El último.
La mayoría del tiempo, lo que le queda es la oscuridad. La oscuridad y el silencio donde antes los sonidos y las voces inundaban la cueva y reverberaban en sus paredes de piedra.
El lugar que era el hogar ha quedado vacío, y en vez de salir a que le dé el sol en la piel, la mayoría de las veces prefiere adentrarse más y más en la oscuridad. A veces piensa que si se adentra lo suficiente podrá encontrar a alguien más, a alguien como él. Es su único anhelo encontrar a alguien que conozca su lengua, que conozca sus ritos, que sepa la importancia de las canciones, los cuchillos y de las flores. Alguien que quede después de él y lo entierre cómo debe de hacerse entre sus ancestros.
Pero sabe que no hay nadie más, sabe que los miembros de la familia más grandes y fuertes salieron uno por uno de la cueva y nunca regresaron, sabe que los viejos y débiles como él han fallecido en espera de que los otros regresen, sabe que los animales que eran comida ya no aparecen por ahí, que las plantas sabrosas han desaparecido, y que no tardará en desaparecer él también.
Está cansado y hambriento, enterró al último de ellos hace varios días, espera haberlo hecho correctamente y desde la orilla de la cueva se vuelve a preguntar si hay un nuevo camino que debería de tomar, hacia adelante, a lo desconocido, lejos de lo suyo y de todo lo que conoce. No, no puede hacer eso.
A veces ve a los Otros pasar, con su ropaje diferente, sus armas diferentes, su olor, su lengua, y su forma de relacionarse con el territorio que antes era suyo, antes se resguardaba en el hogar al verlos, pero ya no tiene energía para hacerlo, solo los mira y ellos lo miran de regreso, hay algo en sus ojos que es desconocido, y al mismo tiempo tan propio, no sabe qué es lo que lo espanta más. Ellos no se quedan mucho tiempo nunca, y no sabe si ve a los mismos siempre o de verdad los Otros son muchos más de lo que los suyos eran. Pero no pasa mucho tiempo ahí viéndolos solamente pasar, les da la espalda, se relega contra el lecho pedregoso del hogar.
No sabe cuánto tiempo le quedará, aun cuando sabe que se está acabando. El frío comenzará otra vez en cualquier momento, y aunque siempre tendrá con qué hacer fuego y de dónde tomar agua, sabe que sin nada de comer, se extinguirá él también y quedará solo, tan cerca de estar con sus ancestros y con todos los que ama, sin poder alcanzarlos nunca. Sabe que nunca volverá a ver las flores brotar, que nunca se volverá a encontrar en la seguridad de estar con los suyos, que ya nadie queda más que él. Ya no queda nadie más como él.
Lo siente llegar dentro de si, y si así tiene que ser lo acepta, ser el último, morir y que todo lo suyo, todos los cantos y risas mueran con él, todo el conocimiento pasado se pierda con él. En el mismo lugar de siempre, en el mismo rincón rocoso, se prepara para morir, sin que nadie le cuente las historias pasadas, sin que nadie lo cubra de flores, cierra los ojos.
Pero los vuelve a abrir, sin saber si tiempo ha pasado y aunque quiere volver a cerrarlos alguien lo mira.
Se queda quieto, como sabe que tiene que hacerlo frente a los depredadores, en su mano todavía tiene un pedernal filoso, puede que todavía tenga una oportunidad de sobrevivir, por lo menos es todo lo que en su mente se dispara en un solo segundo.
Pero no es un depredador, por lo menos no cómo él los conoce, es solamente uno de ellos, uno de los Otros. Pequeñito y curioso, que muestra una sonrisa desdentada y lo mira con curiosidad, el pequeño lo toca, y el anciano se retrae otra vez.
Y el anciano no lo sabe, porque en su mente lo que queda es solamente la perdida de todo lo que era suyo, una soledad de la que jamás va a tener escapatoria, pero ese humano pequeñito que se va corriendo después de tocarle la frente, le llevará comida esa noche, y la noche siguiente, y la noche siguiente, y cuando empiece el frío que penetra los huesos, aparecerán más de los Otros, y se lo llevarán de su hogar.
Pataleara, y gritara, y se resistirá con todo su ser, pero no tendrá la fuerza para soltarse, y cuando lo dejen sobre la tierra estará demasiado lejos de su cueva para volver jamás.
Y se encontrará rodeado de los Otros, que huelen diferente, que hacen ruidos entre ellos, que hacen de la tierra su voluntad, y se refugian del frío en estructuras que nuca ha visto. Y lo meterán en una de estas estructuras, con otros que son ancianos como él, pero no son de los suyos, y le darán de comer otra vez, y lo vestirán con las pieles de otros animales, y el niño desdentado se volverá a acercar, sonreirá nuevamente creando hoyuelos en su cara, y se acurrucará contra él.
Tendrá que aceptar el anciano, que lo suyo se acaba con él, pero tal vez algo nuevo surgirá, y se dejará hacer por el niño, y tal vez se enseñen cosas entre ellos, y el anciano pueda ver, aprender, probar cosas que jamás creyó posibles.
Pero eso el anciano no lo sabe, solo ve al niño correr después de tocarle la frente, y le da la espalda al mundo, y se refugia en el hogar, sin saber que su hogar ahora está más allá de lo que nunca pudo imaginar.
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"Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2020 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash"