Summary;

Natasha está harta de su madrastra y de sus hermanastros. Está esperando la hora de cumplir dieciocho y largarse de una buena vez. Quiere ser libre. Desde que se quedo sin padres vive una vida de tormento que ya no resiste. Pero ¿Cómo es la libertad?

— ¿Has oído algo de lo que te he dicho?

— No, y no me interesa Margaret.

— ¡No me hables así! Soy tu madre.

— No eres mi madre y no soy tu hija.

— ¡Pero te he criado como a una!

— Que más da… Mañana cumpliré dieciocho y me iré bien lejos de ti…

Pero no se vive del aire y un trabajo es lo que necesita para poder estar bien lejos. Sin pensarlo toma un viaje a España, sin considerar que no podrá volver por la falta de dinero.

No le hables a menos que él te hable, no le preguntes, no le toques, no te metas en lo que no te importa, no le mires a los ojos y sobre todo no sientas algo por él

Le advirtieron antes de contratarla en una mansión como sirviente. Natasha jamás había cumplido órdenes.

¿Cómo no romper unas reglas tan estúpidas?

Sobre todo ¿Cómo no sentir algo por él?

Capítulo 1

— ¿Has oído algo de lo que te he dicho?—pregunto la mujer a su hija mayor.

— No, y no me interesa Margaret.

— ¡No me hables así! Soy tu madre.

— No eres mi madre y no soy tu hija—mejor dicho a su hijastra mayor.

— ¡Pero te he criado como a una!

— Qué más da… Mañana cumpliré dieciocho y me iré bien lejos de ti…

Dando por terminada aquella conversación Natasha se levanto del sofá y de un portazo dio a entender que no pretendía volver. El viento helado choco contra su rostro causando un acto reflejo de acomodarse la chaqueta de cuero negro.

Asi vestia ella, negro, gris, rojo, azul y blanco eran los únicos colores que usaba. Según ella no tenia sentido ir vestida como un circo caminante. Para ella los colores simbolizaban alegría y eso era todo lo que no tenia.

Desde que su madre falleció hace diez años, quedo al cuidado de su padre. Lo adoraba con todas sus fuerzas hasta que se caso con la señora Margaret. Desde ahí todo cambio, sumado a eso sus dos nuevos hermanastros; Matías y Georgina. El padre de Natasha falleció el año anterior dejándola sola con esos tres monstros en la casa.

Matías le hacia la vida imposible en la preparatoria, se burlaba de ella, la insultaba, la culpaba por todo y jamás le había dicho un por favor o un gracias. Georgina no se quedaba atrás, tenía la misma edad que Natasha y se encargaba de que ningún chico le hablase. Era la popular y Natasha se había convertido en la marginada.

Mirando la tormenta que se aproximaba entro en un pequeño bar de a la vuelta de su casa, pidió un café amargo y se sentó en una de las sillas tratando de conseguir algo de paz. Al día siguiente como bien habia dicho a su madrastra cumplia dieciocho y a su vez terminaba el colegio.

Sus padres siempre habían querido que ella estudiase y se transformase en una exitosa arquitecta como lo habia sido su madre, pero ellos ya no estaban para opinar. Y ella ya no tenia la paciencia suficiente para seguir conviviendo en aquella casa.

Una pareja joven entro al bar y se sento en la mesa continua a la suya. Hablaban sin parar tanto que le estaba dando un dolor de cabeza profundo. Cansada del parloteo decidió prestar atención y luego marcharse aunque el viento y la lluvia se la llevasen.

— Un viaje estaría bien, podríamos olvidarnos de todo y estar en paz—decía la joven pelirroja sentada a escasos metros.

Un viaje, podría olvidarme de todo y vivir en paz, dijo su mente. Quizás era eso lo que tanto había estado deseando ¿Por qué no se le ocurrió antes? Pero ¿A dónde iría? Bien lejos, lo suficiente como para no ser encontrada fácilmente. ¿Qué tal España?

— Ufa, pensé que te habías ido al infierno—le dijo Georgina nada más entrar por la puerta.

— No te preocupes que la que se ira allí serás tu—le respondió y de mala gana saco una maleta que comenzó a llenar con ropa de diferentes estaciones.

— ¿Qué no se había ido la gata peluda?—se oyó la voz de Matias ingresando en la habitación.

— Al diablo, imbéciles—dicho esto salió del cuarto que antes compartía con Georgina para salir por la puerta y retomar su camino al aeropuerto.

Todo este tiempo había estado ahorrando dinero de los pequeños trabajos que se conseguía. Como Margaret no le compraba las cosas suficientes para su subsistencia, desde los quince años que se hacía pequeños trabajos ayudando en las tiendas.

Tomo un taxi y luego de varios minutos llego a un edificio deteriorado. Entro y subió las escaleras, hasta llegar a la puerta que ya le era mas que familiar. Toco dos veces y espero paciente hasta que le abrieran.

— ¡Natasha! Que gusto verte—le respondió la anciana al otro lado—ven pasa ¿Qué haces con una maleta?

Natasha entro al pequeño departamento que conocía desde hace unos cuantos años. Alli la señora Doris la trataba como a una nieta. Era la única persona en la que Natasha confiaba, la había conocido un día por casualidad en una tienda donde trabajaba y se habían hecho muy unidas.

— España… Es algo inesperado… Te extrañare mi pequeña—la abrazo mientras derramaba un par de lagrimas, aun no le había contado de su enfermedad, pero tampoco iba a hacerlo. Sabía lo importante que era esto para la muchacha y no pretendía molestarla.

— Tenga—Natasha le entrego un sobre blanco, donde claramente tenía dinero.

— Cariño, es tuyo no me lo des a mi—la reprendió la mujer.

— Acepta por favor, se que lo necesitas.

Doris solo vivía con su jubilación y muchas veces no tenía dinero para algunos remedios. Natasha estaba muy comprometida a ayudarla y siempre le guardaba dinero. Esta vez le había dado más de lo normal, prácticamente más de la mitad de lo que había ahorrado, solo le quedo para ella lo suficiente para el boleto de avión y unos días en algún hotel. Pero eso no le importaba, daría lo que fuese por aquella mujer que le había entregado lo que más necesitaba, cariño.

El avión estaba despegando cuando miro por última vez aquella ciudad, dolor y tristeza fueron las primeras palabras que se cruzaron por su mente.

Mamá, Papá no me culpen por abandonarlos

Y con su último deseo en mente cerró los ojos y durmió, le esperaba un largo viaje. Le esperaba una vida diferente al otro lado del océano. ¿De qué trabajare? ¿Con que viviré? Eran preguntas que aun no tenían una respuesta en concreto. Pero haría lo necesario por obtener aquella felicidad que tanto extrañaba.

Una azafata la despertó de una tremenda pesadilla, al fin estaban llegando.

Cuando bajo del avión sintió el aire de la primavera entrando por sus pulmones, aquí las estaciones eran completamente diferentes. Camino sin rumbo con su maleta por unas cuantas calles, hasta que su estomago le reclamo algo. Llevaba muchas horas sin comer y eso era algo que su cuerpo no le perdonaba.

Entro en un bar similar a donde había estado en su país, recién estaban abriendo, era de madrugada. Pidió un café y se sentó a esperarlo mientras recordaba que hoy ya tenía dieciocho años.

Feliz cumpleaños a mi

El café llego junto a un periódico y unos cuantos sobres de edulcorante que dejo de lado. Tomo un sorbo de aquella delicia, y contemplo las páginas de colores grises.

Se busca joven entre 18 y 25 años para trabajar durante ocho horas…

Siguio leyendo hasta finalizar el anuncio, jamás había trabajado limpiando pero ¿Qué tan difícil podía ser? Miro el número que se mostraba al final del anuncio y pensó en llamar. Pero su celular no funcionaba con las compañías de España.

Maldito celular

El departamento solo era de una habitación mas el baño, eso era todo, cuatro metros cuadrados más el baño. Lo único que podía pagar por al menos una o dos semanas. No podía quejarse.

Luego de organizar la poca ropa que traía en uno de los muebles del lugar, y de darse una ducha recordó el anuncio. ¿Quedaría muy lejos de donde estaba? Si, seguramente, era una casa lujosa y este un barrio de mala muerte.

Que mas da… No tenía nada para hacer en su primer dia en la ciudad. Ni nada que perder por intentarlo.

— No le hables a menos que él te hable, no le preguntes, no le toques, no te metas en lo que no te importa, no le mires a los ojos y sobre todo no sientas algo por él—le dijo una mujer de unos cuarenta años que la recibió.

No se había equivocado en absoluto aquella era una mansión de proporciones exageradas. Las reglas le parecieron absurdas, pero la paga le era suficiente para sobrevivir por un tiempo asique acepto. Firmo uno o dos papeles y cuando se disponía a marcharse la misma mujer la detuvo.

— Su trabajo comienza ahora—le dijo seriamente.

— Pero…

— Ponte esto—y le entro una pequeña pila de ropa donde se distinguía un uniforme igual al que llevaba la mujer, al parecer solo era otra empleada.

— No usare vestido—reprocho Natasha al ver el horroroso vestido gris con delantal blanco.

— Entonces tendré que despedirla.

Por más que quisiera quemar aquel vestido no le quedo otra opción. Paso a un enorme baño que le indico aquella señora que dijo llamarse Isabel y se puso la espantosa ropa. Su cabello negro azabache con mechas de color azul quedo atado en una coleta alta cayendo hasta más de la mitad de su espalda.

Aunque se pusiese una bolsa de batatas ella siempre se vería guapa, aunque su mirada fuese agresiva siempre se veria bonita. Pero ella ni siquiera lo notaba.

Al salir del baño vio como otras jóvenes estaban en fila frente a una mesa vacia, todas parecían temblar del miedo ¿Acaso el jefe era un ogro? Por favor.

Se puso ultima en la fila y espero, al igual que todas, con la cabeza gacha a que el señor misterioso hiciera su gran aparición. Y no demoro mucho en hacerlo, unos pasos lentos y precisos retumbaron en el lugar, el correr de una de las sillas hizo un chirrido insoportable. Sin embargo ninguna de las jóvenes levanto su mirada.

No le mires a los ojos

Todo era silencio, el hombre las observaba a todas de pies a cabeza con una expresión seria. Todos los años era lo mismo, buscar una determinada cantidad de mujeres que limpiaran la enorme casa e hicieran todo lo que él no quería.

— Tú la tercera ¿Cómo te llamas?—la voz autoritaria llego a oídos de Natasha como un escalofrio, sin embargo habia algo en esa voz que le incitaba a mirar. Pero no lo hizo.

— Matilde— respondió temblorosa una joven rubia—¿Por qué, señor?

NO LE PREGUNTES gritaba Natasha en su interior.

— Esta despedida, Matilde—respondió aquella voz autoritaria causando que los puños de Natasha se contrajeran, cosa que él noto.

La miro por unos segundos, aquella joven de cabello con mechas azules aun mantenía los puños cerrados. Su delgada figura encajaba perfecta en aquel vestido grisáceo. La primera impresión fue de una niña débil, pero luego de mirarla bien le pareció una princesa guerrera. Sonrio ante su ocurrencia y hablo.

— Tú, la ultima de la fila ¿Cómo te llamas?—ella relajo sus puños en el acto al notar que se refería a ella ¿Y si estaba prohibido cerrarlos? Eso a ella no le importaba.

— Natasha—respondió sin levantar el rostro con el mismo tono de voz que usaba él, el hombre no cavia en su asombro, jamás una mujer le habia hablado de esa forma, imponiendo.

— Sírvame agua—con pasos rápidos llego hasta la mesa y tomo la jarra de cristal entre sus manos y le sirvió, tal como le había pedido.

Espero unos cuantos segundos, o minutos quizás hasta que él terminara de comer o le diese la orden de volver a su posición. Pero eso no ocurrió, en cambio, volvió a hablar.

— Sírvame agua—volvió a decir, y la muchacha no se demoro en cumplir su petición. Tanto tiempo en la misma posición le causaría calambres.

Centímetros antes de que la copa llegase a la mesa él la tomo con la mano. Rosando así los delgados dedos de Natasha, causando varios choques eléctricos.

NO LE TOQUES

Pero el no retiraba su mano ni siquiera la movía de su posición. Con uno de sus dedos acaricio delicadamente los de la joven, sonriendo con sorna mientras esperaba el momento en que ella levantase la mirada y así despedirla. Por alguna razón el cuerpo de esa muchacha le provocaba cosas que no deseaba y tenerla lejos sería lo mejor.

Nuevos choques eléctricos atravesaron el cuerpo de Natasha causando lo que ese hombre más quería; le miro a los ojos.

NO LE MIRES A LOS OJOS