Plantiformes

Capítulo 1 Lo primero que hicieron

Cuando en 1978 en el laboratorio de Máximo Martínez Monterrosas se logró por primera vez en la historia de la humanidad mezclar el ADN homo sapiens con el de cualquier ser vivo inimaginable, lo primerito que hicieron todos en el laboratorio fue llevarse las manos a la cara mudamente, dejar de respirar, imaginar el mundo de posibilidades que se abría frente a ellos, sus nombres escritos en las hojas de oro de la historia.

Lo segundo que hicieron fue discutir.

La verdad es que no sabían cómo ponerse de acuerdo, cada quién tenía una idea diferente de qué hacer primero.

Seres humanos gigantescos como un mamut. O tan pequeñitos como un ratón y capaces de vivir en cualquier rendija, lo que definitivamente bajaría el precio de las rentas.

Pero alguien más lo que quería era crear seres humanos con alas, para poder evitar el tráfico en las mañanas o evitar cualquier discusión marital. Otros decían que habrían de cruzar el ADN Homo sapiens con lo que fuera exceptuando simios, murciélagos y musarañas elefantes. Y así evitar las menstruaciones para siempre. Ésta por supuesto, era la idea correcta.

Mientras tanto, los gritos de la discusión se escuchaban en todo el piso de la Universidad.

Al final decidieron meter cada uno su deseo en un sombrero y que la suerte eligiera por ellos, los 15 científicos tuvieron su opinión, y la depositaron con ansías, sabiendo que el presupuesto gubernamental solo les alcanzaría para hacer realidad el deseo de 1 de ellos, y que una vez que se hiciera público el descubrimiento los comités de ética se encargarían de que jamás volviera a pasar.

El suspenso los mataba a todos, en el silencio de la sala se podía escuchar el sudor del pasante más joven caer al piso, él había hecho el descubrimiento, pero sabía que no sería a él a quién la historia recordaría, no, sería al encargado del laboratorio Máximo Monterrosas, él sería invisible.

La genetista más experimentada de ellos fue la que sacó el papelito del sombrero, todos confiaban en su imparcialidad, claramente ninguno de ellos la conocía lo suficiente.

Con decisión sacó el papelito que ella misma había depositado.

Y de todos los reinos, dominios y familias de los seres vivos que existieron en el pasado o en el presente, de todos aquellos que podrían haber sido resucitados por la ciencia a través de sus más particulares características, la científica escogió: el musgo.

Todos los demás científicos se miraron entre ellos, alguien musitó en voz más bien baja: "¿Dos de tres?"

Pero era la genetista más vieja, la que más trabajos había publicado, la que había dedicado su vida entera a esta investigación ¿Cómo dudar de su buena fe? ¿Cómo cuestionar la elección realizada?

Se quedaron callados y pusieron manos a la obra mientras la viejecilla se reía.

¿El musgo por qué? Simple, había un manchón de musgo en su baño, eterno y feo, apestoso y descolorido. No le gustaba y la humanidad tampoco.

De las muestras genéticas que tenían en el almacén, escogieron un vial, tomaron la espora más a la mano de musgo e hicieron lo que tenían que hacer.

Habían aislado lo que tenían que aislar y fue tan simple como sobrepasar el sistema inmunológico. Usaron la leishmaniasis, una enfermedad causada por un parasito protozoario, y esa la pusieron en el musgo, del musgo consiguieron las proteínas que necesitaban que eran compatibles con el sistema humano y ¡Ta rán!

Llevo meses lograr el cometido, por donde lo vieran el proceso parecía más magia que tecnología. Pero eventualmente lo lograron. Crearon un cigoto, y con poca fe de que se pudiera desarrollar en un ser vivo independiente y capaz de sobrevivencia sin apoyo externo, pensaron que el experimento terminaría ahí con un producto incompatible con la vida, pero para su sorpresa, la célula se dividió, el embrión se convirtió en un feto y el feto se convirtió en un bebe, y a este producto lo llamaron: Plantiforme.

Justo como lo habían predicho, el comité de ética de la Universidad estaba por decirlo menos, muy decepcionado de sus científicos. La verdad es que los hubiera corrido a todos. A todos. Le hubieran prendido fuego a toda la investigación y hubieran abandonado al pequeño plantiforme bebé en un orfanato. Pero les pareció, que eso también era poco ético.

Se llegó entonces a un compromiso, no podían seguir haciendo plantiformes, pero nadie se desharía del que ya existía.

Los científicos en su paper habían aproximado las características que el infante anónimo podía llegar a desplegar con su madurez. Su desarrollo fue normal y humano. Agarró un color verdoso claro en la pubertad, pero se desvaneció al mismo tiempo que el acné.

Al ser el primer experimento en su clase, hubieron por supuesto desperfectos. A veces se quedaba tan quieto que no parecía que respirara, y si nadie interactuaba con él, parecía que se volvía a poner verde, y se hacía pequeñito. Pero volvía a la normalidad con la misma celeridad.

Una vez, en lo que parecía su crisis de la mediana edad, estuvo seguro de que se iba a poner a repartir esporas. Pero eso no sucedió. Y siguió viviendo, y siguió viviendo y siguió viviendo, y de repente tenía 100 años y no envejecía y no se moría y un día dejó de comer, empezó a vivir de la luz del sol y de las gotas del agua del rocío.

Sin que nadie recordará ya los antiguos papers que analizaban su desarrollo, el plantiforme se quedó tan quieto que se volvió un musguillo, y para efecto de la ley se consideró que por fin se había muerto.

Todos en el comité de ética habían fallecido muchos años atrás, la Universidad pública había perdido todos sus fondos en un intento fallido de cuarta revolución nacional, y al final la patente fallida que se había realizado del primer intento exitoso de mezclar el ADN humano fue olvidado.

Nadie más lo logró jamás y nadie compraba en realidad las revistas científicas para rememorar el proceso. Pero alguien lo había dejado escrito, alguien se había negado a destruir la investigación en la que se encontraba sepultada su gloria.

Se encontró entonces, por historiadores aficionados, el diario de laboratorio del pasante que había hecho el descubrimiento, y este diario se subastó como parte de un evento de caridad en el que objetos raros del pasado eran comprados por millonarios egocéntricos con exceso de dinero y demasiados bolsos sobrevaluados.

Cayó en manos de un hombre que se consideraba a si mismo amante de lo extraño y fantástico, que ofertó por el millones y millones de dólares que no significaban nada para él. Esa noche, el Señor Wilmut, se sirvió su copita de coñac, tomó el diario y tradujo las palabras, deleitándose en su misterioso contenido.

Pero el contenido del diario era más que lo que había esperado. Y vio en las páginas lo mismo que los científicos soñadores habían visto. Un cambio en la forma de vida del mundo entero, vida eterna, una vida sin huella de carbono, en la que el sol y el agua eran todo lo que se necesitara para subsistir.

Hizo lo que todo hombre de su posición hubiera hecho, le puso un precio al proceso, lo mecanizó y lo puso al alcance de un reducido y exclusivo mercado.

Wilmut Enterprises, se volvió la compañía mejor valuada del planeta, no importaba cuantos megapíxeles prometía el celular más moderno, si el carro más rápido del planeta era también el más estéticamente agradable, si había una villa en la playa en la más exquisita privacidad en un paraíso tropical escondido, si otra compañía te prometía juventud eterna, era ahí dónde uno iba a gastar su dinero. Haciendo uso de la tecnología superior que se había desarrollado con los siglos, los científicos de la compañía lograron aislar lo que consideraron eran los puntos más provechosos del proceso.

El desarrollo más grande e importante que se hizo en Wilmut Enterprises, fue por medio de un procedimiento largo y doloroso, incorporar el ADN del musgo en el humano vivo, en vez de crear un feto plantiforme.

Una larga vida, casi una inmortalidad alcanzable, una juventud congelada, y la posibilidad de vivir solamente del sol y el agua, sin necesidad de nunca volverse de color verde fuera de tiempo. No pudieron evitar que cuando el plantiforme muriera se revirtiera a su forma de musgo, pero ningún procedimiento médico era perfecto, así que ese y los demás efectos secundarios, se escribieron en el contrato que firmaban los clientes y así de fácil, empezaron a cambiar al mundo.

Así que todos los millonarios del mundo se formaron, empujándose entre ellos afuera de las oficinas centrales de la compañía. Todos dispuestos a pasar 6 meses metidos en una capsula, con jeringas insertadas en lugares incomodos y drenados de sangre y medula ósea una y otra vez, para conseguir la vida eterna. Todos listos para convertirse en híbridos humanos/briofitas.

Al resto del mundo no le había hecho ninguna gracia, ahora los mismos ricachones de siempre, tendrían la oportunidad de vivir para siempre y seguir acaparando toda la riqueza y contaminando el mundo a placer, la perspectiva no era agradable para nadie, así que como un movimiento estelar de Relaciones Públicas, se rifaron 5 mil operaciones para personas de escasos recursos que no pudieran pagar la operación, ósea, el 99.9% del mundo.

Pero no había suficiente equipo para operar a todos al mismo tiempo, así que los billonarios menos billonarios y sus familias tuvieron que esperar su turno. Por supuesto, por cuestiones de imagen los 5 mil afortunados recibieron sus operaciones primero, y enseguida unos 5 mil millonarios también adquirieron la juventud eterna, y entonces sucedió.

Un grupo terrorista destruyó todo, cada documento, cada pipeta, cada tubo de ensayo, de todo aquello no quedó nada.

Y entonces, 100 años después, pasó esto:

Este relato participa en el reto anual 12 meses 12 relatos organizado por De aquí y de allá por TanitBenNajash.