibles en vez de tenerte junto a mí.

- Te prometo que no soy una alucinación.

- Ya, justo eso es lo que diría una visión. Resulta bastante sospechoso, ¿sabes?

"Mierda". Me lo estaba pasando realmente bien, como en los viejos tiempos. Volvía a utilizar ese humor tan sarcástico que siempre conseguía hacerle sonreír. Y, como si no quisiera decepcionarme, ahí estaba su sonrisa.

- ¿Qué eres entonces? ¿Un fantasma?

- No, tampoco soy un fantasma. Y no sigas insistiendo, no tiene importancia y lo acabarás descubriendo por tu cuenta.

- Vale.

- Ya… ¡Como que lo vas a dejar pasar! Seguro que sigues estrujando ese maravilloso cerebro tuyo intentando descifrar qué soy.

Me sonrojé, había acertado. Pero, ¿cómo no iba a hacerlo si él era yo?

- Bueno, vale. Ya lo dejo. ¿Hay algo que me quieras decir? Tengo sitios a los que ir, cosas por hacer, personas a las que ver… Pastillas que tomar.

- ¡Bah! ¡Cómo se me ocurrió pensar que me dejarías ir con calma! Vayamos, pues, al grano. Lo que te pido es que te quedes aquí, en esta vida mortal en la Tierra. Y yo estaré siempre junto a ti como lo he estado desde el accidente, aunque tú no me veas. Pero, por favor, no te suicides.

Dijo esas tres últimas palabras poniendo mucho énfasis en cada sílaba de manera que cada palabra parecía por sí misma una frase completa.

- ¿Pero para qué? Yo quiero ir contigo, aquí nada me retiene.

Y para mi propia frustración, se me quebró la voz. Me maldije a mí misma y a mi debilidad.

- Eso no es verdad. Tienes una obligación.

- ¿Qué?

- No lo entiendes – y era él entonces el que parecía frustrado, pensando en cómo hacérmelo entender-. La vida es… La vida es un milagro increíble, lo más fascinante que he visto hasta el momento, que es mucho decir. A ver, no me malinterpretes, la muerte no es horrible, pero… ¿cómo decirlo? No es tan intensa. ¡Sí, eso es! Todo es más monótono, ya no se experimentan los mismos sentimientos, los mismos placeres. Todo está suavizado, como diluido. Además, no puedes ser tan egoísta.

- ¡¿Egoísta?! ¡¿Yo?! ¡¿Por qué?!

Esta maldita alucinación me estaba sacando de quicio. No tenía ningún derecho a recordarme lo que les iba a hacer a mi familia y amigos. No debía echarme en cara lo mucho que les iba a hacer sufrir, no era eso lo que yo quería.

- Cariño – y su voz se había suavizado-, no tienes ni idea de cuánta gente muere al día en el mundo. ¡En un día! Ya no te hablo de en meses o en años. Es terrible ver tantas muertes prematuras, tanto sufrimiento.

- ¿Y tú qué? ¿Es que tú sí que debías morir? ¡¿Ya habías hecho todo lo que querías hacer en tu vida?! ¡Por el amor de Dios! Si nos íbamos a casar… - acabé la frase en un suspiro.

- No, cielo, yo no he dicho eso. Hubiera preferido mil veces que nada de esto hubiera ocurrido. Hubiera deseado pasar largos años junto a ti y junto a la familia que hubiéramos podido formar. Pero yo… Yo he podido superar mi muerte, como tú deberías hacer también. Yo hablo de los niños. ¡Cientos de niños muertos antes de empezar siquiera a vivir! Abandonados por sus padres, desnutridos, sin oportunidad de conocer la felicidad ni por un mísero instante. Yo sí fui feliz, junto a ti. Y por eso pude avanzar. Por eso tú no puedes suicidarte, no sería justo. Tú podrías tener una buena vida. Podrías hacer tantas cosas.

- Yo no puedo tener una buena vida sin ti.

- Sí que puedes. Y lo harás, con tiempo.

- ¡Ja! Que gilipollez. ¿Y tú qué? ¿Si todo esto hubiera sido al revés? ¿Si yo hubiera muerto y tú vivieras? ¿De verdad me vas a decir que lo hubieras superado tan fácilmente?

- Yo... Bueno, si soy sincero… - No sabía qué decir, estaba nervioso. Pero en seguida recuperó la calma-. Si soy sincero, no. No hubiera podido seguir viviendo. Pero espero que en ese caso tú hubieras hecho lo mismo por mí, me hubieras salvado de mí mismo. Porque nos amamos, y ese amor no desaparecerá. No hay prisa por volver a reunirnos, porque nos une algo más fuerte que la simple línea que separa la vida y la muerte. Lo resistiremos porque el poco tiempo que permanezcamos separados no será nada comparado con toda la eternidad que nos espera por delante.

Suspiré aliviada. Creo que no hubiera podido resistir oír que él hubiera podido continuar tras mi muerte con tranquilidad. Lo sé, señoras y señores, tal vez sí fuera un ser más egoísta de lo que me pensaba, aunque también espero que la mayoría de ustedes comprenderán mis sentimientos, por indignos que sean.

- Tienes que seguir viviendo. Por mí, por ti, por el bebé.

Y cuando dijo eso posó la mano en mi vientre con dulzura y delicadeza.

Y yo me empecé a reír sin poder controlarme.

- ¡Venga ya! ¿No me irás a decir ahora que llevo tu bebé? Pero si me bajó la regla la semana pasada. Y, sé que no eres médico, pero creía que sí sabrías que eso significa que no estoy embarazada. Aunque… la idea de tener un hijo nuestro.. Eso sí hubiera sido bonito. Porque así sabría con certeza que siempre estarías junto a mí, nunca abandonarías a tu hijo o hija. Y podría amarle como siempre te amé a ti.

- Ya te digo que nunca te abandonaré. Y sí, hubiera sido precioso, pero no. Sé que no estás embarazada, pero podrías estarlo. Siempre quisiste ser madre.

- Sí, realmente ese fue mi gran sueño, pero murió contigo. Se suponía que el pack incluiría que tú fueras el padre. Nunca podría amar a otro y nunca podría llevar dentro de mí al bebé de otro hombre.

- Ya… Sé que te resultaría duro. Pero estoy convencido de que estarías mejor con otra persona. Tal vez, incluso, con una mujer.

Y me sonrió con una mirada muy lujuriosa y una mueca pícara y me hizo reír como siempre conseguía.

- Seguro que eso te gustaría. Muy listo eres tú.

Dejó de sonreír, me cogió la cara entre sus manos y me miró fijamente a los ojos con su preciosa e intensa mirada en la que me pareció ver las profundidades mismas del universo. Durante un instante en el que todavía podía controlar mis pensamientos me di cuenta de que la murallas que con tanto esmero había construido a mi alrededor y que con tanto empeño había dispuesto proteger ya no estaban. Debí haberme percatado que con cada mirada, cada palabra y cada sonrisa habían ido apareciendo grietas, hasta que se resquebrajaron por completo. Dejando como única muestra de su existencia una fina capa de recelo y miedo en forma de polvo.

Pero ya daba igual. Habían sucumbido, igual que yo. Había caído presa de mi propio engaño. Ya no parecía tener importancia el hecho de que fuera una alucinación, un fantasma o incluso un alienígena. Lo único que era relevante era que yo quería estar junto a él. A cualquier precio.

- Lo único que sé, lo único que quiero – me dijo con una dulce voz – es que seas feliz. Y sé que puedes serlo. Te conozco mejor que tú misma y eres la persona más fuerte que he conocido en mi vida. Solo necesitas volver a encontrar un sentido a tu vida. Y lo harás, solo necesitas un poco de ayuda.

Retiró las manos de mi cara y volvió a ponerlas en mi vientre. Me sonrió y me besó. Me besó como siempre lo hacía y todas y cada una de las células de mi cuerpo reaccionaron a su contacto. Se activaron para demostrarme que aún seguía viva. Y que él era real. Después de todo, el concepto de realidad puede llegar a ser bastante subjetivo. Así que, fuera lo que fuera, para mí era real porque mi cuerpo y mi corazón me lo aseguraban a gritos.

Me arrastró hacia la cama lentamente mientras me seguía besando cada vez con mayor pasión. Pasamos toda la noche en vela amándonos, recordando viejos tiempos. Hasta que al final estaba tan cansada que, a mi pesar, fui hundiéndome en las profundidades de los sueño. Lo último que vi antes de dormirme definitivamente fue cómo me miraba mientras me besaba en el vientre y me decía que me amaba. Yo quería contestarle que yo también, pero Morfeo no tenía intenciones de dejarme salir tan fácilmente de su reino y, después de todo, estaba segura de que él ya lo sabía. Así que me dormí en paz.

ooOooOooOooOooOooOooOooOoo

Me desperté con asombrosa rapidez, ya que normalmente remoloneaba mucho en la cama hasta despertarme por completo. Quería volver a estar con él. No sabía cuánto había dormido, pero debía ser demasiado porque estaba realmente descansada, como hacía mucho tiempo que no me sentía.

Pero él no estaba a mi lado y me empecé a preocupar. Miré por toda la habitación, que no era precisamente grande, pero no había ninguna señal ni rastro de su paradero. La puerta seguía perfectamente cerrada por dentro, pero no había ningún indicio de él.

"Ya está" me dije a mí misma. "Supongo que ya está claro que fue todo una alucinación".

Después de todo, la cama estaba realmente desecha pero eso no significaba nada ya que yo siempre me movía mucho al dormir. Era la única respuesta lógica. Sin embargo, en mi repaso de la habitación había notado algo extraño, aunque no caía en la cuenta de qué era lo que me provocaba esa sensación.

Volví a mirar todo con más cuidado para ver qué era lo que estaba fuera de su lugar. Al posar mi vista sobre el escritorio vi que estaba vacío. No había ninguna hoja, ni bolígrafo y, definitivamente, ninguna nota de suicidio. Y yo la había dejado justo ahí la noche pasada, ¿no?

Además, si se tenía en cuenta cuál era el final que tenía pensado para la velada, lo que más se echaba en falta era el bote de pastillas que pensaba tomarme y por el que había empezado toda aquel sinsentido.

Puede que mi locura estuviera en un estado tan avanzado, pero casi prefería pensar que no estaba tan enferma. Una explicación mucho más tentadora era pensar que todo había sido realmente un sueño. Eso explicaría todo y no me haría dudar de mi salud mental. Aunque, ¡qué sueño tan real! Sé lo que me dirán, ustedes mismos recordarán sueños y del mismo modo recordarán haber tenido esa extraña sensación de que todo era real. Pero solo hasta que se despertaron, únicamente mientras seguían durmiendo.

Pues bien, yo seguía pensando que todo había sido real. ¡Y no podía entenderlo! Era una sensación bastante molesta. Era como cuando experimentas un déjà vu y te hace plantearte si es debido a que tu cerebro ha desconectado una infinitésima parte de un segundo y al volver a conectar te quiere decir "¡Vaya! Pues esto me suena mucho, es como si ya lo hubiera vivido antes". Porque, efectivamente, acaba de vivirlo. O puedes incluso llegar a pensar que esa misma situación la has vivido en una vida pasada o que eso ocurre porque en alguno de los infinitos mundos paralelos posibles está teniendo lugar exactamente la misma escena, lo cual sería estadísticamente hablando muy poco probable. O tal vez…

¡Oh, por favor! Espero que me perdonen, de verdad. No puedo evitarlo. El misterio de por qué esa sensación de déjà vu siempre me ha fascinado y tengo miles de teorías… a cada cual más improbable. Así que, reiterando de nuevo mis más sinceras disculpas, volvamos a mi historia que, no se preocupen, está a punto de finalizar. Estaba diciendo que prefería pensar que todo lo que había ocurrido aquella extraña noche fue un sueño en vez de una muestra de mi locura, aunque fuera uno realmente vívido.

En la situación en la que me encuentro ahora sé exactamente qué fue. Sé si fue un sueño, una alucinación de una mente enferma, una visita del más allá o, incluso, una alucinación provocada por un posible consumo excesivo por mi parte de ciertas drogas.

¡Oh! Pero para mí será más divertido ver cómo sacan ustedes las conclusiones que estimen oportunas. Mientras tanto, yo solo les mostraré mis propias conclusiones, las que saqué ese día y que, equivocadas o acertadas, cambiaron el curso de mi vida y la de otras personas que me rodeaban. Pero no se inquieten, yo sigo pensando que el cambio fue para mejor. Sí, sin ninguna duda.

Así pues, yo, que siempre había vivido fascinada por el poder de la mente, tenía que pensar que había una explicación para ese excepcional sueño. Había hecho mi tesis de doctorado acerca de un experimento increíble. Después de meses y años de teorías, pruebas y ensayos, habían llegado a la conclusión de que los humanos necesitamos dormir.

Como estarán cavilando, éste ciertamente no es un descubrimiento sorprendente, pues todos estarán pensando en lo apetecible que es la idea de una cama calentita al final de un día agotador. Lo increíble es la justificación que dieron. El cuerpo sufriría las consecuencias de no recibir su descanso diario necesario pero, el que se llevaría la mayor parte de daño sería el cerebro. Éste necesita el sueño y no, como pensarían muchos, para descansar. Nuestra mente es una máquina muy potente que nunca deja de ejercitarse. Repito, nunca deja de funcionar. Necesitamos soñar porque así alcanzamos un estado similar al nirvana de los budistas, donde somos capaces de llegar a conclusiones, explicaciones que no podríamos si quiera imaginar despiertos.

En mi opinión, ésa es la única manera de que nuestra mente alcance todo su maravilloso potencial y es su forma de mostrarnos qué es correcto, qué debemos hacer… Es decir, de reducir nuestras preocupaciones ayudándonos a encontrar las mejores soluciones a nuestros problemas diarios.

Para mí estaba ya claro, mi mente me había proporcionado una despedida como la que nunca pude tener; un cierre, un final que necesitaba para poder empezar a continuar con mi vida. Pero sobretodo me había hecho darme cuenta de cuánto quería ser madre. De cuánto amor tenía para entregar y de cuántas cosas quería vivir todavía.

Alguno de ustedes estará pensando y deseando que, después de ese encuentro tan mágico me hubiera quedado embarazada del que siempre sería el amor de mi vida. Lo digo porque nada me hubiera producido mayor alegría. Pero no, eso no puede ocurrir en este mundo racional.

Ya sabía que quería tener hijos, pero también sabía que nunca, jamás, querría quedarme embarazada de alguien que no fuera él. Así que me quedaba un único camino y era el mejor posible: adoptaría.

Así no solo cumpliría mi sueño, sino que asimismo me ayudaría a seguir con vida. Y además, podría proporcionar un buen futuro para un niño que lo necesitara. Oh, sí, haría que alguien fuera feliz. ¿Qué había mejor que eso? Y mi amor me esperaría. ¿Cómo no iba a hacerlo cuando diez, veinte, sesenta años no son nada comparados con toda la eternidad?

Sonreí llena de felicidad por primera vez en más tiempo del que podía recordar. Y me pareció sentir que él, en alguna parte, quizá a mi lado, también sonreía conmigo.


Bueno, así termina. Como ya sabéis siempre se agradece un review y si habéis llegado hasta aquí... =) Solo me queda decir que todas las "conclusiones científicas" o "teorías" no tienen ningún fundamento y son todo delirios de una escritora jeje ¡Hasta otra!